Parece que a Zapatero se le ha quedado pequeña su propuesta de «alianza de civilizaciones». Ahora propone nada más y nada menos que «un nuevo contrato del hombre con el planeta» para hacer frente al cambio climático, «el desafío más grave que se cierne sobre la vida en la Tierra».
Con este arrebato ecologista, tan sobrado de dramatismo como falto de concreción, el presidente del Gobierno trató ayer de catapultar a primera línea política el debate sobre el calentamiento del planeta, una estrategia electoral que podría volverse en su contra a tenor del varapalo que para nuestro país han supuesto los últimos informes de la ONU y la UE sobre el grado de cumplimiento de los compromisos de Kioto. Zapatero se procuró un decorado adecuado, la inauguración de dos instalaciones de energía renovable en La Moncloa, para lanzar una salva ecologista tan grandilocuente como improvisada.
El presidente adelantó que quiere situar a España a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y «en primera línea para cambiar el modelo energético». Para ello pidió a las familias que ahorren energía y anunció estímulos «en forma de incentivos y no de gravámenes», según matizaron luego fuentes del Gobierno.
Descartada la ecotasa sobre las gasolinas, parece absurdo -además de frívolo- que el presidente apueste por un cambio del modelo energético supeditado a un cambio en los hábitos de consumo. Según la ONU, España fue en 2005 el país de la UE más alejado de los compromisos de Kioto sobre la reducción de la emisión de CO2. Y según un informe emitido ayer mismo por Bruselas, nuestro país seguirá siendo en 2010, con Portugal, la potencia más contaminante de Europa. Cabe recordar que en sólo 15 años España ha aumentado un 52% sus emisiones con efecto invernadero y que, hoy por hoy, es el país de la UE que más depende del petróleo.
La pregunta clave es si puede o no España prescindir de la electricidad que actualmente produce mediante la combustión de fuel o carbón sin plantearse seriamente y sin complejos la alternativa nuclear. El Gobierno, en virtud de un ecologismo más próximo al decálogo del buen salvaje que a cualquier pronunciamiento prudente y práctico, se comprometió a iniciar en 2009 el desmantelamiento de todas las centrales nucleares españolas, un objetivo fútil desde el punto de vista de la seguridad, cuando en Francia hay medio centenar de plantas a pleno funcionamiento.
Para cambiar el modelo energético hay que retomar con seriedad el debate sobre la energía atómica y lograr una política nacional consensuada, con objeto de avanzar hacia una política común europea de la energía. También hay que revisar las tarifas energéticas y, de forma complementaria, ampliar las fuentes de producción renovables. Es evidente que Zapatero ha querido recuperar terreno, después de que Rajoy anunciara su propuesta de exención fiscal a las rentas bajas, echando mano de demagogia verde. No hace caso a Felipe González, quien hace una semana abogó por replantear el debate ante la «imparable implantación de la energía atómica».
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