Viernes, 28 de diciembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6585.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Mujer
Documento
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
Muchos se oponen a mi regreso, porque se oponen a que la democracia vuelva a Pakistán (Benazir Bhutto)
Haz Click Aquí
 MUNDO
UN ASESINATO ANUNCIADO / La ex primera ministra murió a tres kilómetros del lugar donde fue ahorcado su padre / El 'modus operandi' lleva el sello de Al Qaeda / El poder del presidente, Pervez Musharraf, se tambalea
El asesinato de Benazir Bhutto sumerge a Pakistán en el caos
El crimen con la marca de Al Qaeda deja en el aire las elecciones que iban a acabar con la dictadura militar El opositor Nawaz Sharif pide la dimisión de Musharraf, el boicot de los comicios y llama a la huelga general
AHMED RASHID. Especial para EL MUNDO

LAHORE.- Como si las cosas no pudieran empeorar aún más en este país desgarrado por los conflictos y por el extremismo de los talibán, Pakistán se precipitó ayer en un caos inimaginable, una tristeza desoladora y una conmoción paralizante tras el asesinato de Benazir Bhutto.

Publicidad
Su muerte acarreará muy probablemente la suspensión de las elecciones convocadas para el 8 de enero y desencadenará medidas marciales extraordinarias, que podrían concretarse en un nuevo estado de excepción o incluso en la implantación de la Ley Marcial. Mientras tanto, anoche miles y miles de personas se echaban a la calle de las ciudades más importantes del país para llorar en público su pena, arrancarse el pelo a puñados en señal de desesperación y manifestarse contra el Gobierno de Pervez Musharraf, cuyo futuro político está más cuestionado que nunca.

Bhutto murió a apenas unos tres kilómetros de distancia del lugar en que fue ahorcado hace tres décadas su padre, Zulfikar Ali Bhutto, primer ministro de Pakistán al que derrocaron en 1975 los militares. Desde hace mucho tiempo son proverbiales la inquina y el resentimiento entre el Ejército y el Partido Popular de Pakistán (PPP), dirigido por la familia Bhutto. Por ello los militantes del partido acusaban ayer abiertamente al Ejército de haber perpetrado el asesinato de esta otra Bhutto. Lo cierto es que esta hipótesis es muy improbable.

El recurso clásico a un francotirador mientras uno o dos terroristas suicidas creaban una gran confusión lleva el sello inconfundible de un comando suicida de Al Qaeda.

La tragedia personal de esta familia -uno de los hermanos de Benazir Bhutto falleció envenenado y el otro a tiros- resume como ninguna otra cosa el curso sangriento de la vida política de Pakistán desde sus inicios en 1947. El primer ministro de Pakistán que inauguró el cargo, Liaquat Ali Khan, fue asesinado en 1951 durante una concentración política de sus seguidores. Exactamente lo mismo que le ha ocurrido a Benazir Bhutto.

En estos momentos se ha creado un enorme vacío político en el corazón de este Estado de 160 millones de personas, que dispone de armas nucleares y que parece estar deslizándose hacia un abismo de violencia y extremismo islámico. El interrogante crucial de qué va a ocurrir ahora no encuentra prácticamente ninguna respuesta.

La muerte de Benazir Bhutto deja un enorme vacío en el corazón del PPP, a cuya cabeza siempre ha estado un miembro de la familia Bhutto. Benazir tiene una hermana, Sanam Bhutto, que vive en Londres y que nunca ha querido saber nada de política. También un marido, Asif Ali Zardari, que es muy polémico en temas políticos pero que en cualquier caso se ha quedado ahora como padre solitario de tres adolescentes desolados y es muy dudoso que quiera ponerse al frente del partido.

Su fallecimiento también deja un gran vacío en el corazón del golpeado sistema político paquistaní. Elegida primera ministra por dos veces en los años de 1990 y por dos veces destituida por el Ejército bajo acusaciones de corrupción e incompetencia, Benazir Bhutto seguía siendo una figura política titánica en una tierra de pigmeos políticos y acólitos de los militares. En las últimas semanas se había lanzado de manera frontal contra los talibán, algo que Musharraf no se ha atrevido a hacer en ningún momento durante sus ocho años en la Presidencia. Bhutto había exigido a los militares que pusieran fin a las interferencias en el proceso político pero había expresado también su voluntad de trabajar con ellos si las fuerzas armadas respaldaban la democracia.

