Sábado, 3 de noviembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6530.
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 ESPAÑA
LA SENTENCIA / El análisis
La versión oficial es cierta... ¡y vale ya!
Por LUIS DEL PINO

El periodista Luis del Pino, que ha seguido desde sus comienzos el 'caso 11-M' y todas las sesiones del juicio, analiza la sentencia que el juez Javier Gómez Bermúdez dio a conocer el pasado miércoles. Del Pino denuncia que ésta tiene errores, contradicciones lógicas y omisiones. Y sostiene que el tribunal, que se ha visto obligado a conciliar las distintas declaraciones del juicio, ha prescindido de aquellas que no le cuadraban con la versión que había que mantener. Le acusa también de dejar caer, sin dar explicaciones, pruebas fundamentales como la del Skoda Fabia.

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«Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, Jamal Ahmidan, alias 'El Chino', Mohamed Oulad Akcha, Rachid Oulad Akcha, Abdennabi Kounjaa, Asrih Rifaat Anouar, Allekema Lamari y una octava persona que no ha sido identificada, junto con otras que se dirán, en la mañana del día 11 de marzo de 2004 colocaron, en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid, 13 artilugios explosivos».

Si tuviéramos que resumir la aberración intelectual que representa la sentencia del 11-M, no podríamos haber encontrado nada mejor que este párrafo, con el que se abre la sección de Hechos Probados de la misma. En ese párrafo, el tribunal del 11-M nos dice que las bombas que mataron a 192 españoles las colocaron los siete suicidas de Leganés, otra persona no identificada y «otras» a las que se menciona posteriormente en la sentencia.

Si uno sigue leyendo el cuerpo de la sentencia, resulta que esas «otras personas» a las que hace referencia en el primer párrafo son sólo una: Jamal Zougam. Y se encuentra también con que no se vuelve a hacer mención a esa «octava persona no identificada», que en ningún sitio se explica a quién se refiere.

Por lo que la tesis fundamental sobre los asesinos del 11-M que la sentencia establece es que fueron Jamal Zougham y los siete muertos en Leganés los que colocaron las bombas en los trenes.

¿Y en qué se basa el tribunal para decirnos que esas ocho personas colocaron las bombas? En el caso de Jamal Zougham, el tribunal se remite a tres testigos que le vieron en el tren de Santa Eugenia. Luego hablaremos de ellos. ¿Pero qué sucede con los siete muertos de Leganés? ¿Por qué el tribunal afirma que ellos pusieron las bombas de los trenes? La sentencia no tiene respuesta para esto. Simplemente, no se nos explica.

Acudamos, por tanto, al sumario del 11-M. Según los reconocimientos de los testigos de los trenes que constan en la causa (léase, por ejemplo, el auto de conclusión dictado por el juez Juan del Olmo), el único de los siete muertos de Leganés que fue reconocido por testigos de los trenes es Allekema Lamari.

Por tanto, la del tribunal es una forma de razonar completamente absurda. Del hecho, que el tribunal da por cierto, de que siete personas se suicidaran en Leganés no se puede deducir que esas personas colocaran las bombas de los trenes. Que el cadáver de 'El Chino' apareciera en Leganés no demuestra que estuviera en los trenes del 11-M, donde nadie ha declarado que lo viera. ¿Por qué el tribunal dice que fueron ésos los que colocaron las bombas, y lo da como hecho probado? ¿Probado por quién?

Si al menos los razonamientos del tribunal fueran coherentes, podríamos decir que están equivocados, pero que resultan lógicamente defendibles. Pero es que el tribunal ni siquiera ha sido capaz de mantenerse coherente en su propia sentencia con respecto a las bombas que estallaron en los trenes.

Porque el tribunal también da como hecho probado que uno de los condenados, Abdelmajid Bouchar, estaba en el piso de Leganés el 3 de abril y bajó a tirar la basura, huyendo entonces a la carrera del cerco policial. Sin embargo, a Abdelmahid Bouchar, que estaba en Leganés con los siete supuestos suicidas, no se le acusa de colocar las bombas de los trenes.

