La concentración celebrada ayer en Madrid bajo el lema «Por la libertad, para la derrota de ETA», aunque fue convocada por los principales partidos, sindicatos y organizaciones empresariales, encontró en Mariano Rajoy a su principal y casi único protagonista. Físicamente, porque, en ausencia del presidente del Gobierno, de los vicepresidentes y del ministro del Interior, era la primera figura política. Todos los focos fueron para él. Además, tanto por las muestras de afecto que recibió como por la presencia de banderas españolas, no era difícil adivinar que la mayoría de los asistentes simpatizaba con el PP. Pero, lo que es más importante, Rajoy pudo capitalizar su posición política: ayer él permanecía en el mismo sitio que ha ocupado durante toda la legislatura en materia antiterrorista y han sido las demás fuerzas las que han cambiado de discurso para pedir ahora la «derrota» de la banda.
Es inevitable que sobre la actuación de estos partidos conversos caiga la sospecha del oportunismo: se han sumado en el último momento a la tesis de que hay que combatir a ETA después de haber dado oxígeno a la banda durante demasiado tiempo y siguen sin adoptar decisiones clave que podrían terminar de acorralar a los terroristas. Quizás a ello se deba la frialdad del acto de ayer. Se les notaba demasiado que no creen en lo que dicen. Todo duró apenas cinco minutos y, a tenor de lo visto, no hubo demasiado interés por parte del PSOE ni del bloque que ha venido dándole apoyo por convocar a sus militantes, lo que explicaría la baja asistencia, insólita en Madrid para una cita de estas características. No hay que olvidar que la concentración fue promovida desde el Gobierno, de él partió la idea de reunir a todas las fuerzas políticas y, por lo tanto, suya es la responsabilidad de lo deslucida que resultó. Su control explica, por ejemplo, que fuera una sindicalista la encargada de leer el manifiesto. De lo poco motivador que estuvo el partido del Gobierno da cuenta la ausencia del presidente Zapatero que, se vista como se vista, responde al miedo escénico de encontrarse con un abucheo en las calles de Madrid a cuatro meses de las elecciones. Su oportuno viaje a Bayona para visitar al guardia civil herido no es excusa para ausentarse de la primera iniciativa unitaria contra ETA. Lo mismo cabe decir de la presencia de miembros del Ejecutivo, sólo a título personal o en representación del partido.
Da toda la sensación de que el PSOE y quienes han venido siendo sus socios acudieron ayer al acto sin convicción y arrastrando los pies. Como si no terminaran de creerse el lema, que les obliga a poner todos los medios para derrotar a los terroristas. Elocuente es también el hecho de que Lorenzo Milá, presentador del Telediario, confundiera el lema de la concentración de Madrid. En su crónica, convirtió la protesta contra ETA en un acto «por la paz», desvirtuando de raíz el sentido de la convocatoria. El único que claramente aceptó ayer las bases de la concentración fue el PP, cuya plana mayor estuvo arropando a su líder y en sintonía con los deseos y sentimientos de su electorado.
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