Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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Resumen de la semana
El vecino-escucha de los suicidas
El policía decidió en Leganés qué restos se llevaba a casa
Por FERNANDO MUGICA

Había sido especialista del AES, la unidad especializada en seguimientos y escuchas de la Policía / Fue él quien decidió los restos de Leganés que se llevaba a casa, incluidos todos los documentos de ETA, y los que se reseñaban en las actas de inspección ocular/ De la Morena, que creó esa unidad en 2001, nunca se enteró

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Dice el alcalde de Madrid que la realidad del 11-M será la que diga el tribunal. Hasta que no haya sentencia tendremos que estar atentos, por tanto, a lo que vaya diciendo el juez Javier Gómez Bermúdez. Y, de nuevo, esta semana pasada ha habido uno de esos momentos clave en el que el presidente del tribunal ha puesto énfasis en desenmascarar alguno de los testimonios.

Esta vez le ha tocado a un veterano agente de la Guardia Civil, el entonces alférez y ahora teniente conocido como Víctor. Sus 22 años de servicio y su puesto relevante en la UCO, una de las unidades de elite de nuestras Fuerzas de Seguridad, no le han servido para salir airoso de un interrogatorio en el que mintió a media voz y sin mucho desparpajo. Así quedó demostrado cuando el juez, después de haberle escuchado pacientemente durante todo el día, le puso contra la pared en un dato de especial relevancia.

Víctor sostuvo que se había olvidado de comentar en su día al juez instructor, Juan del Olmo, que ya en marzo de 2003 la Unidad Central Operativa a la que pertenecía conocía perfectamente que el asturiano Antonio Toro ofrecía a la venta 150 kilos de explosivo. Pero, ¿cómo pudo olvidarse si precisamente llamó el día anterior al comandante Jambrina, de Asturias, para pedirle que destruyera la nota en que la UCO reconocía que sabía ese dato?

Fue el comandante Jambrina quien contó, en verano de 2004, oficialmente esa llamada y quien puso en evidencia ante el juez Del Olmo las mentiras de la UCO.

LAS MENTIRAS DE LA UCO

Ahora ha sido el tribunal, el juez Bermúdez, quien le ha restregado a Víctor, en pleno juicio, la incongruencia de sus declaraciones.

Pero no fue la única mentira que Víctor dijo a lo largo de su declaración. La UCO conocía perfectamente la existencia de la red de venta de explosivos asturiana desde que Rafá Zouhier se lo contó a Mario Gascón, el hombre que lo captó para la UCO, en la cárcel de Villabona. Cuando salió de prisión Zouhier, en febrero de 2002, la Guardia Civil ya conocía a los integrantes de la trama de explosivos.

A lo largo del año 2002 y 2003 acumularon más datos sobre esta trama, siempre con la colaboración de Rafá Zouhier. El intermediario Mario Gascón ha salido a la luz esta semana por primera vez en el juicio. ¿Quién es este hombre? ¿Dónde está? ¿Por qué no declara en este juicio? Hay quien asegura que está muerto. Otros lo sitúan en algún país suramericano. El hecho cierto es que tuvo que marcharse rápidamente tras su declaración de puro trámite ante el juez Del Olmo y después de malvender su piso. Sabía demasiadas cosas y trató de poner distancia entre él y sus jefes -y amigos hasta entonces-, los hombres de la UCO, porque tuvo motivos para considerar que su vida corría un grave peligro. Sería esencial para el esclarecimiento de la verdad que pudiera declarar ante el tribunal, pero tengo el convencimiento de que sólo lo hará si le garantizan su seguridad y la de los suyos. Su madre todavía recibe llamadas en Madrid de los antiguos compañeros de su hijo. Le advierten que es mejor que lo encuentren ellos primero porque puede pasarle cualquier cosa.

Centrémonos enel teniente Víctor, el hombre queha puesto en entredicho, ante el juez Bermúdez, el honor de la Guardia Civil.Ha mentido al afirmar, por ejemplo, que hablaron con Rafá Zouhier, nada más producirse el atentado, porque necesitaban su colaboración sobre un asunto de falsificación de tarjetas de crédito y para localizar a un individuo al que buscaba la Policía Judicial de la Guardia Civil de Barcelona.

