Tanto los medios de comunicación iberoamericanos como los del resto del mundo recogieron ayer con amplia cobertura las palabras del Rey en las que plantó cara a Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana por sus insultos contra el ex presidente Aznar. Las imágenes del «¿por qué no te callas?» han dado la vuelta al mundo. Algunos medios iberoamericanos han presentado el incidente como una muestra de neocolonialismo por parte del Rey de España. Sin embargo, como bien apuntaba ayer el diario francés Le Figaro, «un Rey no deja de ser un hombre». En este caso, Don Juan Carlos -que se conduce por lo general con una gran prudencia- es un hombre con un fuerte sentimiento español y tuvo la reacción espontánea que habría tenido cualquiera cuando alguien de fuera de casa ataca a los suyos. Iñaki Anasagasti, el portavoz en el Senado del PNV que se ha distinguido últimamente por sus críticas contra el Rey, lo dijo ayer gráficamente: «Tuvo una reacción lógica ante un personaje que cansa hasta a las piedras».
La mayoría de los partidos y la sociedad han cerrado filas en torno al Rey en defensa de lo que es la más elemental dignidad nacional. Las críticas de IU y ERC, que acusaron al Rey de «prepotente» y de «perder las formas», no son más que la demostración de que Don Juan Carlos hizo lo que tenía que hacer. El respaldo de esta izquierda a alguien que se conduce como un dictador aunque haya sido elegido en las urnas retrata su marginalidad y su falta de sintonía con la sociedad española.
El episodio tuvo algunas secuelas políticas en la dialéctica PSOE-PP. Algunas de ellas tan positivas como la llamada del ex presidente Aznar a Zapatero -también al Rey- para agradecerles que le defendieran frente a Chávez. «Lo cortés no quita lo valiente», le dijo Aznar al presidente del Gobierno, quien consideró que este tipo de gestos contribuyen a mejorar el clima político. Sin embargo, el secretario de Comunicación no fue tan generoso y cargó contra Zapatero de forma intempestiva e inoportuna. Es paradójico que el PP no abriera la boca cuando la vicepresidenta arremetió el jueves en términos durísimos contra el ex presidente y ahora sea más aznarista que Aznar cuando Zapatero sí defendió a su antecesor.
El presidente del Gobierno, pues, se comportó de forma correcta, si acaso con un día de retraso. Ahora bien, no le falta razón a Mariano Rajoy cuando dice que Zapatero ha cultivado «amistades peligrosas» en su política Exterior. Lejos de rectificar o pedir disculpas, Chávez reincidió en sus ataques contra el Rey al sugerir que Don Juan Carlos podría haber estado al tanto de la intentona golpista de 2002 y llamó «excremento» al presidente del PP, Mariano Rajoy.
Quizá la deriva de Chávez no se hubiera podido parar, pero es un hecho que el Gobierno socialista le ha ayudado a crecer. Al comienzo de su mandato, Zapatero estableció relaciones privilegiadas con el presidente venezolano, tal vez por el antiamericanismo de ambos. Hay que recordar la desafortunada intervención del ministro Moratinos en TVE en la que acusó a Aznar de apoyar la intentona golpista de 2002 en Venezuela. Aunque el Gobierno español ha ido separándose progresivamente de Chávez, al tiempo que fortalecía su alianza con los gobiernos de Argentina, Chile y Brasil, el presidente venezolano se sintió respaldado por Zapatero en una escalada verbal que parece imparable. Hay que esperar que el Gobierno español haya aprendido la lección y se desmarque de este personaje tabernario. Por ejemplo, tal y como pide la alcaldesa de Valencia, llamando a consultas al embajador.
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