Hoy de nuevo es 15 de diciembre, y ya van 13 años desde que Alfonso Morcillo (sargento de la Policía Municipal de San Sebastián y responsable de Seguridad ciudadana) fuera asesinado a las puertas de nuestra casa.
Recuerdo aquella triste y dolorosa mañana, cuando, cayendo una fina lluvia sobre su cuerpo herido de muerte, pedía a Dios que se salvara. No sabía qué había ocurrido, pero el cuadro era aterrador. Miré al cielo y seguí rogando a Dios que nos permitiera llegar a la vejez juntos, pero no fue Dios sino tres terroristas quienes no nos permitieron disfrutar de una existencia mutua. Sobre todo a él, que le arrebataron lo mas preciado que tiene un ser humano, la vida. Murió horas después, asesinado.
Cuando ya tuve constancia de lo que había ocurrido, volví a pedirle a Dios que me permitiera vivir a mí hasta ver condenados a sus asesinos. Los tres ya están en la cárcel. Dos con condena firme y otro pendiente de ser juzgado tras su entrega temporal por parte del Estado francés.
Hace dos años, un mismo 15 de diciembre era entregado a España temporalmente Javier García Gaztelu para ser juzgado por los asesinatos de José Luis Caso (del que fue absuelto), Mariano de Juan, Enrique Nieto, Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica, y por el secuestro y posterior asesinato de Miguel Angel Blanco. Incluido mi marido, Alfonso Morcillo, con el que García Gaztelu inició su carrera de bautizos de muerte. Por todos estos casos es condenado a más de dos siglos de cárcel, además de algún estrago más.
Hace un año, este mismo 15 de diciembre fue devuelto a Francia para terminar de cumplir la pena que tenía impuesta en el país vecino. Pero lo paradójico de la situación es que, en vísperas del día 15 de diciembre de este año, vuelve de nuevo a España, a petición propia, para cumplir la pena impuesta.
La Justicia en la que las víctimas hemos depositado tanto toda nuestra confianza vuelve a ser de nuevo garante para los asesinos de nuestros seres queridos. El vuelve a casa, más cerca de los suyos y, además, por Navidad; los nuestros nunca volverán. Es más, su ausencia nos hará derramar lagrimas porque nunca más volveremos a verlos. ¡Qué país el nuestro! ¡Qué garante de los derechos de los victimarios!
Como a cualquier víctima del terrorismo, y por mucho que intentemos evitarlo, la fecha del asesinato de nuestro familiar, como cada asesinado nuevo, nos hace recordar y rememorar si cabe aún más la ausencia de los nuestros.
Es terrible que, además, en estos tres últimos años cada cerca del 15 de diciembre tenga que ver a este individuo en los medios de comunicación con sus idas y venidas.
La cara de soberbia, su mirada de odio, la complicidad con su pareja, también terrorista, como hemos visto en algunos juicios... ¡Dios mío, alguien no puede hacer algo para que permanezca de por vida en la cárcel y no volvamos a verlo más! ¿O es que lo siguiente es que nos enteremos de que comparte celda con su pareja?
Yo también volveré por Navidad a mi tierra, cerca de Alfonso, pero no lo veré. Solo podré tocar un mármol frío y las lágrimas volverán a caer como aquel 15 de diciembre de 1994, tras 12 años de ausencia.
Mi condena es perpetua y nadie puede redimirme de ella.
Caty Romero es la viuda del sargento de la Policía Municipal de San Sebastián Alfonso Morcillo, asesinado por ETA el 15 de diciembre de 1994.