Viernes, 28 de diciembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6585.
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BALANCE DE 2007 / LA CIUDAD DEL AÑO / LIZARZA
El feudo profanado
MAXI VEGA

Un valle cruzado por un río, encerrado entre montañas, siempre verde, con ovejas pastando en las laderas y caseríos dispersos.Una postal idílica, el paisaje que más gusta a los nacionalistas, esa Euskal Herria rural, bucólica, donde se puede pensar que en cualquier momento va a aparecer el 'basajaun' o una 'lamia', personajes de la mitología vasca. En el centro de esa hermosa estampa está Lizarza, 602 habitantes, feudo del 'abertzalismo' más radical, que se siente profanado en sus esencias desde que tiene como alcaldesa a una mujer del Partido Popular, Regina Otaola, que además de vasca se siente española. Jamás había ocurrido eso, pero la Justicia y 27 votos han hecho posible lo inimaginable. Y quiere ser la alcaldesa de todos los ciudadanos de Lizarza a pesar de la abierta y dura hostilidad con que es recibida.

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Lizarza se parece a muchas otras localidades del interior del País Vasco. Un pequeño núcleo de población alrededor de la iglesia y del Ayuntamiento y un rosario de caseríos diseminados por las laderas de los montes. Todavía conserva ese aspecto que tanto gusta enseñar a los que alimentan y se alimentan de las esencias del vasquismo, ese entorno rural, verde, agreste, un tanto hostil, euskaldun y abertzale.

Euskaldun y abertzale, como toda la comarca en la que se asienta, Tolosaldea. En esta zona han nacido y se han criado cientos de militantes de ETA y Lizarza, no podía ser menos, también tiene sus héroes presos y sus mártires muertos. Uno de ellos dio nombre a la plaza hasta hace sólo unos días, gudari Txirrita, el apodo del etarra José Bernardo Bidaola. La última, Inaxia Zeberio.El primero, muerto en un enfrentamiento con la Guardia Civil y la segunda, en un tiroteo con la Ertzaintza.

Un feudo del independentismo desde que en 1979, en las primeras elecciones municipales democráticas, resultara elegido alcalde Julián Zubeldia, de Herri Batasuna.

En definitiva, la pureza del vasquismo más radical hasta que los tribunales y unos pocos votos osaron profanar sus esencias y permitió que una española, una faxista, una terrorista, una ladrona se convirtiera en la alcaldesa de Lizarza. Esos fueron algunos, sólo algunos, de los calificativos con que fue recibida el primer día que pisó el pueblo Regina Otaola, alcaldesa de este bucólico lugar, de este pueblo encerrado entre montes y cerrado de ideas.

Porque idea sólo hay una, la que se alinea con el nacionalismo, el radical o el democrático. Al menos públicamente. Sólo un puñado de lizarzarras opta por opciones españolistas: la suma de los votos de PP, PSOE e IU en las últimas generales fue de 19 papeletas.

Por eso no es de extrañar el tremendo batacazo y decepción que supuso la legislatura 2003-07 para el líder del PNV, Joseba Egibar, que accedió a la Alcaldía tras la anulación de las listas contaminadas.

Hizo todo lo posible por acercarse al mundo de Batasuna, incluso cederle la mitad de los concejales, pero su partido se lo impidió.No hacía los plenos en el pueblo, no aparecía por el valle, se limitó a dejar que pasaran los cuatro años, porque también tuvo que aguantar los insultos, las amenazas y las pintadas.

Se presentó para impedir que el PP accediera a la Alcaldía y lo consiguió. Sabía que las listas abertzales no iban a pasar el filtro de la Justicia, pero ni se imaginaba el calvario que le esperaba.

Por eso no repitió en las municipales de mayo. No tuvo la valentía de dar de nuevo la cara y dejó solos a sus votantes, más de un centenar. Eso sí, les pidió que votaran en blanco para volver a impedir que el PP lograra la Alcaldía, en un intento de que esta formación no alcanzase el 5% legalmente necesario para acceder a las concejalías.

