El día que testificaron las víctimas ha sido el de mayor afluencia en el juicio. (Foto: Sergio González)
MADRID.- Esta semana en el juicio del 11-M ha quedado marcada por el testimonio de rabia y dolor de siete víctimas de los atentados. A su lado quedaron deslucidos los testimonios fríos y rodeados de escepticismo de mandos policiales como Miguel Ángel Santano y Santiago Cuadro, del islamista ya condenado Abu Dahdah, del hermano cómplice de Jamal Zougam, del amigo del terrorista Allekema Lamari que vino a Madrid antes de que se suicidara y de los guardias civiles que interceptaron y no detuvieron a 'El Chino' en diciembre de 2003.
Álvaro Vega, Antonio Miguel Utrera, Francisco Javier García, Isabel Casanova, Jesús Ramírez, Eulogio Paz y José Luis García. Cuando la palabra "atentados" estaba a punto de convertirse en un concepto abstracto, llegaron ellos y nos recordaron lo que se juzga: 192 asesinatos y las heridas y mutilaciones de más de 1.800 personas.
Alvaro habló del sufrimiento de su hermana Laura, que ha quedado en estado vegetativo, y del de su familia. Antonio Miguel, de los minutos posteriores a la explosión que transformó su vida, del "baile de sonámbulos" en el que estaban inmersos los supervivientes del tren de Téllez. Francisco Javier relató la desesperada búsqueda de su malherida esposa entre cadáveres y moribundos del tren de El Pozo. Isabel reflejó la soledad de quien se queda sin su marido y sin su hijo. Jesús detalló las sensaciones de la explosión al saltar por los aires. Eulogio, la infructuosa y dolorosa búsqueda de su hijo Daniel por los hospitales de Madrid. José Luis confesó el trauma que le suponía recordar su experiencia ante el tribunal, así como la entrega de su arma, como militar que es, por temor a perder los nervios y usarla.
Todo era tan real y tan tangible que costaba volver al terreno de las hipótesis, a los espejismos sobre los autores y las posibles negligencias policiales que desfilan cada día, desde hace dos meses, ante el tribunal.
Pero la rueda siguió girando y volvimos a encontrarnos con el Titadyn tan traicionero políticamente. Santiago Cuadro Jaén, comisario de Seguridad Ciudadana cuando se produjeron los atentados, es la persona a la que el resto de mandos policiales han atribuido ser la fuente de la palabra Titadyn al referirse al explosivo que estalló en los trenes, lo que constituyó la principal prueba de que ETA podía estar tras los atentados aquel 11 de marzo. Sin embargo, ante el tribunal, Cuadro insistió por activa y por pasiva en que él jamás pronunció esa palabra, sino que dijo solamente "dinamita" cuando informó por teléfono de lo que los Tedax le remitían en la estación de El Pozo. Ni siquiera hoy sabemos qué estalló en los trenes porque nunca se analizó con detalle. (El tribunal está a la espera de un informe definitivo de los peritos.) La consistencia y la seguridad de sus palabras sobre este asunto se fue desvaneciendo conforme le iban preguntando por otros asuntos.
Según manifestó, aquel 11 de marzo se realizaron unos análisis preliminares que determinaron la línea de investigación a seguir (los que decían que no era Titadyn). Más que por salir al paso de una pregunta comprometedora del juez que por propia convicción, afirmó que quedó constancia escrita de aquellos análisis en algún sitio, aunque desconoce dónde. Hasta ahora, sobre esto, sólo constaba la declaración del jefe de Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano (subordinado de Cuadro), diciendo que hasta el 26 de marzo no se realizó ningún informe de los explosivos.
Miguel Ángel Santano, hoy comisario jefe de Policía Científica. (Foto: LaOtra)
Nada hay más cómodo, en cualquier caso, que decir que uno no sabía nada. Esa fue, en general, la respuesta que brindó al tribunal el testigo Miguel Ángel Santano, jefe de la Policía Científica de la Brigada Provincial de Madrid cuando se produjeron los atentados. Sostuvo que el trabajo de su unidad fue auxiliar y de mero apoyo a la Comisaría central, que él no se movió de su despacho aquellos días y que se enteró de la posible autoría islamista del atentado por la prensa y por comentarios. Miguel Ángel Santano fue ascendido por el Gobierno del PSOE a comisario general de Policía Científica en junio de 2004 y tiene pendiente una causa por la falsificación de un informe que mencionaba un rasgo en común entre uno de los procesados y dos etarras.
