Madrid
Jamal Zougam, marroquí, 35 años, 1,80 de estatura. Lleva en prisión los últimos cinco años, acusado primero y condenado después por haber participado como autor material en los atentados del 11-M.
La versión oficial afirma que fue él quien colocó la única bomba que estalló en el tren de Santa Eugenia, que mató a 20 personas.Jamal Zougam es, por tanto, un asesino. Al menos, eso dicen la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo.
Lo que no dicen es que la Policía ocultó unos datos al juez que favorecían a Zougam: los agentes comprobaron que estuvo en el gimnasio la víspera del 11-M, mientras se montaban las bombas de Morata. Esos datos no los incorporaron al sumario.
Aun si admitimos la culpabilidad de Jamal Zougam, no podemos dejar de reconocer que hay algo que le convierte en un asesino único, en el sentido literal del término: aquel 11 de marzo de 2004, fueron 12 las bombas colocadas en cuatro trenes. Sin embargo, cuatro años después, nada sabemos acerca de quiénes colocaron las otras 11 bombas, según reconoce el propio Tribunal Supremo en su sentencia. Sólo tenemos un único ejecutor material identificado para un total de 12 artefactos explosivos.
Pero hay otro aspecto que convierte a Zougam en un asesino muy particular. Después de perpetrarse la masacre, este marroquí continuó yendo normalmente a trabajar a la tienda de telefonía que regentaba en el madrileño barrio de Lavapiés, sin tratar de huir ni de esconderse. Y allí le encontró la Policía aquel 13 de marzo, víspera electoral, en que fue a detenerle.
Un comportamiento que no parece muy lógico en alguien que acaba de ayudar a cometer el atentado más sangriento de la Historia de España. Si Zougam participó en la ejecución de la masacre, debe de tener una enorme sangre fría para no intentar huir siquiera.
¿QUIEN ES?
Jamal Zougam nació en Tánger el 5 de octubre de 1973. Llegó a España junto con su madre cuando tenía 16 años, en 1989. Desde el principio, estuvo en nuestro país en situación legal, puesto que el primer permiso de residencia le fue concedido el 14 de noviembre de 1989.
Unos días después de cumplir los 18 años, el 21 de octubre de 1991, solicitó su primer permiso de trabajo e inmediatamente comenzó su andadura profesional como cocinero en un restaurante.Durante siete años, estuvo trabajando en el gremio de la hostelería.No debía de ser muy mal trabajador, puesto que en una de las empresas estuvo contratado durante más de cuatro años. Siempre estuvo dado de alta en la Seguridad Social.
En 1999, se decidió a convertirse en autónomo y abrió una tienda de frutos secos, que al año siguiente transformaría en frutería.Ese mismo año, invirtió también 6.000 euros que tenía ahorrados en la peluquería que abrió en Lavapiés un amigo suyo, Abdelouahid Berrakh. Después, viendo que había dinero en el campo de la telefonía móvil, decidió cambiar de negocio y abrir una tienda de telefonía en el año 2001.
Instaló su tienda, llamada Jawal Mundo Telecom, en la calle Tribulete 17, en un local que anteriormente había sido un locutorio telefónico (Locutorio Nuevo Siglo, que pertenecía a otro propietario). Al año siguiente, 2002, Jamal Zougam abrió una segunda tienda de telefonía en la calle Almansa, que se encargaría de regentar su hermanastro Mohamed Chaoui.
A lo largo de su vida, Jamal Zougam no fue detenido jamás en España, ni tampoco fue jamás acusado de ningún delito: ni delitos relacionados con el terrorismo islámico, ni tampoco ningún tipo de delito común. Tampoco en Marruecos tenía antecedentes penales.
En cuanto a sus inclinaciones religiosas, Zougam era un buen musulmán, que no bebía alcohol y que iba todos los viernes a la mezquita, pero no tenía ninguna tendencia religiosa radical.A él le gustaba, sobre todo, el deporte. En cuanto a su familia, está perfectamente integrada en la sociedad española.