Es decir, que si Abdelmajid Bouchar, en lugar de huir de Leganés, se hubiera quedado en el piso y su cadáver hubiera aparecido con el de los otros siete supuestos suicidas, entonces el tribunal le habría metido en el saco y nos habría dicho que también él colocó bombas en los trenes del 11-M. Pero, como huyó de aquel piso, pues no se puede demostrar que lo hiciera. ¡Prodigioso ejemplo de coherencia jurídica e intelectual! Es lo que suele pasar cuando uno no tiene a quién presentar como culpable de la masacre: que los muertos suelen ser bastante útiles para volcar sobre ellos las culpas. Aunque haya que retorcer la lógica para conseguirlo.

AUTORIA MATERIAL E INTELECTUAL

Además de esa peculiar forma de sacarse autores materiales de la manga, uno de los aspectos más trascendentales de la sentencia es la absolución de todos los acusados de autoría intelectual. A esas personas a las que la Fiscalía había identificado como «cerebros» del 11-M, el tribunal las condena por otros delitos, pero no por ése. El atentado del 11-M se ha quedado sin cerebros.

En consecuencia, nos encontramos con un único autor material de la masacre (Jamal Zougham) y sin ningún autor intelectual. Ni sabemos quién puso las bombas (porque Jamal Zougham no pudo poner las 12 bombas él solo), ni sabemos quién dio orden de ponerlas.

Por tanto, si los españoles pensaban que la sentencia iba a responder a las dos preguntas fundamentales (¿quién ordenó la masacre? y ¿quién la ejecutó?), nos hemos quedado todos con un palmo de narices. O quizá deba decir que se habrán quedado con un palmo de narices aquéllos que pensaran que podíamos conseguir responder a esas dos preguntas partiendo de la desastrosa instrucción del juez Del Olmo, en la que nunca se pretendió tratar de responder a esas dos preguntas.

EL COCHE SKODA FABIA

No sólo resulta decepcionante la sentencia en lo que se refiere a la autoría material e intelectual. Se ha pretendido vender, desde algunos medios de comunicación, la idea de que la sentencia venía a refrendar las pruebas de la versión oficial. Pero, cuando se analizan con detalle tanto el apartado de valoración de la prueba contenido en el cuerpo de la sentencia, como el apartado de Hechos Probados, empiezan las sorpresas.

La primera es que se ha caído, como por arte de magia, una de las pruebas fundamentales de la causa: el coche Skoda Fabia que apareció en Alcalá tres meses después de los atentados. Aquella prueba, que había sido denunciada como falsa en las páginas de este periódico, ha sido desestimada por el tribunal, sin que la sentencia se digne a explicar las razones de esa caída, y sin que el tribunal se digne tampoco a extraer las consecuencias de esa desaparición de la prueba.

El tribunal considera que no está acreditado que los terroristas se desplazaran a Alcalá de Henares en ese coche Skoda Fabia que apareció en junio de 2004 a escasos metros de donde se encontró la furgoneta Kangoo en la mañana del 11 de marzo. Para nosotros, esa decisión del tribunal no constituye ninguna sorpresa, porque ya habíamos demostrado que ese coche fue depositado en Alcalá a posteriori de los atentados.

Pero el tribunal hubiera debido, puesto que admite tácitamente que se trata de una prueba «colocada», ir más allá en su valoración. Si alguien colocó el coche Skoda Fabia en Alcalá tres meses después de los atentados, cargado de prendas de ropa con el ADN de los supuestos islamistas, está claro que ha habido un intento deliberado de manipular las investigaciones. ¿Quién depositó en Alcalá de Henares el Skoda tres meses después de los atentados? ¿Por qué se cargó ese Skoda con falsas pruebas que apuntaran a los islamistas? ¿De dónde sacaron, quienes colocaran en Alcalá el Skoda después de los atentados, prendas de ropa con el ADN, por ejemplo, de alguno de los suicidas de Leganés?

El hecho de que en el 11-M se colocaron pruebas falsas queda, por tanto, acreditado por el tribunal, que ha dejado caer esa prueba sin, por otra parte, dar explicación ninguna.

LA FURGONETA KANGOO

En lo que respecta, sin embargo, a las restantes pruebas fundamentales de la versión oficial (furgoneta Kangoo, mochila de Vallecas y piso de Leganés), el tribunal no ha vacilado en mantenerlas. Aunque, como veremos, para ello ha tenido que efectuar auténticos encajes de bolillos. Como resultado, la sentencia ha quedado plagada de errores, de contradicciones lógicas y de clamorosas omisiones, ya que, entre otras cosas, el tribunal se ha visto obligado a prescindir de todas aquellas declaraciones que pudieran estropearle el artificio.

