Domingo, 25 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6279.
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 ESPAÑA
11-M LA INVESTIGACION / Los primeros interrogatorios / Resumen de la semana
Cuando los culpables no dan el perfil
Los acusados no forman un grupo homogéneo, como muchos habían asegurado / Todos los observadores destacan las respuestas lógicas de Zougam / El albañil de la obra en la casa de Morata dice que nunca vio explosivos / El joven universitario desbarata la competencia de 'El Tunecino' como líder de la conspiración Parecen carecer de formación para cometer un gran atentado
Por FERNANDO MUGICA

Los primeros cinco días del juicio del 11-M han provocado desconcierto. Los españoles han podido contemplar, en directo, a los procesados como autores materiales y a parte de los que, según el sumario, les ayudaron en los atentados. No han aportado ningún dato relevante. Se han declarado inocentes -cosa por otra parte lógica- y han renegado de la violencia y de la masacre. Ha sido palpable que, salvo excepciones, su formación es muy baja lo que pone en serias dudas su capacidad para llevar adelante los atentados.

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Es pronto, pero ya se pueden hacer, después de lo visto, algunas consideraciones. Es evidente que no forman un grupo homogéneo como muchos habían asegurado. No tienen nada que ver los delincuentes, del lumpen, que se dedicaban al tráfico de hachís, con los hombres de la corbata de seda, un sirio con mucha más formación, el que proporciona un piso para ayudar a los musulmanes sin recursos, o un estudiante universitario, niño de papá, capaz de expresarse con serenidad y de afirmar que Serhane, El Tunecino, era un hombre incapaz de liderar ningún grupo ni de llevar a cabo ninguna acción violenta y menos con eficacia.

Y todavía falta alguien a quien ni siquiera se ha mencionado en las cinco primeras jornadas de este juicio. Me refiero a Alekema Lamari, un argelino taciturno y desconfiado, que nunca congenió con los ahora juzgados. En definitiva, un grupo heterogéneo que en ningún caso formaban una cuadrilla de amigos.

LAS RECTIFICACIONES DE ZOUGAM

Las fotografías de los considerados autores materiales se publicaron en las portadas de todos los periódicos de España el día 1 de abril de 2004. Al verse descubiertos, lo lógico es que se dispersaran en una especie de sálvese quien pueda. Pero hicieron lo contrario. Se juntaron en un piso y esperaron dos días a que la Policía los cercara.

Todos los observadores han destacado que Zougam dio en el juicio respuestas lógicas. Nadie consiguió confundirle y demostró que se había estudiado el sumario mucho mejor que la fiscal. Pudo así rectificarle en varias ocasiones. Otro de los acusados, el sirio Basel Ghalyoun, hizo lo propio en un punto clave. Su ADN no era el único que aparecía en un gorro de rezos encontrado entre los restos del piso de Leganés. Curiosamente, no se ha podido encontrar, al margen de ese gorro -que cualquiera pudo haber llevado al piso- ningún otro lugar en el que aparezca su ADN.

Los terroristas debían ser muy limpios porque ni en la cocina, ni en los cuartos de baño, ni en las sábanas de un piso en el que teóricamente vivían, se hallaron ni sus huellas ni su ADN.

Abdelmajid Bouchar es un caso diferente. Ni su aspecto físico ni sus contestaciones ayudaron a que nadie le creyera. Si estuvo en el piso de Leganés -aunque él lo niega- es un hombre que puede aportar datos muy valiosos a la investigación. Se ha limitado a negarlo todo. Hay varios puntos, sin embargo, que llaman la atención. En primer lugar, parece poco verosímil que pudiera escaparse de un cerco policial tan importante por mucho que fuera un gran corredor.

Y aquí hay datos que no se han mencionado hasta ahora y que el juez debiera investigar. Por ejemplo. No fue la UCIE, la UCI 2 dedicada a extranjeros y terrorismo internacional, la que primero llegó al piso. Dejaron que fueran los de la UCI 1, es decir, los que se encargan de combatir el terrorismo de ETA.

LA HUIDA DE BOUCHAR

Fue una inspectora de este grupo la que cometió un error importante. Llamó al timbre del piso para ver si contestaba alguien. Bouchar bajó con una bolsa de basura medio vacía y a deshoras para ver qué sucedía y se encontró a los inspectores hurgando en el buzón de su piso. Ellos no repararon en ese momento en que el de la bolsa de basura era uno de los inquilinos y eso le dio la ventaja suficiente para correr y desaparecer.

