Resulta muy duro enfrentarse de golpe con la miseria del lumpen asturiano. Es terrible observar cómo describen, sin el menor pudor, sus trapicheos de drogas y sus bravuconadas. Las declaraciones de los imputados asturianos en el juicio del 11-M nos han empujado hasta el umbral de un grupo social en el que todo es aceptable por un puñado de euros.
Pero éste no debe ser un simple relato costumbrista. El juicio del 11-M no pretende diseccionar barrios marginales, ni estudiar el comportamiento de cierta juventud en ciudades posindustriales.Lo que está en juego es averiguar el grado de responsabilidad de los inculpados en los atentados de Madrid.
Sorprende, después de la segunda semana, que algunos abogados no se hayan estudiado con más detenimiento el sumario. El juez Javier Gómez Bermúdez, por el contrario, está teniendo un comportamiento ejemplar. No pasará por alto muchos de los datos de los testimonios de esta semana que chocan abiertamente con los que aportaron los mismos individuos en sus declaraciones ante las Fuerzas de Seguridad y que han quedado recogidas en el sumario.
El caso más llamativo es el de Iván Granados Peña. Es evidente que su testimonio ha sido el más rotundo, hasta ahora, a la hora de implicar en los atentados al ex minero Emilio Suárez Trashorras.Ha dicho, varias veces, que Emilio le propuso a finales de enero de 2004 que llevara hasta Madrid una bolsa cargada de explosivos a cambio de dinero.
BOLSAS CERRADAS CON CANDADO
Lo que no ha sabido explicar es por qué Trashorras confió en él al proponerle un encargo tan peligroso y comprometido. No eran demasiado amigos ni habían trabajado juntos en el mundo del tráfico de drogas.
Ha quedado patente, a lo largo de las declaraciones de varios de los inculpados, que Trashorras no mencionó la palabra explosivos a ninguno de los demás individuos a los que les propuso hacer un viaje parecido. Es más. Ninguno de los que aceptaron supieron nunca lo que transportaban, ya que las bolsas estaban herméticamente cerradas con un candado de los que necesitan una combinación numérica determinada para su apertura. Resultaba imposible saber el contenido de las bolsas sin romperlas.
En ese contexto, ¿para qué iba a decir Trashorras a Granados que en el interior de la bolsa que le ofrecía transportar a Madrid llevaría explosivos? ¿Acaso pretendía asustarle para que no aceptara el encargo? ¿Qué necesidad tenía de explicarle lo que llevaba si no iba a poder averiguarlo nunca?
En el propio sumario figuran estas mismas preguntas en el interrogatorio a Iván Granados que miembros de unidades de Información de la Guardia Civil llevaron a cabo tras los atentados.
«¿Por qué», le preguntó la Benemérita cuando Iván les dijo que Trashorras le había ofrecido en una ocasión llevar explosivos, «iba a confiar en ti?». Iván no supo qué contestarles.
Pero lo más llamativo, lo que un abogado normal hubiera puesto de manifiesto a la hora de desarmar el testimonio de Iván Granados, es el contexto en el que hizo esa declaración. La defensa de Emilio no hubiera tenido más que solicitar al juez que se leyeran los folios 16.392 y 16.393 del sumario para que todos comprendiéramos que Iván estaba fantaseando y que nada de lo que decía era verdad.
EN MINA CONCHITA NO HABIA COBERTURA
En el segundo párrafo del primer folio de los citados, Iván reconoce que, cuando regresaban a Avilés de estar con El Rulo -el ex minero que ha declarado las facilidades para robar dinamita en Mina Conchita-, en un mirador de la carretera de Tineo, «Emilio le comentó que si quería realizar un viaje a Madrid llevando una bolsa de deporte conteniendo explosivos, a lo que el declarante respondió que no».
Hasta ahora nada diferente de lo declarado en el juicio. Pero, exactamente cuatro párrafos más adelante, Iván Granados declaró en ese mismo momento a la Guardia Civil que «en una ocasión fue el propio Babi» -se refiere a El Gitanillo- «a buscar explosivo con unos moros y se perdieron por el monte porque se hizo de noche», y -folio 16.393- «tuvieron que llamar a Emilio, localizando entonces los explosivos y cargándolos en un vehículo».
El Gitanillo insistió en otra declaración que los marroquíes llamaron a Emilio desde la mina. El propio juez Juan del Olmo fue hasta Mina Conchita para intentar reproducir los hechos y pudo comprobar, a través de su secretario, y a pesar de muchos intentos, que era imposible mantener una conversación con un móvil desde ese lugar ya que no existía cobertura en un radio de cinco kilómetros a la redonda.
Pero lo más sustancial de la declaración de Iván Granados a la Guardia Civil fue el relato que hizo de lo que sucedió en torno a Trashorras en la noche del 28 al 29 de febrero de 2004, en Avilés. en presencia de Jamal Ahmidan y otros dos marroquíes que les acompañaban. Continuamos con la lectura del folio 16.393.
