La entrevista que publica hoy nuestro periódico con Iñigo Urkullu, nuevo presidente del PNV, es un documento de especial interés no ya porque las ideas del nuevo líder nacionalista son poco conocidas fuera del País Vasco sino, sobre todo, porque define con meridiana claridad una hoja de ruta hacia la autodeterminación.
Urkullu defiende abiertamente una mesa de partidos «sin exclusiones», en la que esté representada la izquierda abertzale a través del PCTV; es decir, del penúltimo disfraz de Batasuna. Esa mesa tendría que plasmar «el derecho a decidir» de los vascos al margen de la Constitución y el Parlamento nacional.
El líder nacionalista considera que la presencia de Batasuna en la mesa de partidos sería «una oportunidad» para esta formación demostrara que es capaz de «no estar sometida a los designios de ETA». Su razonamiento roza la ingenuidad, ya que Batasuna es el brazo político de ETA. Al margen de que lo diga el Tribunal Supremo, todo el mundo en el País Vasco sabe que es así.
Urkullu propugna un modelo de Estado plurinacional en el que el País Vasco tendría una especie de asociación privilegiada con el resto de España. «No admitimos el veto de unos ni de otros», asegura, lo que significa que las instituciones del Estado deberían asumir el pacto de los partidos vascos.
Josu Jon Imaz había propugnado una consulta «en un escenario de ausencia de violencia», con un resultado que reflejara «una mayoría social» más amplia que la simple mitad más uno. Urkullu dice ahora -sumándose a las tesis de Ibarretxe- que el PNV debe «continuar por su propio camino» sin dar pie a ETA a «tutelar la acción política» de los vascos. Admite también que la consulta de Ibarretxe sobre el derecho a la autodeterminación podría salir adelante sólo con la mitad más uno de los votos que se emitan.
Urkullu comienza en esta entrevista defendiendo «una interpretación leal» de la Constitución y luego asegura que la disposición adicional primera -que reconoce los derechos históricos de los vascos- ofrece un camino a recorrer.
Será difícil que el País Vasco pueda lograr más autogobierno del que ya dispone, pero eso puede ser discutible. Lo que no tiene sentido es que el líder del PNV haga esa proclamación de fidelidad a la Carta Magna y luego abogue abiertamente por el derecho de autodeterminación y la creación de un nuevo marco jurídico-político al margen de la Constitución.
Da la impresión de que el nuevo presidente del PNV intenta mantener un equilibrio entre las posiciones moderadas de Imaz y el ala radical del partido, en sintonía con Ibarretxe y Egibar. Pero su postura se decanta mucho más hacia las tesis de los segundos que inciden en la necesidad de impulsar la construcción nacional, haciendo abstracción de la violencia de ETA.
Imaz sostenía que primero era la paz y luego la política. Urkullu está diciendo que primero es la política y luego ya vendrá la paz, como si ETA estuviera dispuesta a renunciar a sus objetivos máximos. Sus planteamientos van a suponer un fortalecimiento de Ibarretxe y los radicales, lo que augura una difícil relación con el Gobierno que salga de las elecciones.
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