Entre los Veintisiete, sólo una isla que ha rechazado la autoridad de la ONU para sí misma está ahora dispuesta a batirse por la legalidad internacional y vetar el reconocimiento de Kosovo, la primera modificación de fronteras por la fuerza desde la II Guerra Mundial. Chipre es el único miembro de la UE que pretende bloquear, aunque otros, como España, tengan reticencias. Por su parte, Serbia llevará la independencia ante la Corte Internacional de la ONU y amenaza con denunciar a los países que acepten a Kosovo.
La declaración de autonomía de la provincia serbia de mayoría albanesa, protectorado de la ONU desde 1999, «coordinada» con la UE y EEUU podría llegar en febrero, justo después de las elecciones presidenciales serbias para evitar que peligre la reelección del moderado y europeísta Boris Tadic a favor de los ultranacionalistas, herederos de Slobodan Milosevic.
Pero Chipre, dividido entre el sur griego, el único que está en la UE, y el norte turco, después de que los grecochipriotas rechazaran el plan de reunificación de la ONU en 2004, asegura que no podrá aceptar la existencia de Kosovo como país sin una resolución del Consejo de Seguridad por el miedo a que el norte turco lo utilice como modelo para lograr el reconocimiento mundial.
En cambio, el precedente no preocupa tanto a otros países, como España o Eslovaquia, donde los separatistas locales pueden tomar como ejemplo la deprimida provincia arrasada por la guerra. Según Carl Bildt, ministro de Exteriores sueco, ya hay «unidad virtual» entre los europeos.
Tras el final del último intento negociador entre Pristina y Belgrado, después de dos años de charlas y cuatro meses de intensos contactos in extremis, los líderes albano-kosovares anunciaron ayer el inicio del diálogo para elegir la fecha de la independencia con sus aliados, EEUU -el más claro, encantando de poder solidarizarse con un pueblo musulmán- y la UE, más dubitativa y exigente.
Mientras los kosovares aseguraban que serán independientes «mucho antes de mayo», en Belgrado, el presidente Tadic anunció que llevará el caso ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU para que decida si la declaración de autonomía de Kosovo es legítima, aunque la sentencia tarde años en llegar. «Si algunos estados lo reconocen, podemos empezar el mismo procedimiento en las instituciones contra esos países», dijo, en una declaración televisiva para calmar a su opinión pública.
Los ministros de la UE, reunidos ayer en Bruselas, sugieren febrero de 2008 como el mes para empezar el «proceso controlado», la nueva jerga comunitaria para decir que no habrá una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que legitime la creación de un nuevo país, sino un acuerdo internacional entre europeos y estadounidenses.
«Reacción en cadena»
Aún así, algunos de los europeos reticentes, como Italia, que exige reformas en la Constitución kosovar antes del reconocimiento, intentan retrasar alguna semana más la declaración que abrirá un enfrentamiento directo con Serbia y, sobre todo, con Rusia, en conflicto constante con los occidentales y que predice «una reacción en cadena en todo el mundo» si la UE acepta a Kosovo contra la voluntad de Belgrado.
En cualquiera caso, los Veintisiete están de acuerdo en el despliegue de la misión europea de 1.800 policías, jueces y otros funcionarios que gestionarán la provincia en sustitución de Naciones Unidas, dispuesta a marchase. Incluso con la firma del divorcio oficial de los serbios, el Gobierno de Pristina seguirá dependiendo de organizaciones internacionales para su administración -también se desplegará la OSCE- y su seguridad, vigilada por 16.000 soldados, o incluso más, de la OTAN.
¿Un caso 'sui generis' o un precedente?
M. R.
BRUSELAS.- La fecha barajada entre Bruselas y Pristina para la declaración de independencia kosovar caerá en plena campaña electoral española. La propuesta es febrero, es decir justo antes de unos comicios donde previsiblemente intervendrán las polémicas regionalistas.
Miguel Angel Moratinos insistió ayer en que no existe ninguna relación entre el «debate político nacional» y la posición española, cuya única preocupación es «la estabilización de los Balcanes». Según el ministro de Exteriores, la UE reiterará que Kosovo es un caso 'sui generis' y no debe ser tomado como precedente.
El reconocimiento de la provincia será la primera modificación de fronteras en más de medio siglo sin el consentimiento de las partes ni una base legal clara. Una posible inspiración para catalanes, vascos o flamencos, para citar los ejemplos que suelen poner todos los analistas. Aún así, el Gobierno español se resiste a aclarar su posición después de meses exigiendo una resolución del Consejo de Seguridad, que ya no se presentará dada la oposición de Rusia y otros miembros.
Moratinos repitió que España defiende la «legalidad internacional», aunque, al ser interrogado sobre cómo se consigue el respeto de la multilateralidad sin resolución de Naciones Unidas, comentó: «No tengo nada más que decir».
