Los venezolanos acudieron a votar la reforma constitucional propuesta por su presidente, Hugo Chávez, pero sin entusiasmo. Los datos de participación que arrojaban las primeras encuestas a pie de urna rondaban un escaso 50%. También daban la victoria a Chávez, pero, entrada la noche, su vicepresidente Jorge Rodríguez reconocía lo «reñido» del recuento.
Los sondeos extraoficiales fueron realizados por PLM Consultores, Datanálisis y el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), y anunciados por el Gobierno, pese a que la ley venezolana prohíbe su publicación antes de los datos oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE), que no habían llegado al cierre de esta edición. PLM Consultores daba un 54% al sí y un 46% al no; Datanálisis, un 56% al sí y un 44% al no; y el Instituto Venezolano de Análisis de Datos, un 53% al sí y un 47% al no a la aprobación de la reforma de la Constitución que amplía los poderes del presidente, Hugo Chávez, y le permite presentarse indefinidamente a su reelección.
Es la votación más «reñida» a la que se haya enfrentado Chávez, como reconoció el vicepresidente Rodríguez, quien recalcó que el Gobierno acatará «la decisión del árbitro [la CNE] sea cual sea, se gane o se pierda, aunque sea por sólo un voto».
Poco antes, tres ministros explicaron a Reuters bajo condición de anonimato que los datos preliminares que manejaba el Ejecutivo daban al sí una ventaja de unos seis puntos. De confirmarse, ésta sería la victoria más estrecha a favor del líder bolivariano, quien fue reelegido por seis años en diciembre con una abrumadora mayoría de mas del 60% de los votos y una baja abstención.
Así, también los bajos datos de participación revelan cuán dividida se encuentra la sociedad venezolana.
Poco después del inicio del escrutinio se alzó la primera voz del Gobierno, la del ministro de Información, William Lara, para señalar que la oposición conocía el resultado. En declaraciones al canal privado Venevisión, Lara pidió que la oposición admitiera el resultado y mostrara «su grandeza democrática».
De inmediato le contestó el dirigente opositor Gerardo Blyde, quien pidió al Gobierno venezolano que no perdiera la calma ante los datos oficiosos que se manejaban anoche y que no tratara de anticipar resultados veladamente. «Ellos también conocen los resultados y el Gobierno está obligado a mantener la calma. Hay que esperar. Lo mejor es no precipitarse: calma por allá y calma por aquí», declaró Blyde a la prensa.
Pero la oposición no podía ocultar su satisfacción, al menos por lo «reñido» del recuento. Diversas fuentes apuntaban a que el no estaba cerca de la victoria y en Venevisión las imágenes de la sede opositora eran de gran alegría.
Durante la jornada, la votación se desarrolló entre serias irregularidades. Según denunciaron los observadores españoles, en el mismo colegio donde el presidente votó, faltaban testigos de mesa. El eurodiputado del PP Luis Herrero -observador internacional, junto al también eurodiputado del PP Carlos Iturgaiz- subrayó que no se puede hablar de fraude, pero sí que el proceso no fue el ejemplo de cultura cívica del cual presumía el presidente venezolano.
Nada más comenzar su periplo por los colegios electorales de la capital, los españoles observaron que el autocar en que viajaban era seguido por un grupo de motoristas. En determinado momento, los observadores detuvieron el vehículo y pidieron a sus seguidores que se identificaran. «No se dignaron a hacerlo; tampoco hacía falta, ya que la filiación de estos grupos es de sobra conocida. Nos llamó la atención que no llevaran matrículas», dijo Herrero. En efecto, los comandos bolivarianos u otros grupos afectos al régimen circulan en motos sin placas y es común que sigan a quienes consideran del bando de «la oligarquía».
«En un colegio la mesa empezó a funcionar sin testigos de la oposición. En otro faltaban los vocales del oficialismo y algunos partidarios del sí iban a votar escoltados por otra persona. Quizás se tratase de un familiar... o tal vez no», dice Herrero.
Otra particularidad que despertó la sospecha fue la lentitud con que se desarrollaba el proceso en ciertos distritos bastiones de la oposición -como el barrio residencial de Altamira- donde la gente tuvo que esperar entre tres y cuatro horas para cumplir con su deber cívico. «No hubo un solo lugar de los que visitamos en que se pudiera decir que las cosas marchaban como se debe. Si se suman todas las incidencias que enumeraba, se obtiene un resultado que deja bastante que desear», concluyó Luis Herrero.
A las 4.30 horas, los caraqueños se despertaron al son de un trompetazo. Aún incrédulos, recordaron que Hugo Chávez había advertido que muy temprano los llamaría a votar con un toque de diana, igual que cuando él era recluta en un regimiento de artillería. Acatando las instrucciones del jefe supremo, los comandos bolivarianos recorrieron la ciudad, atronando las calles con aquel sonoro llamado. Al poco, la gente empezaba a formar colas.
El presidente acudió a votar vestido de rojo y con el mejor de los ánimos, junto a una de sus hijas, y dos de sus nietos. El caudillo presionó el pulgar en la placa caza-huellas, un novedoso método para Chávez «a prueba de plagios» y luego acercó a uno de los bebés, para que pusiera el dedito en la lámina. «Desde muy pequeños deben aprender las reglas de la democracia. Y con mayor razón en Venezuela, el país que ha batido todos los récords de votación, como se exige en un sistema participativo», expresó el jefe de Estado.
Aunque la ley electoral que él mismo ratificara prohíbe cualquier manifestación de proselitismo, Chávez no se privó de hacer declaraciones: «A los observadores y a los periodistas extranjeros que nos dignan con su presencia quiero aclararles: en este país los debates son muy calientes, como el sol del Caribe. Pero las reglas del juego se respetan, como esta noche, cuando se haya anunciado el triunfo de los que estamos construyendo la nueva patria: la Venezuela del siglo XXI».
En el municipio de Baruta y en el barrio de Sabana Grande, los adversarios se arrojaron piedras y botellas en sendas grescas que terminaron con heridos. A mediodía, Gustavo Rangel, ministro de Defensa, compareció ante la prensa para llamar a los ciudadanos a «mantener la calma, no responder a provocaciones». Con voz cansada, dijo: «Aspiro a que esta noche, y en días venideros, los venezolanos sigan conviviendo como hermanos».
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