El vídeo policial de la casa de Morata de Tajuña ha evidenciado, en la vista oral, que allí no se guardaron los explosivos de los atentados / El presunto zulo notiene capacidad para albergar los explosivos que aseguran que se robaron en la mina asturiana / La longitud de los cartuchos robados superaría a la Torre Eiffel.
No existe el crimen perfecto. Quién les iba a decir a los verdaderos autores de la masacre del 11-M que un simple polvillo de extintor, arrojado a uno de los focos de la explosión en aquella mañana, iba a ser suficiente, tres años después, para destrozar la versión oficial del «Goma 2 ECO y ¡vale ya!».
La operación de inteligencia -según expertos internacionales- implicada en los atentados y el manejo posterior del encubrimiento y ladesinformación tenía todas las trazas de quedar impune. Miembros de las Fuerzas de Seguridad, de uno y otro bando, aceptaron, aunque por razones estratégicas muy diferentes, cualquier cosa para que cuadrara el puzle, aunque fuese a martillazos. Los que idearon el atentado programaron también la pantalla de los sospechosos lógicos, la ruta de sus caravanas, las oportunas reivindicaciones internacionales. Previeron la reacción de la sociedad, gracias al manejo de los tiempos de las informaciones para que la mayor parte de la población tragara la píldora sin esfuerzo.
Desactivaron mochilas, aparecieron otras y todo culminó con el espectáculo televisado en directo a la hora del telediario de las 9.00 horas, el de más audiencia, de la voladura de los autores.
Era imprescindible que no se hicieran los análisis científicos porque podían desbaratar todo el plan. Al éxito aparente de la operación contribuyeron, sin darse cuenta, un juez bienintencionado pero incapaz, una Fiscalía que avanzó por los miles de folios que acumulaba la Policía con las orejeras puestas en la dirección correcta, y una sociedad a la que le era más cómodo aceptar una certeza simple que adentrarse en la complejidad de una realidad que aún no sabemos a dónde nos va a llevar.
CASI TODOS MUERTOS
Casi todos los culpables están muertos. Los explosivos que se encontraron enteros en Leganés, la mochila de la vía del AVE, en Mocejón, o la mochila de Vallecas eran Goma 2 ECO. La misma sustancia con la que se trabajaba en Mina Conchita. La que dicen que trajeron unos marroquíes ayudados por un ex minero del que ahora se certifica que tiene «una enfermedad mental grave».
Los diseñadores del plan esparcieron la idea madre de que el Gobierno del PP mintía al inclinarse, con absoluta y conveniente ingenuidad, por la teoría de la autoría de ETA, empujados por infinidad de indicios perfectamente calculados para que picaran el anzuelo.
El meandro de la Comisión de Investigación sólo sirvió para que se hablara un poco más del asunto, pero en la dirección equivocada. Un juicio minucioso y tajante iba a dar definitivamente la razón a la versión oficial. Centenares de peritos, testigos y documentos estaban preparados para el gran espectáculo mediático. La víspera del comienzo del juicio me llevaron al programa 59 segundos» para la crucifixión pública del primer instigador de la teoría de la conspiración. «Goma 2 ECO y ¡vale ya!».
Pero un simple trozo de espuma de extintor se ha cruzado en el camino. Nadie podía preverlo. Es más, los propios especialistas que tres años más tarde y gracias a la valiente decisión del juez Javier Gómez Bermúdez han hecho los nuevos análisis, desecharon al comienzo esa prueba material.
Pero allí estaba, reluciendo como un diamante entre tantas piedras de Pulgarcito que hemos tenido que tragar. Y allí, en la única prueba de los focos de las explosiones que no fue lavada con agua y acetona aparecen de forma indiscutible dos palabras que son suficientes como para derribar las murallas de Jericó: DNT y nitroglicerina.
Los que han pretendido destrozar la teoría de la conspiración nos han dedicado sus titulares más llamativos, sus burlas más aceradas, sus descalificaciones más atroces en páginas y tertulias para explicar lo inexplicable.
Primero dijeron que las cantidades que salían en los análisis científicos de DNT y nitroglicerina eran insignificantes. Se acercaban así a la primera teoría de la contaminación. Claro, en la fabrica de explosivos eran unos descuidados y la dinamita Goma 2 ECO se había mezclado en los contenedores de la masa con la Goma 2 EC. Cuando se dejó de fabricar la Goma 2 EC quedaron restos residuales que contaminaron las nuevas remesas de Goma 2 ECO. Parecía increíble que alguien aceptara una cosa tan absurda. Como si una fábrica de explosivos fuera la cocina de un tugurio trasero en un restaurante de poca monta.
