Fue la de ayer una conmemoración de la Constitución triste y marcada por el atentado de ETA que ha costado la vida a dos agentes. Manuel Marín aprovechó la ocasión para denunciar la crispación que ha caracterizado la actividad parlamentaria en la legislatura que acaba y pedir un cambio de actitud para el futuro.
Zapatero asintió e incluso se sumó luego a las palabras del presidente del Congreso: «Tengo la intención de trabajar en favor de la unidad con toda mi voluntad y estoy seguro de que todos estaremos a la altura de las circunstancias».
El problema es que quien no ha estado a la altura de las circunstancias es el propio presidente de Gobierno, que ha dinamitado durante estos tres años y medio cualquier puente de entendimiento con un hombre moderado y razonable como Rajoy.
Zapatero se presentó ayer como un adalid del consenso, pero lo cierto es que el líder socialista ha buscado en esta legislatura el apoyo de los nacionalistas en temas esenciales como la política antiterrorista y el Estatuto de Cataluña, para poder marginar en esas ocasiones clave al PP.
Conforme se acercan las elecciones, Zapatero se aleja de los partidos nacionalistas y tiende la mano a Rajoy, al que llamó por teléfono anteayer para informarle de los últimos detalles sobre las detenciones de dos de los autores del atentado de Capbreton.
En ese sentido, es significativo que, por primera vez desde las elecciones municipales, Zapatero sugiriera ayer que el Gobierno está dispuesto a instar la ilegalización de ANV, una petición que el PP ha venido formulando de manera insistente.
Zapatero afirmó que «la legalidad de ANV es mucho más frágil hoy que ayer». La frase es una declaración de intenciones, pero no es cierto que ANV haya hecho en las últimas horas algo que contradiga su trayectoria. Si no ha condenado el último atentado, tampoco condenó los anteriores. Desde la campaña electoral, quedó claro que ANV era el último instrumento de Batasuna para burlar la Ley de Partidos y que no tenía ningún propósito de desmarcarse de la violencia de ETA.
Lo que realmente ha cambiado son las circunstancias políticas: la banda terrorista ha roto la tregua y ha vuelto a asesinar, las Fuerzas de Seguridad del Estado han encarcelado a numerosos dirigentes de Batasuna como Otegi y la opinión pública reclama con más fuerza que nunca que los partidos cierren filas para derrotar al terrorismo.
Lo que no es que se haya vuelto «frágil» sino que verdaderamente se ha hecho añicos es la política de diálogo del Gobierno con ETA y la izquierda abertzale. Mariano Rajoy es perfectamente consciente de ello y prefiere facilitar el giro de Zapatero en la buena dirección a recriminarle por los errores del pasado. «Me gustaría escucharle que no va a negociar con ETA, pero no se lo voy a exigir», dijo el lider del PP, que cree - con buen criterio- que lo importante es ahora que el Gobierno promueva la ilegalización de ANV y siga con la persecución policial.
Habrá quien se pregunte si Zapatero está cambiando porque se ha dado cuenta de sus errores o por mero tacticismo, forzado por la proximidad de las elecciones. Siempre es arriesgado hacer juicios de intenciones, pero lo que sí cabe es felicitarse de que el Gobierno se proponga ilegalizar ANV y haya empezado a apretar las tuercas a la izquierda abertzale.