Más de 30.000 melillenses -como el lunes hicieran otros tantos ceutíes- demostraron ayer a toda España su apoyo a la Monarquía y su patriotismo constitucional con motivo de la primera visita oficial de los Reyes a las ciudades autónomas. El recibimiento que los habitantes de ambas plazas españolas en Africa han profesado al jefe del Estado prueba el éxito institucional de un viaje con el que Don Juan Carlos ha satisfecho «un compromiso adquirido» y «un profundo deseo», según sus propias palabras ayer en Melilla. Sólo el riesgo de que la escalada de tensión de los últimos días entre Marruecos y España acabe definitivamente en un cerrojazo diplomático empaña, a nivel político, el hito histórico de una visita Real que, en todo caso, debió producirse antes.
De momento, Rabat ha congelado las relaciones bilaterales, ha alentado una preocupante escalada de críticas e invectivas, y ha promovido manifestaciones y sentadas de protesta frente a los puestos fronterizos de Ceuta y Melilla, y frente a nuestros consulados en Marruecos. El Gobierno ha querido minimizar como propias de la «retórica marroquí» el tenor de unas críticas cada vez más airadas. La crisis alcanzó ayer su apogeo con un comunicado oficial de Mohamed VI que ha supuesto una vuelta de tuerca en la dureza del lenguaje. El rey de Marruecos calificó el viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla de «acto nostálgico de una era sombría y decididamente superada». Es evidente que si hay alguien desautorizado para denunciar cualquier tipo de nostalgia política es quien rige una monarquía absoluta propia de otros tiempos. Mohamed VI acusó al Gobierno español de atentar contra el Tratado de Amistad de 1991 y le instó a asumir la responsabilidad de un posible deterioro de las relaciones bilaterales. Sin embargo, más tarde omitió cualquier alusión a España en su discurso oficial televisado conmemorativo del 32º aniversario de la Marcha Verde sobre el Sáhara, lo que permite inferir un intento por rebajar la tensión y por acotar el conflicto a un problema entre Gobiernos, que no entre Estados.
Cabe quizá cierto optimismo respecto del grado de incidencia de esta crisis en materia de colaboración antiterrorista, control de la inmigración y lucha contra el narcotráfico. El Gobierno español así lo cree y se muestra por ello dispuesto a «gestionar las divergencias» sobre Ceuta y Melilla. Tal vez por ello improvisa gestos torpes -y contraproducentes en el futuro- para desagraviar a Marruecos. Ayer Moratinos situó en plano de igualdad la soberanía española de Ceuta y Melilla y el anhelo anexionista de Marruecos, al señalar que «cada país defiende lo suyo». Con ello parece no comprender el sentimiento manifestado por decenas de miles de ciudadanos de nuestras ciudades autónomas. Pero sintoniza simbólicamente con los dislates antimonárquicos de sus socios estables de ERC, cuyos portavoces volvieron ayer a coincidir con Marruecos en sus críticas a la primera visita oficial de los Reyes a Ceuta y Melilla.
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