El nacionalismo vasco y catalán vivió ayer una apoteosis ideológica en torno a su demanda de que las selecciones autonómicas se conviertan en oficiales y puedan tomar parte en competiciones internacionales, cuyo colofón fue un partido de fútbol entre los combinados de Euskal Herria y Cataluña, con Juan José Ibarretxe y Josep Lluís Carod-Rovira como anfitriones.
Por la mañana, los gobiernos vasco, catalán y gallego firmaron una declaración para hacer fuerza a favor de esa demanda; a media tarde, miles de personas secundaron una manifestación trufada de expresiones independentistas, y por la noche, representantes de los tres gobiernos autonómicos presidieron el encuentro de fútbol, en el que se quemó una bandera española.
El resultado fue lo de menos: lo que brilló fue el hermanamiento entre ambas selecciones, del que fueron testigos, además, los presidentes de los parlamentos vasco y catalán, Izaskun Bilbao y Ernest Benach, y el líder de CiU, Artur Mas, entre otros. El partido se vio enturbiado por alguna pancarta contra los jugadores catalanes que también participan en la selección española, contra la «Puta España» y por la quema de una bandera nacional. Además, había pancartas a favor de los presos, por la independencia, contra la Monarquía o llamando asesinos a PNV y PSOE.
Horas antes, a mediodía, bajo una solitaria ikurriña y en el mismo marco, los gobiernos vasco, catalán y gallego firmaron un acuerdo institucional para «aunar esfuerzos» en su determinación de lograr la participación de sus respectivos combinados autonómicos en competiciones internacionales, e incluso, crear «marcos competitivos» en los que puedan tomar parte las «selecciones nacionales» y los «clubes de los tres países».
Las consejeras de Cultura vasca y gallega, Miren Azkarate (PNV) y Anxela Bugallo (BNG), respectivamente, y el vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, Josep Lluís Carod Rovira (ERC), eligieron la mítica Catedral para rubricar este compromiso, denominado Declaración de San Mamés, con la presencia del presidente del club bilbaíno, Fernando García Macua, y de buena parte de su junta directiva.
Con una pretendida puesta en escena deportiva, los tres representantes institucionales salieron del túnel de vestuarios y atravesaron el campo de juego ante la mirada de las cámaras, para dejar constancia sobre el césped de su pretensión de ejercer «plenamente» sus «competencias exclusivas» en materia deportiva.
Los tres aseguraron que sus estatutos de autonomía conceden a sus gobiernos la competencia en la promoción del deporte, y que el desarrollo de las competiciones deportivas «al más alto nivel» depende de las federaciones deportivas internacionales, que son «entidades privadas sometidas a su propia normativa, de conformidad con la legislación del país donde se constituyen».
Este argumento llevó a los tres a afirmar que corresponde a las federaciones autonómicas «decidir» si «conviene», para el «desarrollo del deporte», afiliarse a sus homólogas de ámbito internacional, y a concluir que, en dicho marco de competencia exclusiva, los tres gobiernos «cooperarán entre sí y promoverán la participación de los clubes y federaciones a los niveles más altos de cada competición, en el nivel territorial que corresponda y, en su caso, la plena implicación de las federaciones propias en las federaciones internacionales respectivas.
Tanto Anxela Bugallo como Carod-Rovira dejaron entrever, más o menos explícitamente, que su actuación está avalada por su socio mayoritario de los ejecutivos a los que pertenecen: el Partido Socialista. Unicamente el vicepresidente de la Generalitat quiso responder a la pregunta formulada por los informadores de si el protocolo que ayer formalizó cuenta con el visto bueno del conjunto de su gobierno. El líder de ERC aseguró que su presencia en el acto «no ha comportado ningún matiz ni diferencia» en el seno del Ejecutivo catalán, y echó mano del Estatuto para asegurar que la Generalitat «debe promover el reconocimiento internacional de las federaciones deportivas por parte de las instancias internacionales. Sólo cumplimos lo que dice la ley», sentenció.
Por su parte, Bugallo, también interpelada por este asunto, se limitó a dar por buenas las palabras del dirigente independentista y, sin aludir explícitamente a la dimensión internacional de los combinados gallegos, habló de «naciones» y dijo que la Declaración de San Mamés permitirá promocionar «nuestras respectivas selecciones nacionales». «Hoy, aquí en San Mamés, nuestros deportes acaban de dar un paso. Sabemos que esta colaboración siempre va a dar excelentes resultados. Vamos a ganar este partido», concluyó.
Pese al notable carácter político de sus reivindicaciones -palpable durante la manifestación de la tarde y del propio partido-, los tres trataron de desligarlo de la declaración, en la que integraron aspectos relacionados con la lucha contra el dopaje, la formación de futbolistas en todos los ámbitos educativos y la promoción de los deportes autóctonos de los respectivos «países».
Incluso el líder independentista catalán sentenció: «No estamos aquí contra nadie. Estamos a favor del deporte, de nuestros países como países deportivos. Porque queremos competir entre nosotros y con todos los otros países del mundo. Porque no queremos limitaciones políticas al deporte. Porque tenemos competencias exclusivas en deporte y porque las pensamos ejercer plenamente».
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