Una valentía necesaria

Su partido -y ella personalmente- contaban con la lealtad incondicional de al menos una tercera parte del electorado que se opone vehementemente a la dictadura del Ejército y al extremismo islámico. Bhutto y el PPP eran lo más cerca que la República Islámica de Pakistán ha estado nunca de abrazar una cultura política democrática secular. En un país en el que los únicos avances políticos recientes los han protagonizado los talibán paquistaníes, que se han apoderado de extensiones considerables de territorio, la postura de Bhutto ha sido de una valentía absolutamente necesaria.

La campaña de Bhutto estaba atrayendo a las masas, pero también suscitando las críticas de los políticos que se han alineado del lado de Musharraf y los militares. Había denunciado en público el temor a que las elecciones resultaran amañadas por los militares, acusaciones que parecían plenamente justificadas a la vista de las restricciones impuestas por el régimen al estamento judicial, a los medios de comunicación y al proceso electoral.

Los comicios son consecuencia de las enormes presiones que los estadounidenses y los británicos han ejercido sobre Musharraf. Fue Occidente el que le obligó a autorizar el regreso de Bhutto. No obstante, Musharraf había manifestado que estaba dispuesto a colaborar con Bhutto pero sólo a medias y son estas dudas sobre sus verdaderas intenciones políticas las que le van a resultar al presidente más perjudiciales en los días venideros. Es posible que Musharraf no sobreviva políticamente hablando a la muerte de Bhutto por la sencilla razón de que sus intenciones políticas no les han parecido ni les parecen honradas ni aceptables a un número cada vez mayor de paquistaníes.

En el actual estado de dolor y conmoción, resulta poco probable que la oposición acepte que Musharraf continúe en el cargo. Si los disturbios callejeros y el caos político fueran a más, si la oposición se negara a colaborar con Musharraf y si la comunidad internacional empezara por fin a distanciarse del presidente, el Ejército podría verse obligado entonces a comunicar a Musharraf que hasta aquí ha llegado.

Sin embargo, ni siquiera la salida de Musharraf por sí sola resolvería nada. Hay una ligerísima esperanza de que, tras su marcha, el Ejército pueda dar paso a la formación de un Gobierno de unidad nacional en lugar de seguir administrando el poder en exclusiva. Los líderes políticos podrían hacer un esfuerzo y hacer retroceder el fantasma del extremismo que está asolando esta tierra sumida en la ignorancia y sacar adelante pacíficamente unas elecciones que volvieran a encarrilar el país hacia el futuro.

Ahmed Rashid es autor de

Los talibán

(Península, 2001) y el principal especialista mundial en Afganistán y Pakistán.


«Arriesgo mi vida porque el país peligra»

MADRID.- Bhutto habló muchas veces sobre los peligros que afronta Pakistán. Estas son frases recogidas por Reuters en las que la líder opositora expresó su determinación de luchar por su país:

Durante su último mitin, poco antes de ser asesinada: «

Pongo mi vida en peligro al venir aquí porque siento que el país está en peligro. La gente está preocupada. Sacaremos a la nación de esta crisis».

Recordando una visita a su padre, el ex primer ministro Zulfikar Ali Bhutto:

«Juré en la celda en la que murió que continuaría el trabajo que él comenzó».

En una entrevista de 1986:

«Todos los dictadores usan la religión como apoyo para mantenerse en el poder».

En su autobiografía:

«La amargura puede consumirte, pero no puede gobernarte».

Tras escapar a otro atentado en octubre:

«Sólo debemos modificar nuestra campaña hasta cierto punto por los atentados suicidas. Seguiremos encontrándonos con la gente. No nos disuadirán».

En su declaración sobre el estado de emergencia en Pakistán:

«Creo que Musharraf y la gente a sus órdenes quiere usar este estado de emergencia para retrasar las elecciones al menos dos años».

Obituario en pág. 6

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad