Los vecinos se temieron lo peor esta madrugada. A las 00.35 horas, cuando intentaban conciliar el sueño, un sonoro estruendo les sacó de la cama. ¿Un atentado?, ¿un accidente? La realidad era que acababan de chocar dos mercancías cargados con chatarra y cisternas de líquido inflamable -al parecer disolvente y agua oxigenada-.
Un testigo que alertó del siniestro a EL MUNDO recordaba anoche cómo, a pocos metros de su vivienda, «la catenaria caída producía descargas eléctricas sin control».
Al igual que este testigo visual del siniestro, más de un centenar de personas, entre ellos muchos ancianos, fueron sacados de sus casas y no pudieron regresar hasta las 2.00 horas. Un último grupo de 25 vecinos tuvo que permanecer en las frías calles a la intemperie una hora más.
Eran los que residían en las viviendas de la calle Gaceta, justo la que se encuentra detrás del lugar donde se produjo el impacto entre ambos trenes. «Oímos un estruendo tremendo. Hasta el edificio ha vibrado. Hemos bajado a la calle por si hacía falta ayuda, pero ya había llegado la Policía», comentaba uno de los vecinos de la calle Gaceta, la más próxima al siniestro.
La colisión de los dos mercancías, que tuvo lugar a las 0.35 horas en pleno casco urbano, provocó el descarrilamiento de varios vagones y la rotura de una catenaria, lo que hizo necesario el despliegue de un amplio número de efectivos debido a la proximidad de viviendas.
Un helicóptero, varias dotaciones de Bomberos de la Comunidad de Madrid, Policía Nacional y Municipal se trasladaron a la zona y la acordonaron ante el riesgo de que se produjera una fuga de sustancias tóxicas. En ese momento se desataron las alarmas, ya que sus consecuencias podrían ser catastróficas. Uno de los mercancías transportaba tanques de líquido inflamable (al parecer, disolvente y agua oxigenada), mientras que el otro portaba chatarra.
Los servicios de emergencias se pusieron en lo peor, por aquello de la prevención, porque durante varias horas existió la posibilidad de que ambas sustancias pudieran mezclarse, lo que hubiera provocado una explosión de consecuencias no determinadas. La tensión duró dos largas horas, las que la Policía y los Bomberos estuvieron expectante hasta las 2.30 horas, momento en el que se confirmó que no había riesgo de fugas. Por suerte, los vagones afectados se encontraban vacíos, aunque sin desgasificar.
Aun así, en la zona había un fuerte olor a disolvente y se podían ver varios vagones cruzados en la vía y un aparatoso montón de chatarra.
Las causas del accidente apuntan a un fallo humano. «No descarto que me haya despistado y me haya comido alguna señal», comentaba ayer el maquinista de uno de los trenes siniestrados a un técnico de Adif que le interrogaba para esclarecer lo sucedido. La colisión se produjo en un tramo de la vía de difícil acceso. De hecho, los Bomberos tuvieron que entrar al lugar del siniestro a través del patio del colegio Doctora de Alcalá. Desde el interior del centro escolar, dos camiones de bomberos trabajaban anoche entre los amasijos de hierro para comprobar que no había ninguna persona atrapada.
Emergencias 112 confirmó hacia las 2.00 horas que no se había producido ninguna víctima y sólo fue atendido uno de los conductores de uno de los trenes al que se le dio el alta en el mismo lugar del siniestro.
«Ha venido la Policía casa por casa. Nos hemos asustado mucho porque pensábamos que pasaba algo grave», comenta una chica que esperaba poder regresar a su casa.
Los vecinos buscaban refugio en torno a la puerta de un bar en la calle Pedro Sarmiento de Gamboa. Parece que así combaten el susto y el frío. «Al principio, pensábamos que se trataba de un explosión», explicaba un hombre aliviado.