Pero coló y -¡hay qué peligro tienen los vídeos!- tertulianos de muchas estrellas, veteranos y sabios, lo defendieron con ahínco despreciando toda lógica.
Cuando las cosas se pusieron mal, sacaron de la manga la segunda teoría de la contaminación. Las muestras no se habían guardado con el cuidado suficiente y por eso se habían contaminado con DNT y nitroglicerina. Pero llegó la perita, -la que no ha encontrado las notas originales que tomó aquella mañana del 11-M- y sacó la espada dispuesta a no comerse ese último y definitivo marrón. Y ante la sorpresa del juez y de todos los que asistíamos a la vista del juicio recitó aquella letanía de una bolsa encintada dentro de un sobre, a su vez dentro de una bolsa de plástico, metida en cajas de cartón, introducidas éstas en bolsas de plástico y todo ello a su vez guardado en un armario metálico, a temperatura constante.
Y para más Inri añadió que jamás en los 20 años de servicio ha tenido ninguna queja de contaminación. «¿Es posible que se traspase una sustancia de una bolsa a otra?», le preguntó el presidente del tribunal. Y ella sin inmutarse contestó: «Yo lo guardé así» -osea con tantas garantías- «para evitarlo».
Pero ni la Fiscalía ni los abogados de la acusación se rendían. Y todos se lanzaron, -arropados de nuevo por los poderosos medios de comunicación afines- a por la tercera teoría de la contaminación. La de Mina Conchita. Contaron que en esa mina se habían encontrado cartuchos de Goma 2 EC junto a los de Goma 2 ECO. Explicaron que era posible que los terroristas los robaran a la vez y hasta alguien insinuó que podían haberse mezclado en las bombas. Los titulares de los medios que compraron esa teoría no podían ser más explícitos: En mina Conchita había Goma 2 EC con nitroglicerina.
LAS MEZCLAS DE LA DINAMITA
Algunos peritos, para aceptar esta tesis, afirmaron que la Goma 2 ECO es capaz de explotar, aunque con menos potencia, uno o dos años despues de la fecha límite de uso con garantías que pone el fabricante. La tímida réplica fue que si se usó Goma 2 EC ¿por qué no aparecieron fajas de cartuchos de este tipo entre las encontradas en Leganés?
El juez, después de horas de discusiones entre los peritos y de pronunciar la frase «no sé ya ni lo que digo», sacó a colación un papel en el que parecía que se aceptaba la nitroglicerina como uno de los elementos de la Goma 2 EC.
Fue el momento mágico para los abogados de la acusación. Chocaban impúdicamente las manos en señal de victoria. Sonreían mientras uno de ellos llegó a decir: «Bueno, ya podemos marcharnos».
Y de pronto, un simple comunicado de la fábrica Maxam, la antigua Unión Española de Explosivos, pone las cosas en su sitio definitivamente. La Goma 2 EC que ellos han fabricado dejó de tener nitroglicerina en el año 1992, -antes incluso de que los responsables del GAL vivieran sus peores momentos-. Fue el 31 de marzo de 1992 cuando eliminaron la nitroglicerina, 12 años antes de que los marroquíes visitaran, presuntamente,la minadeAsturias.
LA CONTAMINACION AL GARETE
Y se va así al garete la teoría de la contaminación en los tanques de mezclado de la fábrica -¡cuántas páginas de importantes periódicos malgastadas!-. Y la teoría de la contaminación en la mina y de la explosión conjunta de Goma 2 ECO y Goma 2 EC -¡Qué ocasión para haberse callado de tantos tertulianos!-. Y ya sólo les queda como última posibilidad la teoría de la contaminación en el laboratorio de los Tedax. Las moléculas voladoras que traspasan bolsas de plástico, cajas de cartón, envases de muestras y paredes metálicas.
Y todo, porque el DNT y la nitroglicerina, junto a los demás compuestos encontrados, nos lleva a una palabra tabú, que da mucho respeto nombrar: Titadyn.
Y encima, el jefe de los peritos de la Policía Científica dice al juez que ahora se ha dado cuenta -«lo juro», añadió en un síntoma claro de zozobra interior- de que en las muestras que analizaron el 11-M también les salen picos de nitroglicerina. «¿Por qué no lo dijo usted antes?», le espetó el juez. Lo peor es cuando dijo que todo se puede contaminar en el laboratorio de la Policía. ¿Cómo ha podido haber, entonces, garantías procesales en los juicios de los últimos 30 años?
Curiosamente en las muestras de dinamita custodiadas por la Guardia Civil no han aparecido restos de DNT.
Por otra parte la intensidad de las trazas de DNT encontradas ahora por los peritos es muy superior a las halladas en su día por los Tedax en el explosivo entero.