Sus cálculos fallaron porque hubo 27 ciudadanos de Lizarza que sí dieron un paso al frente y no anularon su voto dándoselo a una candidatura ilegal o votando en blanco como quería el más radical de los líderes del PNV. El PP logró casi el 16% de las papeletas válidas.

El resto de la historia ha sido ampliamente recogido por los medios de comunicación hasta convertir un pequeño pueblo en noticia permanente, en la ciudad del año.

Por Lizarza han pasado televisiones, revistas y periódicos de todo el mundo. Y los periodistas de mil lenguas diferentes se han tenido que enfrentar al silencio, a la nula colaboración para tratar de ver y entender lo que allí está pasando.

Sus habitantes no quieren hablar, unos por un rechazo radical y otros por miedo. Es evidente que la mayoría está en contra de tener una alcaldesa del PP, pero ni siquiera eso expresan.Silencio. Y el silencio suele ser expresión de temor.

Los que hacen declaraciones son siempre los mismos, los ilegalizados.Los que hablan de ocupación, de Ayuntamiento no democrático, de falta de libertad... Precisamente donde la falta de libertad para opinar abiertamente es tan ostensible que resulta abrumadora, donde los únicos que se expresan son los que se quejan de ausencia de libertad.

Los que encabezan las manifestaciones contra la alcaldesa y de entre los que sale el grito de «vas a morir». O los que por la noche queman la bandera española. O los que colocan las fotos de los presos en los balcones y sus dueños no se atreven a quitarlas por lo que pueda pasar.

Así es Lizarza. Pocas veces un pueblo tan pequeño ha centrado tanta atención. En el último medio año ha ocurrido lo impensable, que en un feudo del abertzalismo radical gobernara el Partido Popular.

¿Y cómo han vivido esta situación la alcaldesa y los concejales? ¿Cómo se relacionan con sus administrados en ese ambiente tan hostil? ¿Serán capaces de gestionar los asuntos ordinarios municipales?

«Lo más duro es no poder ir sola y cuando quieres al pueblo, tener que ir con los escoltas, avisando a la Ertzaintza para que todo esté controlado y que no nos pase nada». Así vive Regina Otaola su presencia en un territorio controlado por los más radicales del mundo abertzale.

Pero también empieza a recibir compensaciones. «La recompensa es que ha habido ciudadanos que se han acercado al Ayuntamiento para contarnos los problemas que tienen y pedirnos soluciones», afirma Otaola. Eso, que en otros lugares es lo normal, la práctica habitual de los ayuntamientos democráticos, en Lizarza es «importantísimo y gratificante», señala la alcaldesa.

«Cuando venimos al pueblo nadie se acerca a nosotras, pero notas que te están observando, que nos vigilan». Las palabras son de Laura Garrido, teniente de alcalde, y que vivió especialmente esta situación cuando en agosto sustituyó a Regina Otaola como primer edil. «Notas el odio, cómo te miran, los comentarios que hacen en voz baja».

Poco a poco están teniendo acercamientos a los vecinos que quieren que su Ayuntamiento solucione los problemas. Eso sí, la mayoría fuera de Lizarza, porque no se atreven a ir al Ayuntamiento y que les vean con sus legítimos representantes.

Garrido explica cómo tuvieron que romper esa barrera de hielo y de miedo: «Una de las primeras cosas que hicimos fue remitir una carta a los vecinos poniéndonos a su disposición e incluyendo teléfonos que no eran del Ayuntamiento, en los que se les garantizaba el anonimato».

Desde entonces han recibido decenas de llamadas pidiendo lo que cualquier ciudadano reclama a sus concejales: mejoras en los caminos rurales, soluciones en el suministro de agua, más contenedores para las basuras, arreglos en la iglesia, consolidación del puente...

Hay quien se ha atrevido a más. «Hemos estado con vecinos que nos han dicho 'dadles duro a esos que lo tienen todo controlado, que son una mafia'», relata la concejal popular. Añade que los ciudadanos les expresan que después de 24 años de consistorios abertzales «si no eran de ellos, les intentaban aplastar, marginar y tienen miedo».

«Los vecinos tiene miedo a ir a su Ayuntamiento a plantear sus problemas. Nos hemos tenido que reunir fuera de Lizarza, a escondidas», señala con pena Laura Garrido.

Pero esta situación también está cambiando y Regina Otaola constata que «ahora empiezan a venir, hay un mayor acercamiento, ya hay gente que pide hora y se reúne conmigo, pero están los otros por detrás. Aun así espero que sigan viniendo y cada vez más.Es lo normal».

La alcaldesa es clara y rotunda. Ella va a actuar como alcaldesa de todos los lizarzarras, independientemente de sus ideas. «Ni preguntamos de dónde viene, cómo piensa o de qué familia es, estamos con ellos y para solucionar sus problemas en la medida de lo posible».

El deseo de Regina Otaola hacia sus administrados es bien claro y en estos tiempos navideños casi parece la carta a los Reyes Magos: «Que dejen el miedo en casa, que sean ciudadanos libres, que vengan, que les vamos a defender, que lo más bonito es vivir en libertad, sin miedo».

Entre las primeras decisiones que tuvo que tomar la nueva alcaldesa figuró la compra de banderas españolas para colocar en la fachada y en el salón de plenos y cambiar la papelería, ya que en todos los impresos oficiales figuraba el logotipo sobre el acercamiento de los presos etarras al País Vasco. Y que todos los escritos fueran bilingües, ya que antes sólo se hacían en euskara.

Para responder a la presencia de la bandera española, muchos vecinos han colocado ikurriñas en sus ventanas y balcones. Si alguien se coloca en medio de la plaza de la Libertad (antes gudari Txirrita), tendrá a la vista 40 balcones. En 26 de ellos hay colocadas banderas vascas.

También ordenó limpiar las pintadas, entre ellas las que rezaban «Regina lurpera» (bajo tierra), «PNV-PP pin, pan, pun» o las dianas encerrando las siglas de los partidos democráticos. A los pocos días vuelven a aparecer y los niños de la guardería siguen jugando junto a grandes carteles de vivas a ETA o su anagrama.

Tuvo que cambiar todas las cerraduras del Ayuntamiento, porque los de ANV entraban y salían cuando querían, daban ruedas de prensa en el salón de plenos y se veían luces dentro de la Casa Consistorial incluso por las noches.

Estos días el equipo de concejales está ultimando el presupuesto para 2008. Otaola calcula que rondará los 700.000 euros para acometer algunas obras, como el acondicionamiento de una senda peatonal, el arreglo del puente, el cementerio y los caminos rurales.

Se dirigirá a la Diputación de Guipúzcoa para tratar de obtener financiación. Del Gobierno vasco no espera nada, no ha recibido ni una sola llamada desde que tomó posesión.

Pero por encima de la gestión del día a día, a los concejales de Lizarza les gustaría «garantizar la libertad a la que tiene derecho los vecinos y combatir esa impunidad con la que ha estado actuando la izquierda abertzale», afirma Laura Garrido.

FOTOS TITULADAS

LAS CALLES. Todo Lizarza está lleno de pintadas y de fotografías de etarras presos o fallecidos como las de la fotografía, tomada en octubre.

LA PLAZA. La ahora llamada plaza de la Libertad, durante la izada de la bandera de España, con una concentración independentista en primer plano.

LA BANDERA. El símbolo del Estado es vilipendiado en Lizarza.En la imagen, tomada el pasado 11 de diciembre, la alcaldesa retira la enseña, incendiada por los radicales durante la noche.

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