A la hora de hablar, por ejemplo, de la furgoneta Kangoo encontrada en Alcalá de Henares el 11 de marzo, el tribunal dice, en la sección de Hechos Probados de la sentencia: «A primera hora de la mañana del día 11 de marzo de 2004, tres miembros de la célula terrorista descrita [...] se desplazaron hasta la localidad de Alcalá de Henares en una furgoneta modelo Kangoo [...] portando varias bolsas de deportes y/o mochilas que contenían artefactos explosivos».

Bien, según esto, parece que tres terroristas llevaron sus bombas hasta Alcalá de Henares en la Kangoo. Sin embargo, más adelante, en la sección de Valoración de la Prueba, la misma sentencia nos dice: «El Tribunal sólo estima acreditado con la certeza requerida [...] que de la furgoneta bajan tres individuos y que, al menos uno de ellos, se dirige a la estación de cercanías con una mochila o bolsa de deporte. Por lo tanto, el Tribunal no asume la tesis de que los artilugios explosivos y los terroristas se desplazaron en este vehículo y en un Skoda modelo Fabia para, desde Alcalá de Henares, colocar en distintos trenes las mortíferas cargas».

¡Oiga! ¿En qué quedamos? ¿Los terroristas transportaron bombas en la furgoneta Kangoo o eso no está acreditado?

¿Qué es lo que sucede? Pues que el tribunal se ha visto obligado a conciliar, y ha conciliado mal, las distintas declaraciones del juicio. Por ejemplo, la del guía canino que examinó aquella furgoneta el 11-M y que dijo, delante del tribunal, que era imposible que en esa furgoneta se hubieran transportado explosivos, porque el perro lo habría detectado.

Como también ha tenido que pasar por alto, para poder mantener que la furgoneta Kangoo estaba llena de pruebas, el hecho, constatado delante del propio tribunal, de que esa furgoneta Kangoo entró en el complejo policial de Canillas una hora antes de lo que el acta oficial de registro indica.

LA MOCHILA DE VALLECAS

Analizando los razonamientos incluidos en la sentencia, se comprueba con sorpresa que el tribunal ha omitido, en todo momento, aquellas declaraciones y datos que no cuadraban con aquellas partes de la versión oficial que había que mantener a toda costa.

Así, por ejemplo, en lo que a la mochila de Vallecas se refiere, el tribunal reconoce el «extravagante periplo» que la mochila de Vallecas realizó supuestamente por Madrid, reconoce que la mochila de Vallecas no aparece en la lista de objetos inventariados en la comisaría de Puente de Vallecas, reconoce que esa mochila tenía dos cables sueltos y, por tanto, no podía explotar... pero sigue manteniendo que es una prueba válida. ¿Y en qué se basa para decir eso? Pues en que «el artefacto explosivo cuestionado [y los otros dos desactivados por los Tedax en las estaciones de El Pozo y Atocha] son visualmente iguales, tienen los mismos componentes y la misma estructura».

O sea que, según el tribunal, la mochila de Vallecas era igual que las de Atocha y El Pozo. ¿Y qué pasa con la metralla que la mochila de Vallecas contenía? Según las propias declaraciones de los tedax que desactivaron la mochila de la estación de Atocha, no encontraron ni clavos ni tornillos después de la explosión. Según las propias autopsias realizadas el 11-M, no había ni clavos ni tornillos en los cuerpos de las víctimas. ¿Cómo resuelve esta contradicción el tribunal? Pues muy sencillo: no haciendo ninguna mención de la metralla. Ese componente de la mochila de Vallecas se esfuma de la sentencia a la hora de establecer la comparación entre la mochila de Vallecas y las bombas de los trenes.

LEGANES

En el caso de Leganés, el tribunal hace un ejercicio similar de memoria selectiva, que en algunos casos lleva a ejemplos de directa y llamativa mutilación de las declaraciones.

