Sábado, 8 de diciembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6565.
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Gurpegui, un ídolo en la reserva
SANCIONADO POR DOPAJE HASTA ABRIL, TODOS LOS JUGADORES DEL ATHLETIC Y DE LA CANTERA LLEVAN UNA PULSERA DE APOYO SU EQUIPO LE RECORDARA CON UNA PANCARTA ANTE EL MADRID
JON RIVAS

BILBAO. - Hace tiempo que Carlos Gurpegui (Andosilla, 1980) interiorizó su sanción por dopaje. Esta semana se cumplen cinco años desde que la Federación Española de Fútbol avisó al Athletic y al jugador de que se había detectado en la orina del futbolista un valor irregular de 19-norandrosterona, un metabolito de la nandrolona. Fue casi tres meses después de que se realizara el control.

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Una llamada de teléfono alertó a Sabino Padilla, el médico del Athletic. Era el presidente, Javier Uria, que falleció un año después.

-Sabino, hay un positivo.

-¿Qué me dices? ¿Quién?

-Gurpegui, por nandrolona.

-Tranquilo, presi. Es imposible.

Ese día comenzó el calvario de Gurpegui, pero cuando faltan poco más de cuatro meses para que cumpla su sanción -quedarán cuatro jornadas para acabar la Liga-, se permite, incluso, hacer bromas sobre su situación personal. Pasea por Lezama después de hacerse unas fotos. Saluda a un periodista que entrevista desde un rato antes a su compañero Iraola. Le dice: «Déjalo ya, que tenemos entrenamiento a la tarde y no va a llegar». El reportero contesta: «A tí qué más te da. Total, tú no puedes jugar...» Gurpegui le hace una peineta. Los dos se ríen con ganas.

No puede jugar. Desde hace más de un año. El tribunal de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional ratificó la decisión del Consejo Superior de Deportes a instancias del comité de competición de la Federación Española de Fútbol por la que se le sancionaba con dos años por dopaje. Sólo otro futbolista, Everton Giovanella, que hace un mes volvió a los terrenos de juego en un equipo de Tercera División, cumplió una sanción parecida. Los demás, incluido Guardiola, positivo por la misma sustancia que Gurpegui y absuelto hace algunas semanas por un tribunal italiano, se salvaron.

Giovanella y Gurpegui, que durante este tiempo han mantenido una fluida relación telefónica, «aunque desde que ha vuelto a jugar no he podido hablar con él», siempre clamaron por su inocencia. Cuando la Agencia Mundial Antidopaje alertó sobre el descubrimiento de la posibilidad de que se pudieran producir falsos positivos por un fenómeno denominado «orina inestable», ambos mantuvieron la esperanza de que sus casos se resolvieran favorablemente.

La AMA desveló que varios laboratorios homologados habían descubierto que en determinadas condiciones de conservación, la orina podía experimientar unas reacciones químicas que alteran el nivel de 19-norandrosterona, pero los jueces no estimaron la alegación.

Eso pese a que los índices del metabolito eran claramente inestables en los análisis de Gurpegui -5,3, 9,8, 7,8 y 9,5-, cuando en la misma orina deben ser idénticos siempre. También a pesar de que un análisis capilar realizado en el laboratorio Pasteur demostraba que Gurpegui no había consumido nandrolona.

El futbolista del Athletic era un recién llegado al equipo cuando dio positivo tras un control en el partido Real Sociedad-Athletic que abría la temporada 2002/03. Ahora es uno de los veteranos de la plantilla. Tiene 27 años, es un futbolista muy maduro. Con las intermitencias generadas por el desarrollo de su caso ante los distintos comités, fue titular indiscutible para todos los entrenadores: Heynckes, Valverde, Mendilibar y Clemente. Con Sarriugarte y Mané ya no pudo jugar. Era el Makelele del Athletic. Su influencia en el resto de los jugadores del equipo resulta innegable: «Me gusta. Yo también me fijé mucho en los veteranos cuando llegué. Era la generación de los Urrutia, Alkorta o Alkiza. Ahora veo que los chavales me hacen caso cuando les hablo. Aprenden de los que llevan más años. Eso es básico. En el Athletic creo que debe ser así».