Se trata del famoso asunto del skinhead que ya relató el coronel Félix Hernando, responsable de la UCO, en su comparecencia ante la Comisión de Investigación del Congreso. Pero es muy fácil desmontar esa mentira. En aquella fecha se desplazó a Madrid un guardia civil de Barcelona para localizar, efectivamente, a un skinhead al que buscaban por un caso de homicidio. Este guardia civil no tuvo ningún contacto con Rafá Zouhier.

Estuvo acompañado en sus investigaciones por un colaborador de la UCO, con el que hizo una ronda por locales nocturnos madrileños para ver si podían dar con el individuo buscado. Rafá Zouhier no tuvo nada que ver con eso.

El juez sólo tiene que preguntar a ese guardia civil de Barcelona quién le acompañó y cuáles fueron los resultados de las pesquisas. Víctor mintió ante el juez de nuevo para proteger la versión de su jefe, el coronel Hernando.

La realidad del 11-M será la que diga el tribunal, dice el alcalde de Madrid. Sin querer reconocer que el juicio ya está aportando trozos descarnados de esa realidad, datos que son incompatibles con la versión oficial que tanto parece defender.

YUSEF DESMIENTE A MUSTAFA

El lunes pasado, el juez puso de manifiesto más realidades. Por ejemplo, cuando Yusef Ahmidan, uno de los hermanos de El Chino, desbarató el testimonio de otro hermano, Mustafá, que aseguraba que Jamal se había autoinculpado ante ellos. Adornó tanto este último su declaración que el juez Bermúdez tuvo que subrayarle que lo que estaba contando no tenía nada que ver con la declaración que había hecho sobre el mismo asunto al juez Del Olmo.

Por si fuera poco, la fiscal Olga Sánchez se llevó un nuevo sofocón con Yusef. El testigo parecía tener dudas sobre su primera declaración, en la que dijo creer reconocer la voz de Jamal en uno de los vídeos reivindicativos. La fiscal se la jugó a una carta y pidió que se visionara el vídeo para salir de dudas. No le pudo salir peor. Yusef Ahmidan no reconoció en esta ocasión la voz de su hermano. Ante Bermúdez -y ésta es la declaración que cuenta- dijo que no lo tenía claro.

En este juicio hay momentos importantes que pasan desapercibidos. El testigo protegido Omar fue contundente en su declaración. Aseguró que en las propias oficinas de la UCI, la Unidad Central de Inteligencia, ayudó a identificar a Jamal Ahmidan ¡tan sólo tres o cuatro días después de los atentados!

Dio detalles de cómo había visto, en esa ocasión, la foto de Jamal en la pantalla del ordenador de Canillas y gracias a los datos que aportaba. ¿Pero no nos dijeron los primeros testigos de la UCI y de la UCIE que no supieron nada de Jamal Ahmidan hasta que se inmoló en Leganés el 3 de abril de 2004?

Claro que a la UCO, y según ha reconocido el propio teniente Víctor, le acompañó Rafá Zouhier hasta la calle de Villalobos, el domicilio de El Chino, mucho antes de ese 3 de abril. Nadie ha sabido explicar por qué no fueron capaces de detenerlo si Jamal hizo una vida casi normal hasta el día 19 de marzo de 2004. Dormía en su domicilio con Rosa, la madre de su hijo.

Ha sido precisamente Rosa quien ha desvelado en su declaración por qué no volvió Jamal a la calle de Villalobos desde el día 20 de marzo de 2004. La razón es simple. El Chino se acercó con su coche hasta la calle de su domicilio y vio allí apostado un coche rojo con dos individuos dentro. Llamó por teléfono a su mujer y le dijo que mirase a ver si seguía allí aparcado ese coche con los dos hombres dentro. Ya sé que el dicho popular asegura que la Policía no es tonta, pero tendrán que reconocerme que hay ocasiones en las que se comporta como si lo fuera.

«¿DICE USTED EN NOVIEMBRE?»

La declaración de Rosa tuvo otros momentos estelares. De nuevo, la fiscal Olga Sánchez escuchó una frase que le descolocó por completo «¿Dice usted que en noviembre?».

Y es que la versión oficial insiste en que El Chino alquiló la casa de Morata de Tajuña en enero de 2004. Hay documentos, papeles, firmas. Nosotros ya habíamos advertido de que, mucho antes, Jamal Ahmidan iba a esa finca con su hijo, con la suegra y hasta con el suegro suramericano.

