Fernando Fernán-Gómez apareció ante los espectadores en la representación de una obra de Jardiel Porcela cuando en España aún había trincheras. Ayer, 67 años después, desapareció parsimonioso, igual que desaparecía su personaje en Todo sobre mi madre. La de Almodóvar no fue su última película, pero simboliza la longitud de su figura. Fernán-Gómez llegó a nuestras vidas cuando había autores del 27 (del otro), fascistas y miseria, y se fue cuando los españoles ganaban premios Oscar.
Claro que Fernando Fernán-Gómez no fue sólo un testigo de 70 años de historia; fue, en el sentido más amplio de la palabra, un actor. O, mejor aún, un autor.
Y eso que, en principio, Fernán-Gómez iba para galán desgarbado y narigudo. Con ese aspecto había vuelto desde las américas el hijo de la actriz Carola Fernán-Gómez para hacer una carrera como Dios manda (Filosofía y Letras). Pero un día empezó a subir a los teatros por inercia.
Después, llegaron las primeras películas de la posguerra (ocurrencias nevillianas rebajadas y comedias costumbristas) y el actor se convirtió en una cara simpática. Aunque él quería más. «Con nueve años, sentía la necesidad de contar historias», relató, Fernán-Gómez, 70 años después. Así que llegaron las historias: películas de éxito (Mambrú...) y de oscuro culto (El extraño viaje); novelas y obras de teatro (EL MUNDO censó El viaje a ninguna parte entre las 100 mejores novelas españolas del siglo XX); y libros de memorias (El tiempo amarillo).
En paralelo, Fernán-Gómez creó un personaje público paradójico: cuanto más cascarrabias, más imprescindible. Necesario para su gente, desde Aleixandre hasta Umbral; desde Mingote hasta el doctor Portera. Y fundamental, como un patriarca lúcido, entrañable y un poco colérico para la sociedad española, que lo reconoció con el Príncipe de Asturias, el Goya de Honor y el Premio Donostia del Festival de San Sebastián (completado con el de Honor de la Berlinale de 2005).
Por eso, los mensajes de condolencia se acumularon ayer en cuanto se conoció la noticia de su muerte. Entre los primeros, aparecieron los telegramas de los Reyes y del Príncipe de Asturias para Emma Cohen, la pareja del actor.
José Luis Rodríguez Zapatero calificó al actor como «un extraordinario contador de historias» y César Antonio Molina recordó que «pocas personas han hecho cosas tan variadas y de manera tan buena». Mariano Rajoy destacó «su herencia, de la que todos los españoles vamos a aprender» y Esperanza Aguirre lo saludó como a «uno de los actores más grandes de su generación». El presidente del Senado, Javier Rojo, y la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, también expresaron sus condolencias.
El mundo del arte también lamentó la pérdida de Fernán-Gómez. José Luis López Vázquez se refirió a él como a «un ser irrepetible, prodigioso». Gerardo Vera, José Luis Cuerda, Angeles González Sinde, José Luis Galiardo, Lucía Bosé y Blanca Portillo también expresaron sus condolencias.
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Fernando Fernán-Gómez, en el recuerdo.