«A continuación se fueron al garaje de Emilio, que da a la Travesía de la Vidriera en Avilés, y al introducir el BMW M-5 en el que viajaban los moros rayaron una de las defensas con una columna del garaje. Una vez dentro del garaje, sacaron los explosivos del coche y lo introdujeron en garrafas y en bolsas de deporte».
«Posteriormente se introdujeron los explosivos en algún coche, desconociendo en cuál. Que además Babi», El Gitanillo, «viajó con ellos» -hacia Madrid- «y multaron al Golf, pagando la multa en mano. Que cree que viajaron por la autopista de Huerna. Que una vez en Madrid» -con El Gitanillo incluido- «se desplazaron a Morata de Tajuña y después salieron de copas. A la mañana siguiente, Babi» -El Gitanillo- «cogió un autobús de vuelta para Avilés».
Es imposible acumular mayor número de disparates. Todo era una pura invención, como reconoció la propia Guardia Civil.
Iván, dos párrafos más adelante, se recrea en la suerte y confiesa que Babi -El Gitanillo- le comentó que había realizado dos viajes a Madrid con explosivos en autobús de línea. Uno a primeros de febrero y otro semana y media más tarde. Le contó también que los moros querían el explosivo para utilizarlo en unas minas en Marruecos. Está comprobado que El Gitanillo sólo realizó un viaje para transportar una bolsa de Trashorras. Granados sólo añadía nuevas mentiras al relato.
¿GARRAFAS BLANCAS DE PLASTICO?
En el folio 16.629, y en un nuevo interrogatorio, Iván Granados afina más y dice que los marroquíes habían metido los explosivos en el garaje de Trashorras en unas «garrafas blancas de plástico».Volvió a declarar que multaron al Golf por el camino a Madrid.
Cualquiera que haya seguido mínimamente el sumario sabe que todos esos datos son rotundamente falsos. No se corresponden ni con la realidad de lo que sucedió ni con lo relatado en la versión oficial.
Ni utilizaron los marroquíes un BMW en la noche del 28 al 29 de febrero de 2004 para transportar explosivos, ni se chocó ese vehículo en una columna del garaje de Trashorras, -algo perfectamente comprobable- ni pusieron explosivos en garrafas blancas de plástico, ni viajó El Gitanillo a Madrid con los explosivos, ni multaron en ese recorrido al Golf en el que viajaba con los marroquíes, ni el menor llegó esa noche a la casa de Morata de Tajuña, ni se fue después a tomar copas por Madrid, ni regresó en un autobús de línea a Avilés el 1 de marzo de 2004.
Mi pregunta es bien simple. Si prácticamente todo lo que dijo pudo comprobarse que era mentira, si todos los datos que aportaba eran una pura invención, ¿por qué le han dado credibilidad al párrafo en el que Granados dijo que Trashorras le había ofrecido transportar explosivos a Madrid en un autobús de línea?
¿Cómo es posible que se haya empleado en el juicio, como prueba fundamental contra Trashorras, ese testimonio sin tener en cuenta el resto de sus declaraciones? No se puede aceptar que se elija un solo párrafo, el que conviene a la versión oficial, y se deseche todo el resto.
LAS SORPRESAS DE 'EL GITANILLO'
A no ser, claro está, que lo que nos hayan contado hasta ahora -multa del Toyota en la carretera de Burgos incluida- sea falso y haya que empezar de nuevo a partir del testimonio de Iván Granados.
Parece que la amistad entre El Gitanillo e Iván daba para muchas confianzas. Tantas que el propio Babi, en su declaración del 15 de mayo de 2004 -folio 27.427-, dijo textualmente:
«Preguntado si alguna persona distinta de Emilio le comentó qué era lo que llevaba en la mochila, dice que sí, que Iván Granados Peña, al que llaman El Piraña, le comentó que Iván fue con Emilio a la mina en la que había trabajado, y que allí recogieron el explosivo. Que Emilio fue el que robó el explosivo, y que Iván se quedó vigilando».
O sea, que Iván Granados y Trashorras -según El Gitanillo- ¡robaron juntos dinamita de la mina! El asombro no tiene límites cuando el propio Gitanillo cambia de nuevo su declaración para decir en el mismo folio, tres párrafos más adelante, que fue Javier González el que se quedó vigilando y no Granados. Trashorras y Javier González «fueron a robar la dinamita a la misma mina donde había estado trabajando, quedándose Javi vigilando mientras Emilio robaba la dinamita».
En el relato de El Gitanillo sobre la noche del 28 al 29 de febrero de 2004 en Avilés ya no aparecen ni el BMW, ni las garrafas blancas, ni el viaje a Madrid junto a los marroquíes, ni la multa en el Golf.
Es muy duro aceptar que el testimonio de dos muchachos de la catadura de Iván Granados y de El Gitanillo vayan a ser las piezas de cargo claves para condenar a Trashorras.
Carece de sentido común que Emilio proporcionara los explosivos a los marroquíes y más tarde, una vez cometidos los atentados, fuera voluntariamente a la Policía para confiarles las sospechas que albergaba sobre Jamal Ahmidan y sus amigos.