Es lo que sucede, por ejemplo, con la supuesta carta de despedida del presunto suicida Abdenabi Kounjaa. El tribunal reconoce que se trata de una carta manuscrita en árabe, que iba firmada en árabe por un tal Abdallah. El tribunal reconoce que en esa carta aparece una firma en caracteres latinos con el apellido Kounjaa y admite que la escritura manuscrita en árabe de esa carta no ha podido ser atribuida al presunto suicida. Sin embargo, el tribunal da por bueno que esa firma en caracteres latinos pertenece a Abdenabi Kounjaa y dice que esa carta es su testamento.

Al actuar así, el tribunal no explica para qué narices querría un árabe firmar en caracteres latinos una carta de despedida en árabe dirigida a su familia en Marruecos. Especialmente, si tenemos en cuenta que esa carta ya estaba firmada en árabe. Pero lo más asombroso es que el tribunal ha tenido que pasar por alto, para hacer esa atribución de la carta a Abdenabi Kounjaa, la declaración ante el tribunal del propio hermano de Kounjaa, que afirmó que Abdenabi nunca firmaba sus cartas en caracteres latinos.

Lo mismo sucede con las llamadas de despedida de los suicidas. El tribunal pasa por alto, porque de otro modo sería imposible de sostener todo el relato, que parte de esas llamadas se efectuaron desde fuera del piso. Reconoce el tribunal, porque es imposible negarlo, que los faxes supuestamente enviados por los suicidas de Leganés se enviaron desde fuera del piso, como habíamos denunciado; pero, entonces, para justificar ese hecho se limita a afirmar que los envió otro miembro de la célula terrorista que no estaba en el piso, miembro al que no identifica. Cómo hizo 'El Tunecino' para hacer llegar un manuscrito a ese otro ignorado terrorista tampoco lo explica el tribunal.

Como también pasa por alto el tribunal, a pesar de reconocer que en Leganés hubo un tiroteo, la inexistencia de vainas entre los efectos encontrados tras el desescombro de Leganés.

LOS RECONOCIMIENTOS OCULARES

La sentencia está plagada de errores inexplicables, como, por ejemplo, afirmar que la Policía llegó el 12 de marzo a la tienda donde se habían vendido los teléfonos de las bombas (Bazar Top), cuando en realidad a donde la Policía llegó el 12 de marzo es a la tienda donde se habían vendido las tarjetas de las bombas (Sindhu Enterprise). O, por ejemplo, cuando dice que las tarjetas de las bombas fueron vendidas por Sindhu Enterprise a Mohamed Bakkali, a quien describe como hermanastro de Jamal Zougham, cuando el hermanastro de Jamal Zougham es otro de los detenidos del 13-M, Mohamed Chaoui.

Pero hay otro dato muy curioso que merece la pena comentar, y que afecta precisamente al único autor material con el que nos hemos quedado: Jamal Zougham.

A Jamal Zougham le identifican de manera indubitada cinco personas en los trenes del 11-M, pero el tribunal descarta al final dos de los testimonios, por considerarlos insostenibles, y se queda con los tres que sitúan a Jamal Zougham en el tren de Santa Eugenia.

Si dos de los testimonios se descartan, a pesar de que esas dos personas reconocieron a Jamal Zougham de manera «indubitada», ¿qué fiabilidad tienen los otros tres testimonios? Parece lógico pensar que muy poca, pero el tribunal se queda con esos tres testimonios porque son aparentemente compatibles entre sí, ya que los tres sitúan a Jamal Zougham en el mismo tren, el de Santa Eugenia, donde sólo explotó una bomba.

A lo que el tribunal no parece conceder ninguna relevancia es al hecho de que ninguno de esos tres testigos «vio» a Jamal Zougham colocar ninguna mochila en el lugar donde luego explotó la bomba de Santa Eugenia: tan sólo vieron a un magrebí en el vagón cargando con una mochila e identifican a ese magrebí con Jamal Zougham.

COROLARIO

Si alguien pretendía que la sentencia del 11-M nos dijera quiénes perpetraron la mayor matanza terrorista que nuestro país ha sufrido, me temo que esas esperanzas han quedado defraudadas.

Como también ha quedado defraudada la esperanza de que la sentencia clarificara alguna de las incógnitas que pesan sobre las pruebas del caso que aún no se han derrumbado. La sentencia no contesta a ninguna de esas incongruencias detectadas en las pruebas, sino que se limita a declarar, con toda la solemnidad posible, eso sí, que todas esas incongruencias son irrelevantes. La versión oficial de los atentados es cierta... ¡y vale ya!

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