Jueves, 22 de noviembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6549.
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Que los ministros cambien a menudo es un mal, pero hay algo peor: que un ministro malo no cambie nunca (Pelet de la Lozère)
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LA POLITICA EXTERIOR / Los 'populares' califican al ministro de «buda feliz», «torpe» y «mendicante» / De la Vega sale en su defensa arremetiendo contra la diplomacia de los «pies encima de la mesa» de Aznar
El PP cerca a Moratinos por actuar como 'un buda feliz', 'torpe' y 'mendicante'
MARISA CRUZ

MADRID.- Todo apunta a que la Legislatura acabará como empezó, al menos en lo que a la política exterior se refiere: bronca y más bronca protagonizada ya por los primeros espadas del PP y del PSOE y, en medio, Moratinos, a quien la oposición cerca y considera «quemado y chamuscado».

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El enfrentamiento con el presidente venezolano, Hugo Chávez, y la retirada del embajador de Marruecos en respuesta al viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla son los detonantes que maneja el PP para reavivar la guerra exterior, para clamar por la «incapacidad» del ministro Moratinos y para reiterar que España «ha perdido peso» en el mundo a fuerza de «reírle las gracias» a personajes como el líder bolivariano. Estos son los argumentos con los que ayer dispararon sin piedad desde los escaños del PP contra los bancos del Ejecutivo. La estrategia de acoso y derribo al jefe de la Diplomacia logró uno de sus objetivos: sacar de sus casillas no sólo al ministro, sino también a la vicepresidenta primera.

El nerviosismo del ministro de Exteriores fue tal que le llevó a cometer tres lapsus de gran calado: llegó a asegurar por la mañana en el Senado que fue el PSOE, en lugar de la UCD, quien metió a España en la OTAN y, ya por la tarde en el Congreso, situó a Ceuta y Melilla bajo soberanía alauí cuando afirmó que los Reyes habían viajado «a Marruecos» y, posteriormente, confundió Letonia con Lituania al referirse al caso de los jóvenes españoles condenados por robar una bandera en el país báltico.

Del lado del Gobierno se hizo frente al aluvión de críticas cerrando filas en torno al jefe de la Diplomacia, de la misma manera que se ha hecho con la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, por el caos ferroviario en Barcelona.

También como en el caso de Alvarez, Zapatero y De la Vega han salido en defensa de Moratinos. El presidente del Gobierno lo hizo el pasado domingo y la vicepresidenta ayer mismo en la Cámara Baja.

En su opinión, la gestión del ministro de Exteriores es «extraordinaria», como aseguró la número dos del Ejecutivo en medio del griterío burlón que se elevaba desde la bancada popular.

Lo de menos era el contenido de las preguntas dirigidas al Gobierno. Todas tenían un denominador común: la acusación de «debilidad» e «ineficacia» en la acción exterior.

Tampoco hubo novedad en las respuestas del Ejecutivo, encastillado en una defensa de su política internacional que vuelve una y otra vez al recuerdo de Irak, «la foto de las Azores» y el incidente de Perejil.

Mientras la oposición asegura que el ministro de Exteriores «hace el ridículo» comportándose como «un buda feliz» que hace una política «torpe» y «mendicante», el Gobierno considera que con su gestión España ha abandonado la diplomacia «de los pies encima de la mesa y el acento tejano», como afirmó De la Vega en referencia a las estrechísimas relaciones que mantuvo Aznar con Bush.

Por parte del PP fue Angel Acebes quien rompió el fuego, reprochando a la vicepresidenta la cobardía que ha demostrado el Ejecutivo al no dar una respuesta diplomática a la «escalada de insultos» y a las «amenazas» del presidente venezolano Hugo Chávez contra España.

Acebes pidió a la número dos del Gobierno que aclarara si es cierto o no que se ha «mendigado» al venezolano, tal y como éste ha asegurado, la redacción de un comunicado conjunto que ponga fin a la crisis entre Madrid y Caracas.

Como no hubo respuesta, el secretario general del PP dio por hecho que el Gobierno «acabará pidiendo perdón a Chávez», no sin antes recordar que la «alianza» con el líder populista ha sido uno de los ejes de la «pésima» política exterior española y recordar que de lo que sucede ahora ya se había advertido al Gobierno en múltiples ocasiones.

De la Vega, nerviosa, se escudó en la teoría de que los socialistas han «devuelto España al camino de la paz y la legalidad» y han conseguido que la voz de Madrid en el mundo sea «una referencia de paz y cooperación».

El relevo del debate lo tomó el portavoz del Grupo Popular, Eduardo Zaplana, quien elevó el tiro y acusó directamente a De la Vega de haber «fracasado» en cuantas gestiones ha realizado en el terreno exterior.

Zaplana pasó revista a los viajes que ha hecho la vicepresidenta a América Latina, a Argelia, a Bruselas o a Marruecos. Todos ellos se han saldado con estrepitosos fracasos, según el PP, de manera que de nada sirve, en opinión de los populares, que la segunda del Gobierno intente tomar las riendas de la coordinación de la estrategia exterior.

Después, hubo de ser el propio Moratinos el que se defendiera del ataque directo de otros dos diputados del Partido Popular, Jorge Moragas y José Ignacio Echániz. Por la mañana también tuvo que hacer frente a las aceradas críticas del primer partido de la oposición en el Senado.

Moragas llegó a decir que «los españoles quieren un jefe de la Diplomacia que no se agusane», le instó a asumir «responsabilidades» por lo sucedido en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile y le reprochó que no haya salido en defensa del Rey y de Rajoy cuando Chávez les ha insultado.

Después, frente a Echániz, el ministro aseguró que su responsabilidad es mantener buenas relaciones con todos los países, incluida Venezuela, y recalcó que ahora está «embarcado en la normalización» de las mismas.

Para lograrlo, Miguel Angel Moratinos reclamó entonces la colaboración de todos los grupos políticos, de la misma manera que lo había hecho por la mañana en la Cámara Alta, en la que también había pedido que no se utilizara el rifirrafe con Chávez «como arma arrojadiza». De poco le sirvió el llamamiento.

Cuando acabaron los reproches a cuenta de Venezuela, comenzaron los relacionados con Marruecos. Estos corrieron a cargo de Gustavo Arístegui, quien también acabó por echar mano del encontronazo con Caracas. Arístegui, como ya hiciera Echániz, recordó al ministro que él fue quien en un programa de televisión acusó a Aznar de haber alentado el golpe de Estado que se produjo en Venezuela en 2002.

En relación con la crisis marroquí, Moratinos aseguró que se trata de un problema «totalmente superficial» y añadió que «no tiene ni pies ni cabeza». Y finalizó: «Así se demostrará cuando el embajador marroquí regrese a España».

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