Si la pasividad del Gobierno español en la polémica con Hugo Chávez era una estrategia para enfriar la situación o el simple resultado de nuestra incompetencia en política exterior, ya no importa demasiado. Lo cierto es que hoy, cinco días después del incidente en Santiago de Chile en el que tuvo que intervenir el Rey, la situación está mucho peor que al principio. El presidente venezolano ha aprovechado la flaqueza de la diplomacia española para tratar de convertirse de agresor en agredido. En su envalentonamiento, horas después de presentar a los españoles como degolladores de indígenas, ayer anunció represalias contra las empresas españolas que, dijo, «van a tener que empezar a rendir más cuentas», y a las que va «a meterles el ojo, a ver qué están haciendo aquí».
Conviene no olvidar que fue Chávez el que inició esta crisis insultando de forma gratuita a España en la persona de un ex presidente del Gobierno, y que a los gestos iniciales de firmeza de Don Juan Carlos y del presidente Zapatero ha seguido un repliegue de velas que el caudillo venezolano ha aprovechado estratégicamente. Es muy revelador que, todavía ayer, el ministro de Asuntos Exteriores se empeñaba en subrayar que Chávez «tiene la voluntad de mantener buenas relaciones bilaterales» con España, cuando ya era evidente para cualquiera que el presidente venezolano se había extralimitado unas cuantas veces.
Con todo, el discurso del presidente de Venezuela ha persuadido a más de uno de que es España la que debería dar explicaciones por el incidente con el Rey. Si desde IU y ERC ya se criticó al Monarca, un diputado ecologista elegido en las listas del PSOE denunció ayer en el Congreso que Don Juan Carlos «sobrepasó la Constitución» con unos modos «inaceptables» y dañando la imagen de España en Latinoamérica al tratar de hacer callar a Chávez. Es de suponer que el Grupo Socialista tomará alguna medida contra su diputado, pero tendrá que aclarar si volverá a buscarle acomodo en sus candidaturas y responder a una pregunta obvia: ¿qué clase de aliados lleva al Parlamento?
Empieza a dejar de ser sorpresa que, a estas alturas del partido, nuestros mejores embajadores hayan sido el Rey y el cantante Miguel Bosé que, a raíz de la polémica, ha descartado actuar en Venezuela mientras Chávez sea presidente. Y deja de ser sorpresa porque, ayer mismo, el ministro de Exteriores volvió a dar una nueva muestra de lo alejado que está de la realidad. Justo cuando iba a empezar en Bruselas la votación para elegir al nuevo presidente del Comité Militar de la OTAN, dijo que el candidato español, el general del Ejército Félix Sanz, tenía «muchas posibilidades» de lograr ese cargo. Baste decir que quedó descartado en la primera vuelta, en una situación similar a la que sufrió hace ahora un año la ministra de Sanidad, Elena Salgado, a la que se presentó como probable directora de la Organización Mundial de la Salud, con el fiasco conocido.
A tenor de los hechos, y con los precedentes que ya acumula nuestra política exterior, habrá que plantearse la posibilidad de acometer cambios profundos.
|