SE CUMPLE pasado mañana el quinto aniversario de la masacre de Madrid, el mayor atentado que se ha cometido hasta la fecha en Europa, con una serie de preguntas e incógnitas que todavía no tienen respuesta. Ni la sentencia de la Audiencia Nacional ni el fallo definitivo del Supremo sirvieron para despejar las muchas dudas que todavía subsisten acerca de lo que realmente sucedió y, en especial, sobre la autoría intelectual de la matanza.
Aquel día estallaron doce bombas en cuatro trenes, pero la única persona que fue condenada por la Justicia por su presencia en la escena del crimen fue Jamal Zougam, a quien tres testigos de origen rumano declararon haber visto en los vagones del tren de Santa Eugenia.
Era la única prueba que incriminaba a este joven marroquí, que, según su testimonio, no conocía a ninguno de los miembros del comando de Leganés ni guardaba relación alguna con elementos integristas. Zougam proclamó siempre su inocencia pero fue declarado culpable. Las Fuerzas de Seguridad habían llegado hasta Zougam porque las tarjetas de los móviles que activaron las bombas habían sido vendidas en su locutorio.
EL MUNDO revela hoy que la Policía Nacional tenía documentos que acreditaban que Zougam había estado en un gimnasio al que acudía habitualmente hasta las once y media de la noche del 10 de marzo, la víspera de los atentados. Pero esos datos no fueron incorporados al sumario que instruía Del Olmo y jamás fueron comunicados al tribunal que juzgó a Zougam y al resto de los acusados. Tampoco la documentación que aportó su gestoría y que podía aclarar la compraventa de las tarjetas.
La presencia en el gimnasio no exculpa necesariamente a Zougam, pero sí demuestra al menos que no pudo estar esa noche montando las bombas en la casa de Morata de Tajuña, como sostiene la Policía que hicieron los miembros del comando. Por otro lado, resulta bastante inverosímil que si Zougam tenía que levantarse de madrugada para participar en un atentado estuviera haciendo gimnasia hasta casi media noche.
Nada en la conducta de Zougam en los días anteriores a la masacre casa con la de un fanático que va a participar en un crimen.Y mucho menos todavía su proceder a lo largo del 11 de marzo y días siguientes hasta que fue detenido. Zougam siguió haciendo vida normal y no huyó ni se refugió en Leganés con el resto del comando, como hubiera sido lógico si él hubiera colocado las bombas.
Sea como fuere, resulta tremendamente sospechosa la ocultación de estos datos que servían para corroborar el testimonio de Zougam.¿Por qué no se incorporaron al sumario? La única explicación es que la Policía quería que Zougam fuera condenado por colocar esas bombas y sólo trabajaba para reforzar la hipótesis que había concebido de antemano.
La Policía estaba convencida de que Zougam tenía contactos con los miembros del comando de Leganés, pero no pudo aportar ni una sola prueba de ello.
La participación de Zougam en la masacre sigue sin estar clara cinco años después, al igual que la autoría intelectual de los atentados. El abogado José María de Pablo acaba de publicar un libro en el que sostiene que una cuarta y desconocida trama ideó, planeó y ordenó la colocación de las bombas, dado que los miembros del comando de Leganés no tenían los medios ni la preparación técnica para concebir esta acción criminal. Las sentencias de la Audiencia y el Supremo también dejaron esta gran incógnita flotando en el aire. Eticamente el caso sigue abierto.
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