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JUICIO DEL 11-M | RESUMEN DE LA SEMANA

El misterio de Leganés, desvelado; el de la bomba de Vallecas, sin resolver

El edificio en el que se atrincheraban los terroristas, tras la explosión. (Foto: Jaime Villanueva)
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El edificio en el que se atrincheraban los terroristas, tras la explosión. (Foto: Jaime Villanueva)

Actualizado jueves 22/03/2007 19:54 (CET)
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MADRID.- Esta semana en el juicio del 11-M será recordada por una frase: "Entrad vosotros, mamones". Se la dijeron los terroristas atrincherados en el piso de Leganés a los Geo, que intentaban hacerlos salir, antes de que volaran por los aires el 3 de abril de 2004, apenas un mes después de los atentados. El testimonio de dos policías que testificaron ante el tribunal recontruyó la actuación de las fuerzas de seguridad aquella tarde, sobre la que había tantas lagunas y contradicciones.

El seguimiento de las tarjetas de teléfono móvil vendidas por Jamal Zougam a los terroristas condujo a la calle Carmen Martín Gaite de la localidad madrileña, según pudimos saber por un agente de la Unidad Central de Información Exterior enviado aquella tarde a vigilar la zona (el que persiguió a Bouchar) y también por la paupérrima declaración de un comisario de la UCIE, que se limitó a comentar cosas de oídas, como si él no fuera responsable de nada, pese a que su unidad estaba dedicada en cuerpo y alma a localizar el piso.

La apoteosis en el juicio llegó, como el 3 de abril en Leganés, con la aparición de los Geo. El jefe de aquel histórico operativo explicó pormenorizadamente la actuación de sus hombres desde su llegada a Martín Gaite, a las 19.00 horas, hasta las 21.00 horas en las que los terroristas hicieron saltar su piso por los aires. El relato fue emocionante y tan descriptivo que, oyéndolo, es fácil imaginar la tensión de aquellos momentos, los "alaridos" de los radicales, los gases lacrimógenos en el aire, la gran explosión...

Hasta este miércoles, día de estas declaraciones, los policías a los que se había preguntado por el tema no acertaban a hacer una mínima afirmación unánime de lo que allí había pasado, lo que abría la puerta a imaginar numerosas hipótesis. Incluso el agente de la UCIE que pasó por el tribunal y que vivió en primera persona el operativo policial hasta la llegada de los Geos reconoció que "había mucha confusión". Los radicales no paraban de gritar y de cantar a pocos metros de donde estaba el agente y éste no logró adivinar de dónde provenían los disparos que también oía pasar sobre su cabeza.

La radiografía realizada a la bomba de Vallecas antes de desactivarlas: en ella se aprecian dos extremos de cable sueltos. (Foto: LaOtra)

La radiografía realizada a la bomba de Vallecas antes de desactivarlas: en ella se aprecian dos extremos de cable sueltos. (Foto: LaOtra)

La mochila viajera: El Pozo-Vallecas

Desde luego, la incógnita que no hay quien aclare de momento en el juicio es la de cómo llegó una bolsa bomba del tren de El Pozo a la comisaría de Vallecas el día de los atentados. Como dijo el juez Javier Gómez Bermúdez, "las mochilas no tienen piernas". Pero los agentes de Tedax que intervinieron en El Pozo aquella mañana y que han pasado por el tribunal han asegurado que inspeccionaron todos los vagones "tres o cuatro veces" y todas las bolsas, mochilas, carteras y demás bultos encontrados "dos veces". Con todo, en la madrugada del día 12, a las 1.45, el recién lincenciado agente que hacía inventario de los objetos recogidos en El Pozo, tratando de identificar a sus dueños, descubre la bolsa de deportes con el artefacto explosivo que resultó clave en la investigación y propició las primeras detenciones el 13 de marzo. (Imágenes de la bolsa de El Pozo)

Los testigos traídos por la fiscal, Olga Sánchez, dieron cuenta de todo el trayecto que siguieron los objetos de El Pozo y, entre ellos, supuestamente, la bomba: de El Pozo a la comisaría de Villa de Vallecas (allí no lo querían); de allí a la de Puente de Vallecas; de allí a Ifema, en lo que pareció o una confusa orden o una orden rectificada casi de inmediato; y de Ifema, de nuevo a la comisaría de Puente de Vallecas. El origen del periplo, pasadas las 15.00 horas. El final, "de noche", hacia las 21.00, según uno de los testigos. Los efectos personales de los pasajeros se metieron en bolsas de basura grandes y oscuras. De ellas no se hizo ningún acta; simplemente, sin que nadie las contara, se metieron 'sin ton ni son' a las furgonetas policiales. Tuvimos el testimonio de los policías que trabajaron en el "caos" y el horror de aquella mañana en la estación y el de los que acudieron a recoger las bolsas de basura, pero no habido nadie que pueda contar quién, cómo y cuándo metió aquellos enseres personales en los bolsones. Un pequeño paréntesis vacío en la secuencia.