A la inspectora, el timbrazo le costó que la sacaran de Información. Nadie quiso más tarde asumir el error. Sería bueno que el juez llamara a declarar a esa inspectora. Y también podría ser adecuado que comprobara si uno de los inspectores, el que más pudo seguir a Bouchar en su huida, vio cómo dos hombres -que él tomo por policías- le introducían en un vehículo para ayudarle a escapar.

Lo más curioso del episodio de la bolsa de basura es que se encontrara más tarde huesos de dátil con el ADN de Bouchar en su interior, pero no se encontraran sus huellas en la bolsa. Tampoco se consiguió encontrar ADN de Bouchar en el piso. Sí se hallaron sus documentos y ropas entre los restos de Leganés, probablemente porque cuando bajó improvisadamente con la bolsa de basura no tenía intención de escapar.

Sorprende que algunos hayan destacado, como si fuera una revelación, que varios de los parientes y amigos de El Chino trabajaran y visitaran la casa de Morata de Tajuña. Es algo muy conocido y probado por testigos, ubicación de teléfonos y grabaciones de muchas conversaciones telefónicas.

Pero el albañil que hacía parte de las obras de esa casa asegura que nunca vio los explosivos. Sí vio a Jamal con un cilindro y unos cables que no sabe identificar. Es imprescindible que se averigüe quiénes eran los misteriosos visitantes que El Chino llevó a Morata en las fechas inmediatamente anteriores a los atentados.

LOS ENIGMAS DEL VEHICULO

Otman Gnaoui ha dado una versión de su viaje a Burgos, el 29 de febrero de 2004, para encontrarse con El Chino, muy llamativa. Lo más impactante fue cuando le preguntaron por el Toyota en el que viajaba teóricamente Jamal Ahmidan en la caravana de los explosivos asturianos. ¿El Toyota? ¿Qué Toyota? vino a decir Gnaoui. «El Chino viajaba en un Golf negro junto a Mohamed, Oulad Akcha». A Kounjaa, otro de los presuntos suicidas, no lo llegó a ver.

Aseguró que no vio lo que transportaba el Golf, y que tampoco vio si descargaban algo en Morata, porque llegó a la casa en una moto y mucho más tarde que El Chino.

Lo que ya puede darse por seguro es que los explosivos no viajaban en el Toyota que paró ese día la Guardia Civil, cerca de Burgos, para multarle por exceso de velocidad. En la foto del radar que está incluida en el sumario puede verse cómo los amortiguadores traseros no están bajos. El coche de la imagen no puede llevar los 200 kilos de explosivos en el maletero. Precisamente, ese simple detalle de un coche con una carga pesada sirve a menudo a la Benemérita para parar y examinar un vehículo en cualquier control.

Un detalle esclarecedor es cuando Gnaoui les tiene que recordar que las conversaciones de su teléfono en ese día estaban siendo grabadas por la Policía. Por cierto, nadie le ha preguntado qué quería decir en una de esas grabaciones cuando Gnaoui aseguraba por teléfono a un amigo que había cambiado el teléfono con Jamal Ahmidan.

Sorprende también que para una operación de esa envergadura -nada menos que el traslado de los explosivos de los atentados- se utilizara a una persona, Gnaoui, conduciendo un coche a pesar de que no tenía carné. Es curioso también observar que Gnaoui nunca se refiere a Jamal Ahmidan como El Chino y, sin embargo, sí se refiere a El Chino cuando habla del hermano de éste.

LA SENSATEZ DE HARRAK

Saed Harrak ha pronunciado en este juicio la frase más sensata de todas las declaraciones.

Es encofrador y siguió trabajando con normalidad antes y después de los atentados en obras de las cercanías de Madrid. Le detuvieron el 5 de mayo de 2004. En la bolsa con la ropa de trabajo que entregó a los agentes el dueño de la obra, la Policía de la comisaría de Leganés no encontró nada relevante: ropa y cintas de casete.

Mes y medio más tarde, la Policía de la Central de Canillas encontraría un sobre con un manuscrito de tres folios que se ha considerado como el testamento de Kounjaa, uno de los suicidados en Leganés. El argumento de Harrak es simple y demoledor: ¿Para qué iba a guardar en un lugar público que estaba al alcance de todos una carta que le involucraba con el 11-M y eso, dos meses más tarde de los atentados y un mes más tarde de la muerte de Kounjaa? «La hubiera quemado o se la hubiera entregado a la familia».

Contra Harrak sólo tienen esa carta y unas llamadas telefónicas con alguno de los implicados. Francamente, muy poca cosa.