Ahora, ha sido Rosa la que lo ha corroborado al declarar que fue en noviembre del 2003 cuando acudieron los dos con las llaves de la casa hasta Morata. Incluso dijo que el contrato tenía que haber sido firmado antes porque el niño, el hijo de ambos, le había dicho que había ido con su padre a firmar los papeles.

La fiscal intentó reconducir el tema al insinuarle si eso fue poco antes de los atentados. Pero Rosa insistió impertérrita. «No, no, mucho antes. Ya le he dicho que en noviembre». Lo afirmó con la misma seguridad que cuando dijo que Jamal no había venido cambiado de la cárcel. Que fue el mismo de antes, por lo menos hasta octubre de 2003.

La madre de Rosa fue todavía más explícita. Rebatió sus propias declaraciones anteriores, las del sumario, al asegurar que ni volvió cambiado de la cárcel, ni lo vio nunca vestido con unas ropas blancas ni jamás dijo que parecía un fraile.

Alguien podrá advertirme sobre la escasa credibilidad de Rosa. Sobre todo después de haber dejado con el culo al aire a un ilustre periódico de la competencia al afirmar ante el juez que no había hablado por teléfono con Jamal el día 3 de abril de 2004, el de la explosión en el piso de Leganés, a pesar de que había asegurado lo contrario a ese diario en una entrevista. ¿Habló usted ese día con él? La respuesta ante el juez fue sencilla y contundente: «No».

Conviene repasar alguno de los datos que dio Rosa en su primera declaración ante la Policía, antes de que llegara el «inspector gordo y se arreglaran las cosas». Un abogado ha preguntado a muchos testigos si saben que a Jamal lo detuvieron en el Sáhara. El juez ha llegado a preguntar, algo molesto, qué relación tiene eso con la causa. Pero sí la puede tener.

En Marruecos no se puede viajar sin control por ciertas zonas del sur, las que lindan con la frontera de Argelia. Por eso sería interesante poder confirmar si a Jamal le detuvieron en zona saharaui. Pero son aún más interesantes los datos que aportó Rosa respecto al periodo de encarcelamiento de Jamal en Marruecos hasta el verano de 2003.

Dice Rosa que hablaba con frecuencia por teléfono móvil con él y añade que estaba en un pabellón aparte con otros cinco, que tenía protectores, que podía ver la televisión y que, además, se había puesto a hacer un curso de informática.

Aquí tengo que hacer un inciso personal para explicar que no tengo muy buen concepto de las cárceles marroquíes. Fue por algo que sucedió a mediados de los 80. El Diario 16 de Pedro J. Ramírez me envió al Sáhara para hacer un reportaje sobre los últimos españoles que quedaban en la ex colonia. Me advirtieron de que allí, en una cárcel, se encontraba un único prisionero español.

Me dejaron verle. Aquel joven se había convertido en un esqueleto sudoroso. La temperatura no bajaba de los 50 grados. Delante de la seguridad marroquí le hice una entrevista y, entre respuesta y respuesta, me deslizó en voz baja: «Me cuelgan por los pies». Sabía a qué se arriesgaba al decirlo y conocía que yo iba a publicarlo. Pero, a pesar de todo, no pudo evitar aquel grito desesperado de auxilio.

LA PRISION DE LUJO DE 'EL CHINO'

Supongo que en estos últimos años las cosas habrán cambiado en las prisiones marroquíes, pero esa historia de Jamal viendo la televisión, llamando por teléfono a su novia y estudiando electrónica en un cuarto adornado con fotos de islamistas -véase la declaración de Lofti Sbai- siempre me ha parecido inverosímil.

Parece que hay testimonios de que sus amigos compraron a alguien para que lo dejaran en libertad a pesar de estar acusado de un homicidio. Pero Rosa nos da otra clave. Nos dice que llamó para decirle, en verano de 2003, que ya estaba libre, pero que ahora estaba esperando que le dieran los documentos a su nombre de su nuevo carnet de identidad y de conducir marroquíes. Son los mismos documentos que guardaba celosamente en la calle de Villalobos y los que pidió a Rosa que en caso de problemas graves entregara a la Policía española. El Chino, con sus continuos viajes al País Vascoy su impunidad en la venta de droga,sigue siendo un misterio que queda por desentrañar.

En este juicio hay tantos datos importantes que se tapan entre sí. Daremos algunas pinceladas. Está el caso del testigo portero que vio el coche Skoda Fabia aparcado frente a su portal en el otoño de 2003.

