Un testigo procesado por otra causa presenta una versión de los hechos basada en el presunto relato de cuatro islamistas fugados / Mañana continuará su interrogatorio, que sólo ha servido para crear más confusión / La UCO sigue sin reconocer su responsabilidad en la investigación anterior a los atentados.
¡Qué bonito si todo fuese tan sencillo! Una mañana de viernes llega un testigo al juicio y, de pronto, cuenta con pelos y señales todo lo que sucedió en torno al 11-M. Las piezas encajan. Las mentiras se desvanecen. Lo agujeros se rellenan, las incógnitas quedan definitivamente desveladas. La realidad es mucho más compleja. Nadie, ni siquiera un individuo disfrazado de islamista, alguien a quien no le importa autoinculparse, nos va a resolver el jeroglífico.
La rotundidad de su confesión, la aparente coherencia de las revelaciones de Kamal Ahbar, dejó a casi todos, incluida la fiscal Olga Sánchez, con la boca abierta. «¿Qué?», se le oyó decir por lo bajo. Y es que el relato de este islamista procesado dentro de las investigaciones de las operaciones Sello 1 y Sello 2 desbarataba aparentemente la versión oficial, pero, en realidad, la apuntalaba en sus elementos esenciales.
Aunque sólo sea a nivel de ejercicio intelectual, merece la pena detenerse unos minutos en lo que intenta dejar al descubierto. El resumen para los que no quieran profundizar es simple: los explosivos vinieron de Asturias. Los autores materiales los consiguieron por la relación entre musulmanes y la banda de Avilés. Los que pusieron las bombas en los trenes fueron los islamistas que se inmolaron en el piso de Leganés. La autoría intelectual fue obra también de islamistas radicados en España. Para fabricar las bombas, se emplearon teléfonos móviles.
En definitiva, un guión ortodoxo que podría estar firmado por cualquiera de los defensores del sumario del juez Juan del Olmo.
'CARTAGENA', EL PEOR DE TODOS
Para que la píldora fuera creíble, Akbar lo ha adobado con algunas variaciones. Son retoques necesarios para que puedan tragársela los opositores y los escépticos.
Sí fue Toro, pero no Trashorras. Sí fue Ahmidan, pero no Zougam. Sí, fue Lamari, pero también Safwan Sabagh, el vendedor de pollos de Valencia. Fueron islamistas, pero no Al Qaeda. Se trata de la yihad, pero no de la Guerra de Irak.
Y, la guinda final: el que entregó los teléfonos montados para las bombas fue nada menos que Cartagena, el confidente que más ha atacado con su testimonio en el juicio a la UCIE, la Unidad Central de Información Exterior, la unidad clave en cuyas investigaciones se basa el argumento del sumario.
Es evidente que, a estas alturas, hay que tener siempre mucha cautela. ¿Y si dice la verdad? Su testimonio no se ha terminado. El juez Javier Gómez Bermúdez ha considerado pertinente interrumpir su relato y aplazarlo hasta mañana, lunes. Ninguna de las partes tendrá como excusa la falta de tiempo para prepararse el interrogatorio.
Será, pues, en la próxima sesión cuando podamos formarnos un juicio más razonado sobre la consistencia de todo lo declarado por Kamal Ahbar.
Sólo una reflexión final sobre este tema. Todo su conocimiento del caso le viene por las confidencias de las cuatro personas que no pueden corroborar su testimonio, ya que son, precisamente, las que han desaparecido: Berraj, Belhadj, Afallah y Ouhnane. Y otro apunte más, prácticamente todos los autores materiales a los que acusa son los que ya están muertos. Como encubridores y cooperantes coloca a Sabagh, Cartagena, Toro y Zouhier. No deja de ser curioso que los cuatro son individuos sobre los que recaen fundadas sospechas de connivencia, pasadas o presentes, con Fuerzas de Seguridad españolas. No estaría de más, de cualquier forma, preguntarle al juez Juan del Olmo si es verdad que le tomó declaración a Ahbar en enero de este año, si esas conversaciones están grabadas y cuál es el grado de credibilidad que le merecieron.
