El último informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), que pondera los conocimientos de más de 400.000 estudiantes de 15 años en 57 países, ha deparado un suspenso sin paliativos a España. En conocimientos científicos y matemáticos, nuestro país está sólo ligeramente por debajo de la media de los de los países desarrollados. Pero en una capacidad nuclear como es la comprensión lectora, España no sólo está en el furgón de cola del club de los países ricos -sólo por delante de Grecia, Turquía y México-, sino que ha experimentado el deterioro más grave en comparación con los informes de 2003 y 2000. Este dato es alarmante además si tenemos en cuenta que un 28% de los jóvenes entre 14 y 24 años reconoce no leer nunca, según el último estudio del Gremio de Editores.
La comprensión lectora mide la capacidad para entender, usar y analizar textos, por lo que su empeoramiento es definitorio de un sistema educativo calamitoso que comienza en la LOGSE de Felipe González, y entronca en la LOE de Zapatero, en el que la cultura del esfuerzo y la disciplina ha sido sustituida por una falsa equidad basada en la ley del mínimo esfuerzo. Es sintomático que sólo el 5% de los alumnos españoles obtenga rendimientos excelentes, mientras que en el resto de países avanzados este porcentaje es justo el doble. Llaman la atención también los diferentes resultados que ofrecen unas y otras comunidades. Mientras La Rioja destaca en todas las variables, Andalucía ofrece parámetros de casi subdesarrollo. Es decir, a la falta de calidad del sistema cabe añadir el agravante de una descentralización competencial que no sólo ha quebrado la cohesión en los contenidos de los manuales -como ha denunciado EL MUNDO-, sino que ha dado lugar a un país con varias velocidades en educación.
Zapatero eludió ayer cualquier responsabilidad sobre el fracaso del modelo español al asegurar que «lo que más determina la educación de una generación es la que tuvieron sus padres». La teoría del «retraso histórico» no justifica las malas notas de un informe PISA que aún no recoge el efecto de la inmigración en las aulas, y que ya advierte una diferencia cualitativa entre quienes se educan en colegios privados y quienes padecen la enseñanza pública. Son malas excusas del mismo dirigente que se ufana de presidir la octava potencia económica mundial.
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