La promesa electoral de Zapatero de rehabilitar 500.000 viviendas en la próxima legislatura para hacerlas energéticamente eficientes es un propósito tan loable para la concienciación ciudadana de la necesidad del ahorro energético como estéril para frenar los efectos del cambio climático, que es el objetivo declarado del plan. Bastaría, por lo tanto, dedicar una pequeña parte de esa cantidad a una campaña divulgativa y emplear el resto en otros fines mucho más eficientes. Y es que, la medida ecologista estrella del PSOE, presentada ayer a bombo y platillo por el presidente del Gobierno, apenas tendrá efecto en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Con los 1.000 millones de euros que se anuncian para crear hogares verdes, se podría dejar de emitir cada año tan sólo el 0,025% de CO2 del total que produce España. Es decir, si se cumplieran las previsiones del PSOE, en 2012 el país habría dejado de producir como máximo un 0,1% de su actual nivel de gases contaminantes. Se mire como se mire, la cifra es muy pequeña; insignificante si advertimos que nuestro país sobrepasa en un 35% los límites establecidos en Kioto, y ridícula si tenemos en cuenta que el planteamiento de Zapatero es liderar la lucha mundial contra el cambio climático, tal y como ha señalado al auspiciar «un nuevo contrato del hombre con el planeta».
Con estos números no se puede argumentar con seriedad, como ayer hizo Zapatero, que estemos avanzando hacia un «nuevo modelo energético». Para hablar con propiedad de un cambio de modelo habría que tomar decisiones sobre nuestras fuentes de energía. Construir más centrales nucleares o nuevas centrales fotovoltaicas sí supondría un impulso de la política medioambiental. Comparado con ello, dar ayudas y créditos blandos para realizar reformas en los hogares -cuyo destino, por otra parte, siempre tiene un difícil seguimiento- se antoja, cuando menos, candoroso. El Gobierno de Zapatero incurre además en la paradoja de que, mientras con una mano da incentivos para la adecuación de los hogares a criterios de sostenibilidad, con la otra subvenciona el consumo de fuel y carbón para generar electricidad, es decir, el sistema de producción de energía más contaminante.
Todo ello hace que la promesa del PSOE haya de ser tomada como un intento electoral por presentar una cara ecologista en un momento en el que, ciertamente, el mundo está preocupado por el medio ambiente y las consecuencias que para su deterioro tiene al actual modelo de desarrollo. Ayer mismo, la Cumbre de Bali alcanzó su jornada clave, en la que tratarán de pactar un Kioto 2 y ayer mismo, también, el ex vicepresidente de EEUU Al Gore y el indio Rajendra Pachauri, presidente del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, recibían el Nobel de la Paz 2007. Gore insistió en la ceremonia que está en juego la «supervivencia» del planeta.
El asunto es tan serio que los intentos por ver quién coge antes la pancarta para hacerse la foto y tratar de mostrar que encabeza la lucha contra el cambio climático pueden volverse fácilmente en contra de los más oportunistas.
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