MAS SOBRE LA 'MOCHILA DE VALLECAS'
Vayamos ahora a cosas más palpables. Ha sido muy inquietante el testimonio de un miembro de la Brigada Provincial de Policía Científica de Madrid. Ha declarado que el 11-M estuvo realizando tareas de recogida de restos humanos en dos de las estaciones afectadas por los atentados. También participó en la identificación de cadáveres en el Ifema. Y fue a lo largo de esa primera noche cuando le requirieron para que se desplazara urgentemente, con un compañero, hasta la comisaría de Puente de Vallecas para que realizara un reportaje fotográfico sobre una mochila que acababan de encontrar con una bomba dentro.
Ayudados por un coche todoterreno que les esperaba en Vallecas, se dirigieron hasta el Parque Azorín, el lugar al que los desactivadores Tedax habían llevado el artefacto para alejarlo de zonas pobladas.
Al mando del operativo estaba el comisario general de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén. Fue a él a quien le pusieron pegas para realizar el reportaje fotográfico. Argumentaron que llevaban una cámara analógica con flash y que tenían miedo de que el artefacto tuviera alguna trampa que podría activarse al primer destello.
Entregaron su Nikon de 35 milímetros, después de colocar la apertura y la velocidad adecuadas, a uno de los Tedax y fue éste el que se acercó hasta la mochila con la cámara. Observaron, desde la distancia que les permitía el cordón de seguridad, cómo destellaba varias veces el flash. Poco más tarde, el tedax se acercó para darles el carrete ya impresionado.
Hasta donde ellos estaban llegaron varios comentarios de que estaban fallando los sistemas de desactivación. En un momento dado llegaron a tirarse cuerpo a tierra, según su propia descripción minuciosa de los hechos.
Cuando los Tedax les hicieron señales de que ya no había peligro, se acercaron hasta el lugar donde estaba el explosivo para terminar su reportaje fotográfico. Siempre, según su testimonio, se hacen fotos antes y después, aunque sólo para que pueda utilizarse más tarde como material didáctico. Pudieron observar una bolsa de plástico de basura, de color muy oscuro, rota por uno de sus extremos, pero no vieron ninguna mochila ni ninguna bolsa.
Les sorprendió que, de pronto, no les permitieran hacer fotografías. Les dijeron que no hacía falta que hicieran más fotos y que se retiraran. Era algo insólito, ya que a ellos les habían apartado de sus tareas en el Ifema, dada la urgencia, para que realizaran un reportaje fotográfico sobre la mochila con los explosivos.
Fue el propio comisario general, Santiago Cuadro, quien les pidió que le entregaran el carrete que contenía las fotografías que había realizado el tedax, con su cámara, antes de la desactivación. Argumentó que lo hacía para que se revelara con mayor urgencia.
El policía ha declarado que sintió un cierto alivio, ya que la máquina de revelado de color que tenían en la Brigada Provincial de Policía Científica llevaba estropeada unos cuantos años, lo que suponía demoras en el revelado.
La sorpresa final se la llevó días más tarde, cuando preguntaron por las fotografías y nadie supo dar cuenta de ellas. Nadie sabía nada del revelado. El carrete no existía. Las fotos no se incluyeron en el sumario. A simple vista, parece un detalle de poca importancia. Los problemas surgen al analizar cuál podía ser la razón de que esas fotos, en principio perfectamente inocuas, no aparecieran.
La única explicación que se nos ocurre es que alguien consideró que las imágenes de la famosa mochila de Vallecas tomadas aquella noche en el Parque Azorín no correspondieran con la que más tarde nos han presentado como la bolsa que contenía la bomba.
