El MUNDO publica hoy, día internacional de los Derechos Humanos, un testimonio escalofriante sobre las torturas del Ejército de EEUU y la CIA en Afganistán y en Irak. Damien Corsetti, un soldado de la unidad de Inteligencia del Ejército, relata con detalles las actuaciones aberrantes que presenció cuando servía en los centros de detención de Bagram y Abu Ghraib.
Su relato corrobora que la tortura a los prisioneros no era un hecho aislado o fortuito sino una practica generalizada y sujeta a protocolos establecidos. Los soldados, guerrilleros o líderes islamistas que eran internados tanto en Bagram como en Abu Ghraib eran humillados y torturados de infinitas maneras.
Corsetti, que fue procesado y absuelto, describe cómo los sospechosos eran catalogados en dos grupos: los de bajo nivel, generalmente soldados, que eran interrogados brutalmente por el Ejército y los de alto, que lo eran por equipos de expertos de la CIA, con médico y psiquiatra incluido.
El Washington Post relataba ayer cómo la CIA informó a cuatro congresistas en 2002 de la práctica de torturas contra presos islamistas, entre ellas, sumergirles la cabeza en una bañera. Uno de esos cuatro congresistas era la demócrata Nancy Pelosi, actual presidenta de la Cámara de Representantes. Ninguno de ellos puso, al parecer, objeciones a esos métodos.
Esta misma semana, el director de la CIA, el general Michael Hayden, tuvo que reconocer que la agencia destruyó en 2005 vídeos en los que se veía a sus agentes torturando a terroristas de Al Qaeda.
Los tribunales de justicia de EEUU deberían investigar las responsabilidades penales de los jefes militares y los funcionarios de la Administración de alto nivel que ampararon estas violaciones de la legalidad, impropias de una democracia y de un país que siempre ha defendido los valores de la ética cristiana.
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