MADRID.- Los últimos dos días de interrogatorios a los procesados fueron para lucimiento de Emilio Suárez Trahorras y su entorno. Los acusados de hacer llegar los explosivos a Madrid desvelaron un ambiente sórdido en el que jóvenes de 20 años se endeudaban con camellos de hachís y coca y acababan trayendo explosivos a Madrid.
En Avilés sólo había una discoteca, donde se mezclaban todos los jóvenes del pueblo y cundía el tráfico de estupefacientes. Antonio Toro y Trahorras eran los reyes de la fiesta, sobre todo el segundo, que ostentaba constantemente de su amistad con el comisario Manuel García, 'Manolón', igual que de su facilidad para vender hachís y saldar deudas con terceras personas.
Quien no conocía a Toro conocía a su cuñado y, si no, a los dos, pero nadie hablaba de que Trashorras traficara con explosivos.
Para las familias de los jóvenes Iván Reis o Iván Granados ha debido de ser duro oír el ambiente en el que se movían sus hijos.
De hecho, en la sala se ha visto llorar a uno de ellos cuando su hijo decía que consumía cuatro rayas de coca al día. Iván Reis buscaba la empatía del tribunal al afirmar que ya se "había salido de todo", que ahora llevaba "una vida sana", trabajaba, se había casado, tenía una hija e iba a tener otra.
Otro de los procesados que bajó una pesada bolsa de deportes a Madrid por encargo de Suárez Trashorras afirmaba que sólo fumaba algo de hachís de vez en cuando. Lo único que ganó por hacer de correo fue "dos placas de polén" que se fumó con sus amigos. Según la fiscal esas dos placas eran 400 gramos.
Expresiones como "me tomo unos cacharros" o "ya no me meto nada" han desfilado ante el tribunal como en un bar de Avilés el viernes por la noche.
Y no podemos despedir esta crónica de detalles irrelevantes del día sin volver la vista a Rafá Zouhier, empeñado todos los días en dar la nota como un niño pequeño caprichoso.
Este jueves, que cierra una semana en la que el procesado ha sacado de las casillas a todo el mundo, también. Primero se le vio sentado sobre el banco con las piernas cruzadas, como un indio; después, en la misma postura, pero en el suelo; después, recostado en el suelo; y finalmente, castigado por el juez Gómez Bermúdez, sentado en una silla delante de él.
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