DIAS PREVIOS
El 19 de enero de 2004, Jamal Zougam contrajo matrimonio en el consulado marroquí con una chica llamada Ihssan Radi. La costumbre musulmana es algo diferente a la española: los papeles se firman en primer lugar, y el matrimonio ya se considera válido, pero esa firma sería equivalente a lo que aquí llamamos petición de mano. Después de firmados los papeles, los novios no se van inmediatamente a vivir juntos, sino que continúan en la casa de sus respectivas familias, hasta que se hace, más adelante, la celebración de la boda.
En consecuencia, Zougam continuó viviendo con su madre y sus hermanos después de contraer matrimonio, y dedicó las semanas previas al 11-M a tratar de encontrar un piso al que irse a vivir con su mujer. En esa búsqueda le ayudaba su hermana Zineb, que localizaba en el periódico Segunda Mano los inmuebles que le podían convenir y le concertaba las visitas.
En esa semana del 11-M, Zineb Zougam le concertó a Jamal una visita a un piso de alquiler en la calle Pedrezuela. El propietario de aquel piso nos ha confirmado que la visita tuvo lugar, efectivamente, y que se produjo en la tarde del lunes 8 de marzo, tres días antes de la masacre.
Dejando aparte las visitas a los pisos de alquiler, la vida de Zougam era, como él mismo dice, bastante rutinaria. Analizando los datos de sus llamadas telefónicas y de la cobertura de su teléfono móvil, puede comprobarse que solía llegar a trabajar a su tienda entre las 11 y las 12 de la mañana, a veces algo más tarde. Asimismo, su hora normal de salida del trabajo era entre las ocho y las nueve de la noche.
Después, como han confirmado diversos testigos, Jamal Zougam solía ir a un gimnasio situado en la Plaza Elíptica.
LA GESTORIA
En su relato de los hechos, Jamal Zougam afirma que un par de días antes del 11-M estuvo en la gestoría que le llevaba los papeles de la tienda para tratar sobre una serie de multas de aparcamiento, que tenía que abonar, por un importe total de 400 euros. Las multas, siempre según Zougam, las pagó el 10 de marzo en una sucursal bancaria de Lavapiés.
Para intentar corroborar esa versión, hablamos con Miguel L.M., el dueño de la gestoría que le llevaba a Zougam la contabilidad.El gestor no recuerda si es cierto que Zougam pasó por su despacho un par de días antes del 11-M. Pero sí relata otro episodio aún más interesante. Al publicarse las fotografías de Zougam en los medios de comunicación después del 11-M, él y su socio de la gestoría reconocieron en ese marroquí acusado de los atentados a uno de sus clientes.
En consecuencia, recopilaron la información contable (facturas, contratos, etcétera) que tenían sobre Zougam para entregársela a la Policía. Teniendo en cuenta que a Zougam se le detiene inicialmente por haber vendido, supuestamente, las tarjetas telefónicas utilizadas en las bombas del 11-M, se supone que aquella documentación contable tendría su importancia a la hora de corroborar la versión oficial sobre la comercialización de dichas tarjetas.
El dueño de la gestoría y su socio se fueron, carpeta en mano, ya después de celebradas las elecciones, hasta la comisaría situada en la madrileña Ronda de Valencia, con el fin de hacer entrega de la documentación. Y aquí viene lo extraño: una vez llegados a esa comisaría, el funcionario policial que estaba a la puerta entró a consultar con alguien y, a continuación, salió a decirles que llevaran aquella documentación... a la comisaría de Puente de Vallecas. Cosa que, efectivamente, hicieron.
Quien estaba llevando las investigaciones, desde el mediodía del 13-M, era la Unidad Central de Información Exterior (UCIE).¿Por qué, entonces, les mandaron llevar la documentación a una simple comisaría, a la que no le correspondía la investigación del atentado? ¿Y por qué precisamente a aquella comisaría en la que apareció milagrosamente la famosa mochila de Vallecas, sobre la que luego se construiría toda la investigación?
