La reincidencia de Hugo Chávez en su escalada de insultos y despropósitos hacia España -obviando por completo las llamadas al respeto y la serenidad lanzadas desde el Gobierno español- obligan a Zapatero a cambiar, ahora sí, de lenguaje con el presidente venezolano. Tras los insultos a Aznar en la Cumbre Iberoamericana del fin de semana y sus interrupciones al presidente Zapatero que motivaron la intervención del Rey, Chávez siguió un día después con sus inconveniencias sugiriendo que Don Juan Carlos estaba al tanto del intento de golpe de Estado contra él en 2002, y ayer remató la faena asegurando, entre otras estupideces, que los españoles callamos a los indígenas «cortándoles la garganta». «Los descuartizaron, los picaron en pedazos y colocaron sus cabezas en estacas a la entrada de los pueblos. ¡Ese fue el imperio español aquí», dijo ante la prensa extranjera en Caracas.
Echando mano de una memoria histórica sesgada y tendenciosa, Chávez estableció un paralelismo intolerable entre la reconvención del Rey del sábado y los episodios más negros de la Conquista de América, y entre el expolio de hace cinco siglos y el trabajo de las empresas españolas en Latinoamérica. Estas manifestaciones se producían justo a la misma hora en que Miguel Angel Moratinos vaticinaba en el Senado una «rápida recuperación de la normalidad diplomática» con Venezuela, prueba evidente de que nuestro pánfilo ministro de Exteriores no maneja buena información.
Desde el momento en que se inició esta crisis diplomática, el PP recomendó la llamada a consultas del embajador como gesto de firmeza. Es cierto que Chávez acostumbra a pronunciarse en términos similares acerca del presidente de Estados Unidos y este país no ha recurrido a esa medida excepcional, que puede tensar más las relaciones. Pero lo que resulta a estas alturas evidente es que va a hacer falta algo más que las simples llamadas a la concordia para reconducir la situación. Hasta ahora, el discurso de Zapatero sólo ha servido para envalentonar a Chávez, considerado un aliado por la diplomacia española hasta hace cuatro días. Otra razón más para revisar la política exterior.
|