La visita que ayer realizaron los Reyes a Ceuta es a la vez, aunque parezca contradictorio, un hito histórico y un gesto de normalidad democrática. Es hito histórico porque es la primera vez en 32 años de reinado que el Jefe de Estado viaja a las ciudades autónomas, circunstancia que Don Juan Carlos reconoció al decir que cumplía «un compromiso pendiente». Pero el viaje constituye también un acto de normalidad porque, como recordó el presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas, los Reyes «han cruzado el Estrecho, pero no han salido de España». La recepción de los ceutíes constituyó para los monarcas un baño de multitudes que ya no encuentran en otras autonomías españolas de carácter menos periférico, y por eso se puede afirmar que Ceuta ha proporcionado toda una lección de patriotismo democrático, con un tono positivo y carente de cualquier agresividad contra nadie, Marruecos incluido, demostrando, como señaló Vivas, que ése «es un buen lugar para poner de relieve que las libertades democráticas, la igualdad, la no discriminación y la justicia son los mejores antídotos contra el fanatismo». Consideramos por ello que la visita constituye un éxito que fortalece la España constitucional. Y nos alegramos sinceramente de ello pese al rédito electoral que pueda obtener un Gobierno caracterizado por su incoherencia respecto a la unidad nacional.
Resulta criticable la falta de tacto que el Ejecutivo ha tenido en su gestión del viaje. Lo ha hecho coincidir sin necesidad con una de las fechas más emblemáticas para Marruecos, no sólo porque el 6 de noviembre se celebrase hace 32 años la Marcha Verde, sino porque, 14 años antes, se iniciaron las negociaciones para poner fin al protectorado francés. Esta coincidencia ha proporcionado una coartada para quienes proclaman que la visita es una «provocación». Asimismo, resulta inaceptable que el ministro Moratinos haya reaccionado a las quejas de Marruecos culpando de los incidentes de Cañada Real al PP.
En el fondo, lo que Moratinos no puede decir pero seguramente quisiera es que Zapatero ha pergeñado este viaje con independencia de sus repercusiones diplomáticas -poco relevantes a la hora de ganar votos- y con la vista puesta en las elecciones. Queda por ver, una vez pasados los inmediatos gestos de enfado del país vecino -manifestaciones y declaraciones subidas de tono-, la magnitud del daño que se ha causado en las relaciones bilaterales, en función del tiempo que el reino alauí decida mantener la retirada de su embajador, o de la evolución que se produzca en su colaboración para frenar la inmigración ilegal o luchar contra el terrorismo islámico.
En lo que no tiene ninguna razón Marruecos es en hablar de «colonialismo», pues sólo la ONU podría establecer que ése es el caso de Ceuta y Melilla, españolas antes de que Marruecos exisitiera. Lo chocante es que fueran los socios de Gobierno socialista en Cataluña, ICV y ERC, los que ayer secundaran tales afirmaciones, recriminando a Zapatero por entrar en conflicto con Marruecos «por un tema tan banal» y con «regusto colonialista». Sus palabras ponen de manifiesto, como decimos, la incoherencia del Gobierno del PSOE, que ha permitido, e incluso incentivado, que la estabilidad constitucional de España se haya visto mermada con iniciativas como la del Estatut o los pactos con formaciones separatistas. Esa actitud es la que ahora pretende contrarrestar con otras como el viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla, que es en nuestra opinión una cuenta pendiente que tendría que haberse saldado hace tiempo. Por eso, quienes hemos criticado los gestos contrarios a los valores constitucionales que ha tenido este Gobierno, no podemos dejar de aplaudirlo cuando acierta.
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