Rachid Aglif, el hombre que acompañó a Gnaoui en su viaje hacia Burgos, para ir al encuentro de Jamal Ahmidan, reafirmó la reunión en un McDonald's madrileño, en el otoño de 2003, pero no pudo escuchar que se hablara nada de explosivos. Ninguna novedad. La reunión existió, pero lo más llamativo es que al menos la mitad de sus componentes trabajaban o bien para la Policía, o bien para la Guardia Civil. El juez debe preguntar si la reunión fue monitorizada y si se grabó su contenido. No dejan de ser chocantes las palabras condenatorias de Gnaoui sobre los atentados: «Los autores no deben tener perdón ni aquí ni en el cielo».

Abdelilah Fadoual aburrió al personal con su verborrea incontenible. Pero habló del BMW que usaba El Chino y eso sí es importante.

Era un coche potente, blindado, que tenía hasta televisor. Y aquí hay que tener en cuenta una historia importante. El 5 de diciembre de 2003, la Guardia Civil cortó la carretera de Burgos unos minutos para que pasara una procesión. Uno de los guardias se fijó en el primer coche. Era un BMW tuneado conducido por un marroquí. Se trataba de Jamal Ahmidan.

Al día siguiente, los mismos guardias civiles estaban de patrulla de madrugada. Era sábado. En el kilómetro 87 de la A-1, en sentido Madrid, cerca de Buitrago de Lozoya, vieron al BMW 530 D con matrícula 8195 CMW aparcado. El conductor era el mismo que habían visto el día anterior. El coche estaba averiado. Llegó en ese momento una patrulla en moto de la Guardia Civil de Tráfico. Jamal estaba nervioso e irritado y empezó a meterse con ellos. La cosa llegó a tal punto que le pidieron la documentación y se encontraron con un pasaporte belga a nombre de Yousef Ben Salah con numeración EB 988593.

Se puso tan chulo que los guardias sospecharon y registraron el vehículo. Le encontraron varios cuchillos y una maza, por lo que lo denunciaron por la ley 1/92. Curiosamente, le ayudaron más tarde a trasladar el coche a Madrid. Jamal dio uno de sus dos auténticos domicilios, el de la calle Pozas.

LAS DENUNCIAS SOBRE 'EL CHINO'

Este BMW con Jamal al volante tuvo un accidente con colisión múltiple el 5 de enero de 2004 a las 22.15 en la M-40 madrileña. De nuevo enseñó su pasaporte belga a nombre de Yousef Ben Salah. El mismo que enseñó a la Guardia Civil cuando le multaron el 29 de febrero de 2004, cuando teóricamente venía con los explosivos de Asturias. No se entiende cómo no sonaron las alarmas al reflejarse en las multas ese pasaporte, que era el mismo de la denuncia de Buitrago por posesión de armas blancas. La verborrea de Fadoual no puede enmascarar todos estos datos.

Fouad El Morabit, el joven universitario, desbarató la competencia de El Tunecino como cabecilla de la conspiración. «Sólo decía chorradas y nadie le tomaba en serio». Mohamed Almallah, el encorbatado sirio que se afilió al PSOE, llegó más lejos. Relató que El Tunecino le propuso ir a Irak y él le dijo algo así como vete tú, que yo estoy aquí muy bien.

Los hermanos Almallah son los que pusieron a disposición de los musulmanes del grupo el piso de Virgen del Coro. Era una especie de albergue para el que quisiera usarlo. Moutaz Almallah, detenido en Londres pero aún no extraditado, es la persona que compró el piso del policía Kalaji -el que manipuló los presuntos teléfonos de los atentados-. Lo más curioso de este hombre es el nombre de cinco de sus seis hijos: Sara, Diana, Luckman, Rian y Hertz Elías. No está nada mal para alguien considerado como un peligroso extremista musulmán.

DESCLASIFICACION DE LOS PAPELES DEL CNI

Las sesiones del juicio no han aportado aún nada sustancial. Los nervios de los considerados paladines de la versión oficial nos indican, sin embargo, que los españoles ven cada vez con más escepticismo el espectáculo de unos culpables que no acaban de dar el perfil. Claro que el juicio no ha hecho más que comenzar.

Sobre la desclasificación de los papeles del CNI con la declaración de Emilio Suárez Trashorras es preciso matizar que no aportará nada sustancial al juicio. Cuatro folios y medio de unas conversaciones de más de 12 horas no son significativos. El juez debería pedir el testimonio de cada uno de los policías que estuvieron presentes. O aún más sencillo, que pida la transcripción íntegra de las grabaciones que se hicieron. ¿O es que el CNI ahora interroga a alguien sin grabarle?

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