La otra estrella de la semana fue Abu Dahdah, condenado a 12 años de prisión por liderar la célula española de Al Qaeda. La ignorancia también fue la base de su testimonio: aseguró no tenía relación con ninguno de los procesados ni conocía a los suicidas de Leganés, justo lo contrario que sostienen otros testimonios. Su aportación, como islamista, fue que el odio generado por el sufrimiento infligido por Occidente en los musulmanes condujo a los atentados: "No me extrañó lo que pasó por la guerra de Irak". También consideró que los autores debían seguir la doctrina takfir del Islam.
Uno de los temas comunes a varios testigos fue Mina Conchita: comparecieron desde mineros y empleados de la empresa suministradora de los explosivos, Caolines de Merillés, hasta guardias civiles de Asturias.
Emilio Suárez Trashorras, con su nuevo 'look'. (Foto: EFE)
El guardia civil que fue a inspeccionar la mina en junio de 2004 declaró que se había encontrado bolsas de Goma 2 ECO y Goma 2 EC abiertas y al aire libre, así como cartuchos desperdigados por el paraje. Por otro lado, el administrador de Caolines de Merillés dijo que en marzo de 2004 llevaban tres o cuatro años suministrando sólo Goma 2 ECO a Mina Conchita y que nunca tuvieron constancia de ninguna anomalía ni ningún robo en el consumo de la explotación. Aquello era una empresa modelo, como los mismos responsables de la misma dijeron a la policía.
Por lo visto, nadie se enteró de, al menos, la desaparición de cinco cajas de dinamita que denunció Daniel Fernández, un ayudante de picador que dijo que un lunes de principios de 2004 echó un falta las cajas de explosivo que había visto el viernes escondidas tras la vieja chapa de siempre, a la entrada de la mina.
Por un testigo llamado Rubén Iglesias supimos que a Emilio Suárez Trashorras, que estrenó esta semana 'look' al cero como el presidente del tribunal, le llamaban el 'Tito Bluni' de Avilés porque iba siempre de punta en blanco, salvo aquella mañana del 29 de febrero, "en chándal", después del robo de explosivos.
Cartuchos de dinamita tirados por Mina Conchita, según el reportaje fotográfico realizado en junio de 2004. (Foto: LaOtra)
Al menos, por una vez, se ha oído a un mando policial reconocer humildemente el desastre de Asturias. Un capitán de la Guardia Civil manifestó que él y sus hombres se echaron "las manos a la cabeza" cuando se enteraron de que el hoy procesado Rafa Zouhier había avisado un año antes de que Toro y Trashorras vendían hasta 150 kilos de explosivo y no se investigó suficiente.
En cambio, no pudieron quedarse más anchos los guardias civiles que dijeron que "no procedía" detener o retener a Jamal Ahmidan 'El Chino' cuando una noche de diciembre de 2003 lo pillaron en la carretera de Burgos con documentación falsa, camisas robadas y tres cuchillos.
Esa misma documetación falsa, a nombre de Youssef ben Salah, es la que constaban en las multas que le pusieron a un vehículo con una rocambolesca historia:
Érase una vez dosToyotas Corolla, uno de una mujer llamada Beatriz Higuero, legal, y otro de José Emilio Suárez Trashorras, con las matrículas dobladas, igual a las de Beatriz. Ella compareció como testigo esta semana. Él está acusado de facilitar los explosivos a los terroristas; su Toyota fue empleado por el autor de los atentados, Jamal Ahmidan, para bajar explosivos de Asturias a Madrid. Un 5 de marzo de 2004, la Guardia Civil mostró a Beatriz un puñado de multas que tenía su coche y a nombre de un conductor llamado Youssef ben Salah, la identidad usada por Jamal Ahmidan para conducir. Ahí descubrieron que el coche de Trashorras conducido por Ben Salah tenía las matrículas de Beatriz. Esto fue una semana antes de los atentados y éste fue un capítulo más de la historia de unos delincuentes que se pasearon ante las narices de la policía sin que se enterara de que, en realidad, eran terroristas.
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