Esa documentación contable jamás fue adjuntada al sumario. El comisario Rodolfo Ruiz, de Puente de Vallecas, entregó la documentación a la Brigada Provincial de Información, en lugar de a la unidad responsable de las investigaciones, que era la UCIE. Por ejemplo, en el informe elaborado por la UCIE en diciembre de 2004, acerca de la documentación incautada a Zougam, no se hace ni la más mínima mención de lo aportado por la gestoría.
¿Por qué esa documentación no se incorporó al sumario, si se supone que con ella se hubieran podido comprobar las compras realizadas por Zougam para su tienda de telefonía?
EL 10 DE MARZO
Según el relato del propio Zougam, el 10 de marzo de 2004 salió de su casa a eso de las 10.30 horas y llegó al trabajo en torno a las 11. Después, salió de la tienda para hacer algunos recados; comió, como todos los días, en un restaurante de la calle Mesón de Paredes y por la tarde estuvo en la tienda con un empleado y un socio suyos, antes de marcharse al gimnasio, a eso de las 10 de la noche. Cuenta Zougam que estuvo en ese gimnasio hasta las 23.30 e insiste en que tiene que constar su hora de entrada al gimnasio aquella noche, porque había que entrar con tarjeta magnética.
Carecemos de datos que permitan comprobar el relato de Zougam correspondiente a la mañana del 10 de marzo, porque sus teléfonos móviles no registraron ninguna llamada aquella mañana (o, al menos, no consta ninguna en la documentación remitida al juez).
Sin embargo, sí que se comprueba, analizando los registros telefónicos, que Zougam estaba en su tienda a las 16.26 de aquel 10 de marzo, atendiendo a un cliente. Se demuestra porque a esa hora se introduce, bajo cobertura de un repetidor telefónico de Lavapiés, la tarjeta 652286626 de Zougam en el teléfono de un cliente, probablemente para hacer algún tipo de prueba.
Intentamos a continuación verificar el relato de Zougam sobre su visita al gimnasio. Según cuenta él, fue al gimnasio aquella noche del 10 de marzo con un conocido suyo, propietario de una peluquería, Hassan Serroukh, de quien las malas lenguas afirmaban que era confidente policial.
¿Por qué es importante el detalle de si Zougam fue al gimnasio o no aquella noche? Pues porque lo que nos han contado es que los terroristas del 11-M se reunieron en la tarde-noche del 10 de marzo de 2004 en una finca de Morata de Tajuña para preparar las bombas que al día siguiente harían estallar en los trenes.Si es verdad que Zougam hubiera ido al gimnasio esa noche, resultaría bastante dudoso que hubiera podido participar en los preparativos de la masacre.
GIMNASIO
Conseguimos localizar a Hassan Serroukh, que nos confirma que acudía a menudo con Zougam al gimnasio de la Plaza Elíptica, aunque se muestra esquivo a la hora de precisar si estuvo allí aquella víspera del 11-M. De modo que nos acercamos al propio gimnasio para ver si tenemos suerte y alguien recuerda, pasado tanto tiempo, el episodio.
El gimnasio al que iba Zougam era el Fitness Plaza, enormemente popular tanto por sus instalaciones como por el hecho de que abre las 24 horas del día. Según sus propios empleados, a sus instalaciones acude una clientela muy variada, entre la cual se cuentan varios policías y porteros de discoteca.
Al llegar al gimnasio, vemos algo que no concuerda con el relato de Zougam. Este había dicho que la entrada se controlaba con la tarjeta magnética de socio; sin embargo, el aparato que regula las entradas no es de tarjeta magnética, sino un lector de huella digital. Preguntando a las personas que trabajan en el gimnasio, nos aclaran que el sistema informático se cambió en septiembre de 2004 porque había socios que se dejaban unos a otros las tarjetas de acceso, pero que, efectivamente, en marzo de 2004 la entrada se regulaba mediante tarjeta magnética.