LA FOTO EN LA CADENA ABC
Ha habido varios policías en este juicio que la han reconocido, pero curiosamente lo han hecho en base a la fotografía que difundió la cadena de televisión estadounidense ABC tomada en la comisaría de Vallecas. A pesar de haber hecho muchas pesquisas, no he conseguido dar con la persona que tomó esos planos.
Lo que sí es cierto, como dijimos al principio de esta investigación y seguimos sosteniendo ahora, es que fueron los propios policías de Vallecas los que comentaron a un redactor de este periódico que ésa no era la bolsa auténtica y que, al no tener la original a mano, les habían dejado la bolsa de deportes de un policía para que pudieran tomar el plano.
¿Cómo han podido reconocer la bolsa ahora en el juicio en base a esa fotografía, cuando sabemos que no era la auténtica?
Debemos recordar que todavía no hay nadie que haya declarado que vio esa mochila/bolsa ni en la estación de tren de El Pozo ni en el Ifema. No está de más remarcar también que los artificieros revisaron, varias veces, todas las bolsas que se encontraron en la estación sin que encontraran ninguna que contuviera explosivos.
Hay quien empieza a recordar lo que sucedió en aquella tarde en las dependencias del Ifema. Entre algunos mandos de los que allí estaban se corrió la voz de quese les había perdido una mochila con explosivos. Hubo revuelo y nervios durante varias horas. Todo se calmó cuando alguien de mucho peso dijo: «Tranquilos, que ya la hemos encontrado. Estaba aquí y no nos habíamos dado cuenta. Ya se ha mandado a la comisaría de Puente de Vallecas. Ahora sólo hace falta esperar a que la analicen».
La noticia de la existencia de la mochila de Vallecas no trascendió a los medios de comunicación hasta el día siguiente. Y, sin embargo, alguien que presenció la escena comentó de madrugada al llegar a su casa: «Hemos estado todo el tiempo trabajando en el Ifema junto a una bomba. No quiero pensar en lo que hubiera sucedido si llega a explosionar en medio de todos aquellos cadáveres y de los centenares de parientes que han desfilado por el lugar».
La pregunta es simple. ¿Cómo podía saber de una mochila bomba relacionada con Puente de Vallecas si no se descubrió, en esa comisaría, hasta pasadas las 2.00 horas de la madrugada?
Teóricamente, esa noche no conocía su existencia ni siquiera el subdirector general operativo, Díaz-Pintado. Supo de ella a las 5.15 horas, según ha declarado él mismo en el juicio, cuando explicó, para el que quisiera escucharle, que aunque era preceptivo no le habían avisado de su existencia. «Seguramente se les habría olvidado».
MAS DATOS INQUIETANTES
La declaración del que era en el momento de los atentados comisario de Puente de Vallecas, Rodolfo Ruiz, ha añadido algunos datos inquietantes sobre este tema.
Ha asegurado que fue él quien recepcionó las bolsas con los objetos que procedían del Ifema. Vinieron por orden de la juez de guardia, Josefa Bustos Manjón, la titular del juzgado número 49, después de que ésta se presentara en la comisaría de Puente de Vallecas y viera, aquella tarde, que allí no estaban los objetos procedentes de la estación de El Pozo. «Yo nunca vi la bomba», ha dicho el comisario. «Llegué a mi casa a las 12.00 de la noche y dos horas más tarde me llamaron para decirme que la habían encontrado».
También ha relatado quién ordenó el traslado de los objetos de El Pozo. Fue a las 14.00 horas del mismo 11-M cuando Santiago Cuadro le dijo que había que llevar los objetos a la comisaría. Fue Ruiz quien comentó que la comisaría de Villa de Vallecas estaba como a 1.000 metros de allí, mucho más cerca que la de Puente de Vallecas y que por eso sería mejor enviarlos a la más cercana.
