RUBEN AMON. Corresponsal
PARIS.-
Se abrazaron como hermanos y chocaron las manos como jugadores de baloncesto. Unas libertades protocolarias que se justifican porque Nicolas Sarkozy y el Rey son los artífices de las mejores relaciones contemporáneas que nunca han existido entre Francia y España.
Cuestión de química, de conveniencia y de afinidad personal, aunque el atentado de Capbreton también ha reducido las distancias que separaban París de Madrid. No sólo porque era el primer homicidio que ETA cometía en suelo francés desde 1976. También porque el desafío terrorista ha dado lugar a una alianza sin precedentes en materia de cooperación policial y judicial.
Los detalles de las nuevas unidades franco-españolas los dio a conocer el presidente Zapatero en Lisboa el fin de semana, aunque fue ayer cuando el Rey Juan Carlos escuchó el enfoque de Alliot-Marie, ministra del Interior y comensal de particular actualidad en el almuerzo de honor que Sarkozy dispensó al monarca español en el palacio del Elíseo.
También compartieron mantel los respectivos titulares de Exteriores, Moratinos y Kouchner, pero el argumento de ETA consumió muchos de los 80 minutos que prolongaron ayer la frugal comida bilateral.
«El Rey ha querido agradecer al presidente Sarkozy el esfuerzo que Francia está haciendo en la lucha contra ETA, mientras que el anfitrión ha reiterado la determinación con que va a afrontarse la persecución de la banda terrorista», señalaba una fuente diplomática española.
Y es que no hubo lugar a declaraciones oficiales ni a los discursos. Se trataba de un repas privado que Sarkozy había propuesto hace varias semanas como respuesta a la recepción que él mismo protagonizó en el palacio de la Zarzuela el pasado mes de mayo.
Lo cual no quiere decir que la convocatoria del Elíseo estuviera desprovista de la pompa ni de la circunstancia. El Rey pasó revista a un piquete de recibimiento y midió su altura con los centímetros de la guardia republicana. Nada que ver con la modesta estatura de Sarkozy, por mucho que el presidente francés recurriera al viejo truco de colocarse un peldaño por encima cuando subía la escalinata elísea con el monarca.
Fue un viaje relámpago. Tan breve y tan fugaz que Don Juan Carlos apenas estuvo un par de horas en la soleada capital francesa. Suficientes, en todo caso, para abrazar a Sarko, estudiar la cumbre bilateral del 10 de enero -será en París- y tratar a vuelapluma los episodios de reciente actualidad, como el reciente atentado de Argelia.
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