Las reformas van a hacerse. Palabra de Nicolas Sarkozy, cuya determinación en la ruptura de los tabúes nacionales no le impidió reunirse anoche con los dirigentes de los servicios públicos que le han organizado la huelga del 14-N. Es la segunda en menos de un mes, aunque el acoso de los sindicatos puede sorprenderles con un giro en su contra y posterior aislamiento. La gran mayoría de los franceses considera fuera de lugar las movilizaciones. Incluso el Partido Socialista, bestia negra del sarkozysmo, se resiste a secundar la resistencia callejera, porque muchos de sus dirigentes consideran necesaria la reforma de los regímenes especiales.
Así se ha venido en llamarse el proyecto que Nicolas Sarkozy ha promovido para equiparar los derechos y los deberes de los empleados del sector público. La gran mayoría obtiene la pensión de jubilación plena después de haber cotizado durante 40 años, pero hay algunos ámbitos estratégicos (energía, transportes, marineros, mineros, bailarines) que se benefician de ella después de haber trabajado durante 37,5 años.
Sarkozy considera que el privilegio es anacrónico y discriminatorio. Sin olvidar los efectos perniciosos en las cuentas del Estado. No sólo por la evidencia de un excesivo asistencialismo. También porque la cifra de trabajadores en situación de régimen especial, medio millón, es el doble de cuantos ya se han jubilado y no dan de sí para financiar las pensiones.
«Las reformas van a hacerse con determinación y hasta el final», señalaba ayer en Estrasburgo el presidente francés. «Tengo un compromiso con mis electores. No vamos a renunciar al proyecto en modo alguno».
El problema es que la reforma concierne a los sectores que están en condiciones de paralizar las comunicaciones del país. Ya lo hicieron el 18 de octubre. Y van a repetir los parones en la jornada negra de hoy con una adhesión masiva de los trabajadores: los trenes, los autobuses y el metro viajarán con una secuencia de mínimos, así que los vecinos de París, víctimas prioritarias de la huelga, se las arreglan para alquilar motos, compartir vehículos, asaltar taxis y alquilar las bicicletas municipales.
Nada nuevo en la historia contemporánea de Francia. Alain Juppé, primer ministro a las órdenes de Jacques Chirac, ya intentó suprimir los regímenes especiales en 1995, pero tuvo que renunciar al proyecto y presentar su dimisión porque subestimó el impacto de la resistencia callejera.
Doce años después, el escenario social le es bastante más propicio al presidente Sarkozy. Los sindicatos no han logrado seducir a la opinión pública ni tienen demasiado clara la hoja de ruta que deberían seguir una vez terminados las movilizaciones y los paros del 14-N.
Podrían prolongarlos hasta el domingo, tal como avanzaban ayer algunas centrales, pero la estrategia de acoso puede degenerar en una dinámica de autodestrucción que terminaría beneficiando al gran patrón del Elíseo.
No van a faltarle los fuegos que apagar a Sarko en noviembre. Un modo de celebrar sus primeros seis meses como presidente de Francia y una manera de acreditar su versatilidad y omnipresencia.
Ayer, por ejemplo, era el destinatario de los insultos y de las manifestaciones organizadas en 20 de las 85 universidades francesas. La policía tuvo que despejar por la fuerza una revuelta estudiantil en Rennes (oeste), aunque la aparatosidad de los medios empleados sirvió para dar publicidad al acontecimiento y ganarse un espacio en los telediarios.
La polémica no tiene que ver con los regímenes especiales, sino con la Ley de Autonomía Universitaria que ha promovido la ministra de Educación. Se trata de descentralizar la gestión y de hacer más competitivas a las facultades, pero sindicatos y asociaciones consideran que la reforma abre las puertas de la privatización y beneficia a las escuelas de élite.
Algunos movimientos estudiantiles se han propuesto organizar piquetes en las estaciones ferroviarias durante la jornada de hoy. Será el entrenamiento a la huelga del 20 de noviembre, donde también van a alinearse los funcionarios y los empleados de las telecomunicaciones.
CONVOCATORIAS
18 de octubre: fue el primer pulso a Sarkozy. Lograron un seguimiento mayoritario.
13 de noviembre: con el paro en el transporte público (SNCF) comienza la 'semana negra' del Gobierno de 'Sarko'. Se unen los universitarios.
14 de noviembre: se suman al paro las compañías de luz y de gas, y la de transporte urbano de París (RATP).
20 de noviembre: paro de funcionarios.
29 de noviembre: huelga de tribunales.