El procesado en libertad Saed el Harrak, con su abogado, en un receso. (Foto: Antonio Heredia)

El procesado en libertad Saed el Harrak, con su abogado, en un receso. (Foto: Antonio Heredia)

Otro paréntesis que ha quedado vacío, esta vez un poco más grande, es el de Ifema. Tanto empeño en recabar testimonios que den fe del trayecto de las mochilas sin que ningún agente las perdiera de vista y, precisamente, del único lugar en el que se depositaron las bolsas antes de llegar a su destino definitivo el tribunal no ha contado con ningún testimonio. En el pabellón de Ifema al que también habían ido a parar los restos mortales de 192 personas, aquellas bolsas de basuras llenas de objetos pasaron una hora aproximadamente, el tiempo en el que los policías que hicieron el traslado tardaron en llegar a Puente de Vallecas y recibir la orden de regresar por los objetos. De esa hora, nadie ha prestado testimonio esta semana.

Lo que ha quedado demostrado es que los perros que detectan explosivos no son infalibles. En la furgoneta Kangoo, la policía encontró un trozo de cartucho de Goma 2 ECO en una bolsa de plástico, pero ninguno de los dos perros que olisquearon fuera y dentro del coche no dio muestras de que hubiera explosivo. En la finca de Morata de Tajuña (ver imágenes) en la que, según la investigación, los terroristas guardaron los explosivos y prepararon los artefactos que estallaron en los trenes, tampoco los perros detectaron nada. Sin embargo, donde sí sentó el perro (si se sienta o se detiene es que ha detectado algo) fue junto al Skoda Fabia, en el que no había explosivos, aunque supuestamente los había transportado cuatro meses antes de la inspección (fue descubierto en junio de 2004).

Los teléfonos liberados y las tarjetas

Los números 'imei' de los teléfonos vendidos a los terroristas. (Foto: LaOtra)

Los números 'imei' de los teléfonos vendidos a los terroristas. (Foto: LaOtra)

El juicio también pasó esta semana por todo el proceso de compra y venta de teléfonos móviles y tarjetas hasta que llegaron a manos de los terroristas. Entre todos los testimonios se descubrió un hecho insólito y curioso que reseñar: los indios que vendieron 10 teléfonos liberados a un hombre, y que luego fueron usados por los terroristas en la confección de los artefactos explosivos de los trenes, tenían apuntados los números 'imei' (de identificación) de aquellos aparatos en su libro de contabilidad: sólo los 'imei' de esos teléfonos vendidos el 3, 4 y 8 de marzo, además de otros vendidos el día 9 "a una mujer africana". Según justificó Rakesh Kumar, el dependiente de la tienda, los anotaron por si el misterioso comprador, que decía comprarlos para su empresa, iba a reclamar alguna incidencia. Al 'desconocido' nunca han podido reconocerlo en ninguna fotografía.

Y por el juicio también pasó un curioso y misterioso personaje. Ayman Maussili Kalaji, policía nacional ahora jubilado pero aún de servicio durante los atentados. Lejos de comparecer ante el tribunal por su actuación policial, tuvo que hacerlo por otra cuestión: su empresa es la que liberó los teléfonos usados por los terroristas, los mismos que vendieron los indios. Kalaji sorprendió por su trayectoria profesional: nacido en Siria, fue militar en este país antes de venir a España y hacerse policía de la Unidad Central de Información Exterior. También pasó por una academia militar en Rusia. De la UCIE salió en 1992 y asegura que no han requerido sus colaboración para la investigación del 11-M, de la que sostiene que no conoce nada, pese a conocer a media unidad y sus cargos, y que un cercano familiar suyo trabaja allí como traductor de árabe.

Otra de las custiones desveladas por los testigos y que hay que destacar es que la policía vigilaba desde marzo de 2003 (un año antes de los atentados), y hasta junio de 2004, el local de la calle Virgen del Coro, del barrio de la Concepción de Madrid, en el que vivían y se reunían los procesados Mouhannad Almallah Dabas, Basel Ghalyoun y Fouad el Morabit. Según declaró el inspector de la Brigada Provincial de Información de Madrid, que dio verdaderos detalles que demostraban un seguimiento exhaustivo, allí se celebraban reuniones de adoctrinamiento y se acogía temporalmente a musulmanes que venían de otros países y algunos de los cuales fueron después a Chechenia. Si los vigilados estuvieron implicados en la preparación de los atentados, ¿por qué la policía no se percató de nada? Cabe recordar lo que dijo un agente de la UCIE hace tres semanas: "La gran faena es que siempre fuimos un paso por detrás de ellos".

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