Los afganos se fueron ayer a la cama en estado de shock después de que un terrorista suicida hiciera estallar un artefacto explosivo en la ceremonia de inauguración de una fábrica de azúcar.
El atentado, que causó una auténtica carnicería, tuvo lugar en Pul-i-Khumri, en la provincia de Baghlán, al norte del país.
Seis miembros del Parlamento afgano murieron, entre ellos, el portavoz de la oposición parlamentaria, Mustafá Qacemi, y dos más resultaron gravemente heridos, además de decenas de personas, entre ellas, muchos estudiantes adolescentes que habían acudido a la inauguración.
Anoche, el número de víctimas no estaba claro. Fuentes del Ministerio del Interior afgano hablaban de 14 fallecidos y 49 heridos, según el último recuento realizado. En cambio, las agencias de información internacionales contabilizaban más de 60 fallecidos.
Esta no es la primera vez que las cifras oficiales no cuadran con el número de víctimas difundido por los medios de comunicación y, de hecho, en más de una ocasión, diplomáticos extranjeros que prefieren mantener el anonimato han reconocido que el Gobierno afgano intenta reiteradamente enmascarar la realidad.
Ayer, los médicos que atendieron a las víctimas tampoco pudieron aclarar la confusión, porque estaban saturados con el número de heridos (un largo centenar, según las agencias).
El atentado ocurrió cuando un grupo de diputados, pertenecientes a la comisión económica del Parlamento, se había trasladado hasta Baghlán para inaugurar una fábrica de azúcar y analizar la situación económica de la provincia. En la ceremonia de inauguración también había líderes locales y tribales, y muchos alumnos de instituto, de edades comprendidas entre los 16 y los 17 años. El suicida no respetó nada e hizo volar todo por los aires.
El ataque estaba perfectamente calculado, ya que sesgó la vida de un plumazo a seis diputados afganos (Abdul Mateen, Saheb Rahman, Mohamed Arif Zarif, Sabghatulá Zaki y Nazikmir Sarfraz, además del mencionado Qacemi) e hirió gravemente a dos más (el viceministro de Agricultura, Ghulam Jawad, y la legisladora Shukria Barakazai).
Especialmente, impactó la muerte de Mustafá Qacemi, un importante líder chií y portavoz de la Coalición del Frente Nacional, el principal grupo de oposición parlamentaria al presidente afgano, Hamid Karzai, que pretende derrotarlo en las próximas elecciones presidenciales.
La Coalición del Frente Nacional la conforman prácticamente antiguos señores de la guerra como Burhanudin Rabani, Yunus Qanooni o Sayaf, pero también ex comunistas e incluso el nieto del fallecido rey de Afganistán Zahir Sha.
El mismo Mustafá Qacemi fue un señor de la guerra, que primero combatió contra los soviéticos, y después se unió al líder de la Alianza del Norte, Ahmed Sha Masud, en la lucha contra los talibán. Con la caída del régimen fundamentalista dejó las armas, creó un partido político y fue ministro de Comercio en el primer Gobierno de Karzai. De hecho, eso es lo que ayer todo el mundo reconocía: su capacidad de bajar a la arena política para participar en el juego democrático.
Consternación
«También era un señor de la guerra, pero no era como todos los demás», comentaba ayer una intelectual afgana. Otros parlamentarios no podían casi hablar por teléfono por la consternación total. Y en la provincia de Baghlán muchos comerciantes cerraron sus tiendas en señal de duelo.
Los talibán dejaron claro desde el primer momento, a través de un portavoz, que ellos no habían sido y que no tenían ninguna responsabilidad en la matanza.
Todas las sospechas se centran en Gulbudin Hekmatyar, el único señor de la guerra afgano que ha quedado fuera del Parlamento y tampoco tiene ningún cargo en el Gobierno de Afganistán.
El Ejecutivo afgano lo conforman miembros democráticos, pero también líderes militares y fundamentalistas, y las Cámaras legislativas están controladas casi en su totalidad por ellos.
Hekmatyar se ha opuesto desde el principio al Gobierno de Karzai, y ésta no sería la primera vez que atentase en el país, pero nunca habría protagonizado un ataque tan sanguinario.
Karzai: «Un ataque contra inocentes»
KABUL.- Las reacciones al cruel atentado cometido en la provincia de Baghlán (Afganistán) no se hicieron ayer esperar.
Las primeras declaraciones a destacar fueron las del presidente afgano, Hamid Karzai, quien condenó «firmemente el ataque terrorista, que ha acabado con la vida de parlamentarios, mujeres, niños y gente inocente».
El comandante en jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), el general Dan McNeill, señaló que se trataba de «un acto de terrorismo indiscriminado». Paralelamente, el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, dijo que el ataque muestra «la auténtica naturaleza de nuestros oponentes en Afganistán».
Desde Alemania (país muy volcado con Afganistán), el ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, apuntó que los terroristas quieren «disuadir» a los que están «comprometidos con la reconstrucción del país», pero no lo lograrán.