Verificamos en el gimnasio que Zougam se había dado de alta como socio el 7 de enero de 2004. Y, para nuestra sorpresa, sí que logramos encontrar a alguna persona que nos pudiera dar datos de si Jamal Zougam había estado allí aquella víspera del 11-M.En realidad, no encontramos a una persona, sino a dos.
Por un lado, hablamos con la encargada del turno de noche aquel 10 de marzo, que nos confirma que Jamal Zougam entró en el gimnasio aquel día a las 22.30. Personalmente, no recuerda si vio al marroquí aquella noche o no, porque en el gimnasio entra cada noche una multitud de socios, pero sí que recuerda perfectamente que la Policía se presentó en el gimnasio menos de una semana después del atentado para solicitar las fichas de asistencia de Zougam, con el fin de comprobar su coartada. Y recuerda también que, según el sistema informático, Zougam había entrado a las 22.30 con su tarjeta magnética de socio.
HORA DE SALIDA
Desde luego, cabía la posibilidad de que Zougam le hubiera dejado su tarjeta a alguna otra persona, pero la propia encargada nos sacó de dudas al localizarnos a uno de los monitores del gimnasio que estuvo con Zougam aquella víspera del atentado. Aquel monitor nos cuenta que puso al marroquí, en esa noche del 10 de marzo, una tabla de ejercicios de gimnasia. Y nos confirma que recuerda que Zougam se quedó allí aproximadamente una hora u hora y media.
Por tanto, fue Zougam el que entró en ese gimnasio a las 22.30 del 10 de marzo, saliendo de allí entre las 23.30 y medianoche.
¿Por qué se ocultó aquel dato?
Esos dos testimonios son la prueba de que Jamal Zougam dice la verdad cuando afirma que él estaba en el gimnasio a esa hora en que, según la versión oficial, los terroristas del 11-M debían de estar montando las bombas en una casucha perdida de Morata de Tajuña.
Aunque lo más importante de esos testimonios es otra cosa. La encargada del gimnasio nos confirmó que la Policía no sólo consultó el registro de entrada, sino que se llevó consigo toda la documentación sobre las horas de entrada de Zougam en el gimnasio, datos sacados del sistema informático que controlaba el torno de entrada.
La Policía tenía, por tanto, la demostración de que Zougam estuvo allí la noche anterior al 11-M, mientras manos desconocidas preparaban las bombas en Morata de Tajuña. Pero esa documentación, que introduce una duda más que razonable sobre la participación de Zougam en el atentado, tampoco se llegó a incorporar nunca al sumario.
Relacionado con el terrorismo islamista
La versión oficial cuenta que los terroristas montaron sus 13 bombas mortales en la noche del 10 al 11 de marzo de 2004, en una casa situada cerca del pueblo de Morata de Tajuña. Después, se trasladaron hasta alguna estación del Corredor del Henares, abordaron los cuatro trenes que habían salido de Alcalá entre las 7.00 y las 7.15, depositaron sus bombas y abandonaron los trenes, antes de que éstos estallaran.
Una de las bombas, que no llegó a hacer explosión, fue encontrada en la madrugada del 12 de marzo en la comisaría de Puente de Vallecas, entre las pertenencias de las víctimas de El Pozo.
Esa bomba número 13 estaba alojada en una bolsa de deportes y usaba como iniciador un teléfono móvil para que explotara a una hora determinada mediante la alarma.
El teléfono contenía una tarjeta telefónica y la Policía averiguó que ésta había sido vendida en una tienda situada en Lavapiés, propiedad del marroquí Jamal Zougam. Al ver ese nombre, a los investigadores se les encendió la bombilla, porque Zougam había sido ya relacionado, años antes del atentado del 11-M, con una trama de terrorismo islamista.
En la tarde del 13-M, 48 horas después del atentado, Zougam y otras cuatro personas fueron detenidas por vender los teléfonos y tarjetas de las bombas. Las otras cuatro personas fueron puestas en libertad a las pocas semanas, pero Zougam continuó en prisión, porque posteriormente aparecieron diversos testigos que dijeron haberle visto en los trenes de la muerte aquella fatídica mañana del 11 de marzo.
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