El juez Bermúdez salió al paso de Trashorras y su rocambolesca detención diciéndole que no podía considerarse testigo protegido, ya que le advirtieron que estaba incomunicado. Sí lo hicieron.Pero ¿cuándo? Después de 24 horas de conversaciones y después de sacarle a cenar al Jose's, un buen restaurante cercano a la comisaría. Es evidente que en ese momento, y durante las primeras horas de conversación, no sólo no estaba incomunicado, sino que Trashorras creyó que le acabarían poniendo una medalla por los datos que estaba aportando.
Es inconcebible que hubiera proporcionado los explosivos sin contar con la Policía y que más tarde fuera a explicarles voluntariamente lo que sabía sobre el tema. El CNI debe aportar todas las conversaciones de esas 24 horas para que se aclaren las circunstancias de lo que allí pasó.
La declaración de Emilio Suárez Trashorras en el juicio -con un rostro que El Greco hubiera querido para modelo- sorprendió a muchos. El que hablaba no era un esquizofrénico pendenciero y vociferante. Contestó durante largas horas a todos las preguntas con rapidez y sin adornos. No pudieron pillarle en una contradicción.
EXPLOSIVOS EN COMISARIA
Denunció con firmeza la presión que había recibido de la Policía y el CNI, los ofrecimientos pecuniarios y de ayudas procesales a condición de que diera la versión adecuada. Sólo resultó chocante que comentara que El Chino quería atracar una joyería frente a su casa, en un fin de semana en que el establecimiento estaba cerrado.
Aceptó con naturalidad que, en una de las reuniones del McDonald's, Jamal le había hablado de explosivos. Pero a continuación remarcó que, en plena comisaría y en presencia de otros policías además de su controlador, el inspector Manuel García, para quien trabajaba, hablaron monográficamente de esta cuestión. Traducido al cristiano, venía a decir: «Si alguna vez he entregado explosivos a alguien ha sido con conocimiento de la Policía».
Al contrario que Antonio Toro, demostró mucha más serenidad de la previsible y terminó la contienda dispuesto a continuar.
Es imposible saber si cuenta todo lo que sabe. Pero nadie pondrá en duda que al menos cree profundamente en su versión y está dispuesto a defenderla contra todo y contra todos. De cualquier forma, debemos insistir en el tema de la composición de los explosivos.Si lo que explotó en los trenes contenía dinitrotolueno no era Goma 2 ECO. En el caso de que llegue a probarse que Trashorras traficaba con Goma 2 ECO, podrá acusársele de ese tráfico, pero no de haber entregado la dinamita que se utilizó para volar los trenes.
LOS TEDAX ADIVINOS
Poco que decir respecto al enervante Rafá Zouhier. Caótico y chulesco. Que nadie se olvide de que trabajó para la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Y debo añadir que hay trabajos de los que uno nunca se jubila. El juez Bermúdez le puso, gracias a Dios, en su sitio.
Los hermanos María del Carmen y Antonio Toro han quedado como lo que son: simples y sin escrúpulos. Antonio no era el bloque de granito que nos habían pintado. Trató de alejarse lo más posible de Trashorras, convencido de que éste será el gran chivo expiatorio.Se permitió alguna broma, como la de decir que lo que había en Asturias en abundancia era sidra. Pero su lenguaje corporal aportaba una personalidad amedrentada y fuera de control.
¿Alguien puede creerse que si Toro hubiera estado implicado en el 11-M se hubiera atrevido a venir a Madrid el día 10-M a por hachís? Por cierto, el dueño del establecimiento de Chrysler, en la carretera de La Coruña, al que dice Toro que acudió para comprar una pieza de automóvil nos ha comentado que, según sus libros de registro, no vendieron en esas fechas ninguna pieza de ese tipo.
No podemos terminar sin hacer una alusión a la declaración del primer testigo policial. Es lamentable que un hombre tan cualificado y que ha puesto tanto empeño en explicarnos lo importante que son en este caso los teléfonos, se refiera, constantemente, a los IMEI -el número de identificación de un aparato de telefonía móvil- como los imeils. -un e-mail es el correo electrónico que se envía a través de internet-.
No se entiende tampoco que pronunciara un soporífero discurso con las motivaciones entregadas al juez Del Olmo por su unidad para involucrar a la yihad en los atentados sin tener en cuenta correcciones elementales.
Por ejemplo, se refirió al e-mail enviado a un periódico británico, en la misma tarde del 11-M, en el que un grupo islámico se atribuía los atentados. El propio CNI se encargó de desprestigiar ese dato al comentar por escrito al Gobierno que no tenía credibilidad y que era un grupo que reivindicaba todo por sistema, incluso los apagones últimos de Nueva York.
Pero lo más sorprendente de su declaración fue cuando contó que los Tedax de Sánchez Manzano ya estaban convencidos de que la dinamita de los atentados procedía de Mina Conchita, tan sólo un día después del 11-M. Está visto que hay quien tiene dotes adivinatorias. Cada vez está más claro que Trashorras estaba ya condenado con los cadáveres aún calientes.