El resto de la historia la sabemos por las declaraciones que hicieron en su día los policías que trasladaron las bolsas con los objetos. Al llegar a la comisaría de Villa de Vallecas, nadie quiso hacerse cargo de ellos. Fue entonces cuando el policía al frente del grupo que los trasladaba decidió llevarlos a la comisaría de Puente de Vallecas, a la que él mismo pertenecía.
Rodolfo Ruiz no terminó de concretar por qué se trasladaron al Ifema. Creía recordar que esa orden de la superioridad se recibió por la emisora policial.
El juez Javier Gómez Bermúdez preguntó a Rodolfo Ruiz si nadie le había comunicado en la mañana del 11-M que había sido la juez la que había dado la orden de que se llevaran los objetos de El Pozo a la comisaría de Puente de Vallecas. El comisario tuvo que reconocer que nadie le informó de eso.
LA VERSION DE LA MADRE
Al margen de la conmoción provocada por Kamal Ahbar el viernes, los dos días de juicio han propiciado datos interesantes.
La madre de Jamal Zougam, Aicha Achab, una emigrante que está en España desde hace más de 25 años, vino a repetir lo que siempre ha dicho. Su hijo estaba en su casa en la mañana de los atentados. Primero se levantó su hermano, luego Jamal, quien salió de casa como todos los días a eso de las 11.00 horas rumbo a su trabajo en el local de la calle de Tribulete. Antes había desayunado, se había duchado y había visto las primeras imágenes de los atentados en televisión.
La madre comentó también que Jamal llamó a su hermano para preguntarle qué tal estaba el tráfico por la ciudad. La noche anterior y la noche siguiente, su hijo había acudido al gimnasio de la plaza Elíptica, como de costumbre. Nada nuevo. Su testimonio es poco eficaz, ya que una madre no sólo no tiene por qué declarar contra su hijo, sino que parece razonable que pueda inventarse cualquier cosa para intentar salvarle. Eso no presupone, por supuesto, que no esté diciendo la verdad.
De la declaración del miembro del CNI que estuvo presente en el interrogatorio de Emilio Suárez Trashorras, en Asturias, no hay mucho que destacar. Tal vez lo más llamativo es que ha asegurado que uno de los tipos de detonadores que se han encontrado en relación con los atentados no es adecuado para ser usado en una explotación de caolín como Mina Conchita, ya que pulverizaría el material. No supo especificar si era el de aluminio o el de cobre. El caso es que en la Kangoo se encontraron de ambos tipos.
A Fernando Huarte, el hombre del PSOE asturiano vinculado al CNI, le pudo el corazón cuando aseguró que no sabía si el hecho de ser del partido podía condicionar su declaración.
HERNANDO, INCOMBUSTIBLE
El coronel Félix Hernando, el responsable de la UCO, estuvo en su papel de siempre. Continúa sin aceptar cualquier responsabilidad en la investigación de los explosivos. El comandante Jambrina le dejó poco después en entredicho cuando aseguró que fue un miembro de la UCO quien le pidió que destruyera la nota de marzo de 2003 en la que se probaba que su unidad había seguido aportando datos sobre los explosivos asturianos. «No hubo ni un cierre ni un traspaso de la investigación».
A Hernando se le olvidó decir que la captación de Rafá Zouhier en la cárcel de Villabona, en las primeras semanas de 2002, estuvo motivada, en buena parte, por la trascendencia de las informaciones que entonces aportó sobre la trama asturiana de venta de explosivos y su relación con ETA.
Mario Gascón, el hombre que lo captó para la UCO, tiene que declarar ante el juez todo lo que conoce. Debería recapacitar en su escondite sobre si merece la pena anteponer la verdad a cualquier otra consideración.
En este mismo sentido, fuentes próximas al general Varela aseguran que el ex subdirector operativo de la Guardia Civil ha afirmado que si le llama el juez Javier Gómez Bermúdez a declarar contará la verdad de lo que sabe, suceda lo que suceda y caiga quien caiga.