Algunos peritos han afirmado ante el tribunal que después de una explosión de dinamita es imposible saber su tipo. Entonces, ¿nos han mentido en todos los comunicados tras cualquiera de los atentados de ETA?
Un polvillo de extintor, la única muestra de los focos de los trenes que no pudo lavarse con agua y acetona, ha sacado la bandera roja. El informe de la fábrica Maxam no puede ser más concluyente.
Hace dos semanas, bastaron unas malas imágenes, realizadas por la Guardia Civil, de un camino intransitable en Mina Conchita para que comprendiéramos que la versión de El Gitanillo no podía ser cierta. De noche, sin más luz que unas linternas de seis euros, en medio de una intensa nevada, era imposible que nadie bajara por allí con 42 kilos de explosivos a la espalda.
Esta semana, de nuevo un vídeo, en esta ocasión de la Policía, ha transmitido las profundas contradicciones de la versión oficial. Dos perros, de distintas razas, perfectamente entrenados para captar el más mínimo atisbo de olor a explosivo, no fueron capaces de señalar la presencia de ningún tipo de dinamita en el mal llamado zulo de la casita de Morata de Tajuña.
LOS PERROS DIJERON QUE NO
Nos contaron que en ese agujero se guardaron los explosivos y que en esa casa se amasaron los mismos para preparar las bombas. Las imágenes no han podido ser más expresivas. El zulo permanecía intacto. En el vídeo se ve a los propios policías apartando los restos de ramas para descubrir la tapa y las paredes de porespán que lo cubrían. Luego, hemos podido contemplar los esfuerzos titánicos de los guías caninos tratando, una y otra vez, de que los dos perros marcaran el explosivo.
Pero, a pesar de intentarlo durante varios minutos -llegan a introducir a uno de los perros en el agujero en el que apenas cabe-, no huelen nada sospechoso. La insistencia de los policías, los tirones de correa, la introducción forzada de las cabezas de los perros en cada rincón sólo sirvió para remachar con más intensidad que allí ni había explosivos ni los había habido.
De nuevo se produce el milagro de la furgoneta Kangoo de Alcalá. Nos dijeron que en la mañana del 11-M los terroristas habían llevado en ese vehículo las bombas con los explosivos hasta la estación. Pero los perros -¡tan sólo cuatro horas después!- certificaron que en la Kangoo ni había explosivos ni los había habido.
La fiscal Olga Sánchez ha intentado explicar, durante la vista oral, que los perros no habían podido hacer su trabajo en Morata porque aquel día llovía terriblemente. Los vídeos exhibidos la contradicen incluso en esos ridículos planteamientos.
Pero volvamos al zulo. Tal vez no nos hemos dado cuenta aún de la magnitud física, volumen y peso, que suponen los más de 300 kilos de explosivos robados supuestamente en Mina Conchita. Fue la Guardia Civil la que avaló esos datos comparándolos con los posibles trucajes en la contabilidad de la mina en las semanas anteriores a los atentados.
Según las versiones del sumario, el número de cartuchos robados varía sustancialmente de 312 kilogramos a 225. En el primer supuesto los cartuchos robados serían unos 2.000. En el segundo, superarían los 1.400.
En cualquiera de los dos casos la longitud de esos cartuchos, de 20 centímetros, puestos en línea recta cubrirían una longitud superior a la altura de la Torre Eiffel.
Meter esa cantidad de cartuchos en un zulo exige que el agujero tenga unas dimensiones mucho más considerables que el zulo de Morata.
UN ENFERMO MENTAL GRAVE
Impresionante el informe de los peritos psiquiatras que han determinado que Emilio Suárez Trashorras es un enfermo mental grave con tendencia a la fabulación. Y no hay que olvidar que fue Trashorras quien tuvo que insistir ante la Policía para que le hicieran caso sobre la culpabilidad de El Chino. ¿Lo hubiera hecho si él fuera el que le entregó los explosivos? Es inexplicable.
Escalofriante la voz de Rafá Zouhier contando al alférez Víctor, el 17 de marzo de 2004, datos suficientes como para haber podido detener a El Chino en cuanto quisieran. Ahora la fiscal quiere aumentar la petición de pena para él. ¿Pero acaso iba a insistir ante la Guardia civil para que detuvieran a El Chino si él hubiera sabido antes del 11-M que estaba implicado en los atentados? Como en el caso de Trashorras sería un simple y absurdo suicidio.
El tiempo ya no nos devolverá al pasado, pero es evidente que nos mintieron y nos siguen mintiendo. Señor juez, en la Goma 2 EC no hay nitroglicerina. ¿Y ahora qué hacemos?