En diciembre de 2002 comenzó una historia que aún no ha terminado. Gurpegui cuenta los días. Sin caer en el desánimo. «Creo que esta historia me ha hecho muy fuerte mentalmente. Desde que ocurrió aquello he creído que seguir centrado en mi trabajo era fundamental. Haciendo cuentas, pienso que sólo me he perdido un par de entrenamientos desde que no puedo jugar».

Será por eso que Joaquín Caparrós, su actual entrenador, se deshace en elogios hacia Gurpegui. «Es un ejemplo. Como futbolista y como persona. Es más: se cuida tanto que si un sábado, con el equipo concentrado para un partido al día siguiente, me avisan de que Carlos puede jugar, le llamo de inmediato, entra en la convocatoria y juega».

El futbolista sueña con ese día. «Me pongo fechas para estar centrado. Ahora pienso que la Navidad está cerca y después llega el año nuevo, un mes menos. Luego pensaré en la Semana Santa. El día más feliz será mi primer partido en San Mamés». Es consciente de que ese día la Catedral se volcará. Miles de aficionados del Athletic que ahora portan pulseras verdes en las que se lee «Gupegui, justicia», le ofrecerán un recibimiento que no olvidará. «Seguro que será algo para poder contárselo a mis hijos y a mis nietos», comenta.

Las pulseras son parte de esta historia. Todos los miembros del club llevan una, desde el presidente hasta el último empleado de Lezama. Por supuesto, los jugadores de todos los equipos del Athletic, miles de aficionados y también muchos periodistas. Gurpegui siempre se ha sentido arropado. Desde que cumple la sanción, sus compañeros saltan al campo con un brazalete verde y una pancarta reivindica cada domingo su nombre en San Mamés.

«Dentro de lo malo», dice, «lo mejor es el cariño de la gente. Lo siento a cada paso. Cuando voy a un centro comercial, cuando me tomo una coca-cola en un bar. Siempre hay palabras de apoyo, sonrisas, ánimos. Vienen amigos míos, de Navarra, y se quedan impresionados por el afecto que me demuestra todo el mundo. Cuando me dejen jugar, lo intentaré devolver desde el campo».

Será en abril, a pesar de los esfuerzos por rebajar la sanción. Ana Urquijo trató de convencer a las altas instancias de la Federación y el CSD de la conveniencia del indulto. El nuevo presidente, Fernando García Macua, tomó el testigo, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Ni siquiera la eliminación del organigrama del Athletic de Sabino Padilla, siempre bajo sospecha aunque sin pruebas en contra, sirvió. Hace una semana, en Tolosa, el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, echó agua al fuego: «No está en nuestra mano. Un juez determinó que debía cumplir la sanción. Ahora pido respeto para él en los meses que le quedan». Lissavetzky conoce a la familia de Gurpegui. Ha hablado con sus padres en varias ocasiones. También con el jugador. Pero es inútil.

Así que Carlos Gurpegui se lo toma con filosofía. Cada día acude a Lezama. Se entrena con intensidad, aunque sabe que los viernes, en la pizarra, su nombre no aparecerá en la lista de convocados. «Si el Athletic juega en San Mamés, voy a verlo. Si juega fuera a veces también» -estuvo en Valladolid hace unas semanas-. «Si no, el sábado entrenamos por la mañana los no convocados y el domingo también voy a Lezama junto a algunos, como Javi Casas, que no tiene ficha. Por la tarde, ya se sabe, el partido por televisión».

Lo peor es no poder ayudar al equipo. «Sobre todo si las cosas van mal. Da muchas rabia, aunque el pasado domingo, sin ir más lejos, con el Valencia, cuando marcaron el tercer gol y se fueron todos a abrazarse al banquillo, se me ponían los pelos de punta. Me entró una envidia terrible al ver a todo el equipo junto después de dos años tan malos. ¡Cuánto me hubiera gustado estar ahí abajo!». De momento no puede ser.

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