JAVIER ESPINOSA. Corresponsal en Oriente Próximo
El presidente iraní Mahmud Ahmadineyad afirmó ayer que el informe de los servicios secretos de EEUU que confirma que su país no persigue una bomba atómica es «un balazo en la cabeza de aquellos que llenaron el mundo con mentiras y amenazas bajo la tesis falsificada de que Irán tenía un programa de armas nucleares».
La explícita sentencia del mandatario se produjo ante miles de personas congregadas en la ciudad occidental de Ilam, en medio de la gira nacional que el líder realiza para recabar apoyo político. Ahmadineyad no dudó en calificar de «victoria iraní» la conclusión de los espías estadounidenses y aprovechó la coyuntura internacional en clave interna al atacar a los que calificó de «traidores» que según él «se agarraron de la mano del enemigo y nos presionaron para dar ventajas al enemigo y replegarnos» en la crisis nuclear.
La Administración Bush podría descubrir ahora que el último informe de su servicio de Inteligencia podría revertir todos los esfuerzos que Washington ha dedicado durante años para atacar al régimen iraní, reforzando a la postre a personajes del sector más conservador, como Ahmadineyad.
«Ahmadineyad tiene la oportunidad para mostrar que su resistencia tiene resultados para el pueblo iraní. Cualquier [nueva] sanción le ayudará a decir al pueblo que la intención de EEUU no es impedir que los iraníes obtengan un arma nuclear sino que está dirigida contra el pueblo iraní», manifestó Amir Mohebian, un analista de un diario conservador iraní a Reuters. El reciente análisis de la Inteligencia de EEUU no sólo supone un refrendo para el dirigente iraní, sino que podría tener un profundo impacto en el desarrollo del programa nuclear.
Ayer mismo, Ahmadineyad ya anunciaba que tiene planes para construir 50.000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio «para suministrar combustible a una sola central nuclear durante un año»
Mientras, tanto Rusia como China se han apresurado a anticipar de forma indirecta su previsible oposición a las nuevas sanciones contra Teherán que pretendían imponer EEUU, Francia y Gran Bretaña, lo que de facto podría enterrar dicha iniciativa. «Las cosas han cambiado», apuntó Pekín en un explícito comentario.
El daño que ha infligido el dossier a la credibilidad de la Casa Blanca en la crisis iraní resulta todavía difícil de prever, pero tanto Moscú como el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed El Baradei, han recordado que ambos habían dicho lo mismo durante años.
«Irán puede sentir que se ha vengado de alguna manera», dijo El Baradei, sometido a una campaña de linchamiento político. Rusia fue incluso más allá y por boca de su ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, cuestionó todas las conclusiones de la Inteligencia norteamericana sobre Irán. «Nunca hemos tenido informaciones sobre un programa nuclear armamentístico iraní, ni siquiera antes de 2003», dijo Lavrov.
Los analistas de EEUU indicaron que Irán tuvo un programa de armas nucleares hasta otoño de 2003, cuando lo detuvo, pero esos mismos expertos habían dicho todo lo contrario en 2005. Entonces afirmaron que no tenían duda que Teherán seguía buscando un arma atómica.
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