Ya dijimos en su día que en ningún caso había sido ésa la fuente principal de nuestras informaciones sobre el Skoda. Este portero llegó a creer que sí y trató de desmentirnos. Ahora ha dado ante el juez un paso más. Ha añadido que la causa de que no retirara la grúa el vehículo a pesar de las multas consecutivas y de que estaba aparcado en una zona de carga y descarga era que «no se lo podían llevar porque no constaba como robado».

El Skoda tenía la matrícula original cuando fue encontrado por la policía en junio de 2004, aparcado junto a la estación de Alcalá de Henares. Había sido robado en Benidorm meses antes de que lo multaran en Madrid. ¿Cómo es posible que la Policía tuviera la denuncia de la sustracción del vehículo perfectamente documentada y que no saliera esa circunstancia al consultar sus ordenadores? En junio de 2004 supieron que estaba robado precisamente porque lo comprobaron en los mismos ordenadores.

DEMASIADA LLUVIA PARA UN PERRO

Los perros sin olfato siguen dando juego. Esta vez fue la fiscal Olga Sánchez la que introdujo el argumento de que los perros no pudieron oler explosivos en la finca de Morata porque el día en que se hizo la inspección llovía muchísimo. Fue el propio juez Bermúdez el que le llamó la atención y le cortó en seco para que no siguiera sacando conclusiones antes de tiempo.

Hay que hacer un capítulo aparte con las declaraciones del subdirector operativo, Pedro Díaz-Pintado y del comisario general de Información, Jesús de la Morena. Hablaron de éxitos policiales -¡después de una masacre de aquel calibre!-, mencionaron que sólo nuestra Policía habría sido capaz de descubrir a los culpables en poco más de 50 horas. Se jactaban de que la detención de Zougam había sido «la mejor decisión» de su vida. Alardearon de la importancia de la desactivación de la mochila del AVE y se congratularon de que no se hubiera producido otro atentado posterior al día 11-M, gracias, sin duda, a su diligencia. Por lo visto, hicieron todo bien menos lo más importante: evitar los atentados.

No supieron explicar cómo unos individuos, en sus propias palabras «de medio pelo», controlados por la Policía, el CNI y la Guardia Civil, con sus teléfonos pinchados, con seguimientos activos, infiltrados por numerosos confidentes, pudieron llevar a cabo la masacre.

NO SE ENTERO DE LA MOCHILA DE VALLECAS

Confirmaron cosas muy graves. Díaz-Pintado reconoció que proporcionó el dato equivocado -mortal para aquel Gobierno- de que había sido Titadyn con cordón detonante. Aseguró que se enteró a las cinco y pico de la madrugada del 12-M de que había sido desactivada una mochila bomba en la comisaría de Puente de Vallecas, «No sé por qué no me comunicaron antes su existencia. Supongo que se habrían olvidado de decírmelo».

De la Morena llegó más lejos. Insistió en que era imposible que la Policía supiera en la mañana del 3 de abril de 2004 de la existencia del piso de Leganés porque él tendría que haberlo conocido. Pero entonces ¿por qué afirmó el comisario de los Tedax, Sánchez Manzano -individuo con el que no habló nunca a lo largo de toda la investigación el subdirector operativo- que a él le avisaron a las 12 del mediodía del asunto?

Pero el dato más chocante es el que reflejó De la Morena cuando afirmó que no se había enterado de que sus hombres recogieron y se llevaron a casa objetos de entre los restos del piso de Leganés. Que sus hombres decidían lo que debía figurar en las actas y lo que no. Nunca había oído hablar, sobre todo, de la documentación de ETA recogida en Leganés. Ni había hablado con el policía/vecino de los terroristas. El que facilitó los datos del piso porque vivía pared con pared con ellos y que había pertenecido, hasta 2002, nada menos que a la unidad especializada de AES, la de seguimiento y escucha de la Policía. Es curioso porque a la creación de esa unidad, en 2001, contribuyó personalmente el propio De la Morena y sólo entraban en ella personas de absoluta confianza de los mandos.

La cúpula policial del PP no descubrirá la verdad del 11-M. Lo han dejado claro los chicos de la UCO, la UCI, la UCIE, la UCAO o el CNI. Una sopa de letras que no puede enmascarar, como mínimo, la negligencia y la incompetencia. ¿O es que sabían más cosas y ahora tienen que aferrarse a la pantalla de los culpables establecidos para salvar sus propios traseros?

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