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JUICIO DEL 11-M | RESUMEN DE LA SEMANA

La trama de los explosivos cierra el interrogatorio a los procesados

Rafa Zouhier. (Foto:EFE)

Rafa Zouhier. (Foto:EFE)

Actualizado viernes 02/03/2007 18:05 (CET)
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PALOMA D.SOTERO (elmundo.es)

MADRID.- Esta semana ha sido extensa, intensa y tensa en el juicio del 11-M. Extensa porque ha durado una jornada más de lo previsto en origen; intensa porque han sido interrogados 16 de los 29 procesados; tensa porque algunos de los testimonios han crispado los ánimos de las víctimas presentes, además de provocarles una profunda indignación: léase, las impertinencias de Rafá Zouhier, la negación de 'El Egipcio' de que la voz grabada en su casa reconociendo la autoría de los atentados fuera la suya, escuchar a Suárez Trashorras asegurando que todo lo que intercambió con Jamal Ahmidan 'El Chino' fue hachís, comprobar cómo Mina Conchita era una especie de autoservicio de explosivos y asistir estupefactos a la exhibición de impunidad de dos delincuentes porque eran informantes de la Policía y la Guardia Civil, y encima les habían 'soplado' un supuesto tráfico de explosivos y hachís sin que, al final, nadie interviniera.

Así se ha cerrado la primera fase del proceso, la del interrogatorio a los procesados. Ahora, quedan aún la testifical (682 testigos en principio) y la pericial (exposición de pruebas).

Desde que comenzó el juicio, el pasado 15 de febrero, han sido nueve días de negación de cargos, de manifestaciones de ignorancia sobre todo lo que se preparaba, aunque pasara delante de sus ojos. El último día, por fin, como si de una película de suspense se hubiera tratado, alguien incriminó a alguien. Fue el joven Iván Granados Peña, de Avilés y del círculo de confianza de Emilio Suárez Trashorras. Su testimonio (junto con el del ya juzgado en otro proceso Gabriel Montoya 'El Gitanillo') ha sido el único que ha vinculado directamente al ex minero con el tráfico de explosivos.

Iván Granados. (Foto:EFE)

Iván Granados. (Foto:EFE)

Este joven declaró que en la noche del 23 de enero de 2004 (con 21 años), Emilio Suárez Trashorras le propuso transportar explosivos. Así, sin más, ni por cuánto dinero ni adónde. Su acusación fue muy concisa, sin detalles. El chaval se negó, según sostuvo este jueves, lo que llevó a Trashorras a proponérselo a 'El Gitanillo', menor de su confianza, que acabó llevando a Madrid, en un Alsa, una bolsa de deportes con unos 10 kilos de explosivos y se la entregó "a un moro". Esto último lo declaró él mismo ante el tribunal que lo condenó a seis años de internamiento (una condena reducida por la fiscal en el último momento) en noviembre de 2004. Además, afirmó que había acompañado a Trashorras y a "los moros" a Mina Conchita en dos ocasiones a coger explosivos. Su testimonio lo avaló Iván Granados este jueves al repetir lo que el menor le contó entonces que había hecho.

Por el tribunal han pasado otros dos jóvenes del círculo de Emilio Suárez que han reconocido que llevaron a Madrid dos pesadas bolsas de deporte: uno el 5 de enero de 2004 y otro el día 9. Mientras que Sergio Álvarez sostuvo inocentemente que creía que llevaba 'CDs pirata' (en una bolsa de unos 30 ó 40 kilos), Iván Reis dijo que llevaba hachís (unos 10 kilos). Ambos le dieron la mercancía, de nuevo, a "un moro", que luego, meses después, tras el suicidio de Leganés, identificaron como Jamal Ahmidan 'El Chino'. En su testimonio del miércoles, el ex minero coincidió en los mismos términos y justificó que la bolsa de Sergio pesara tanto porque llevaba una caja fuerte dentro. Sergio avaló esto al decir que se sentó en la bolsa y que palpó que lo que había en su interior era una caja rígida.

Ante las narices de la policía

A todo esto, según Trashorras, todos los correos mencionados llevaban a Madrid hachís en mal estado que le había vendido 'El Chino' y que había pactado devolvérselo. Ambas gestiones -la compra y el rechazo- se realizaron en sendas reuniones en dos McDonald's de Madrid; una en Carabanchel, en octubre de 2003, y otra en Moncloa, en noviembre. Según el ex minero, que colaboraba con la policía de Asturias desde el año 2001, dio cuenta de todos estos encuentros y todas estas operaciones al comisario Manuel García 'Manolón'. También le contó que Jamal Ahmidan (informado por Zouhier) le había pedido explosivos, aunque él le respondió que no podía proporcionárselos.

Aquella primera reunión, en la que Trashorras asegura que vio por primera vez a 'El Chino', fue apalabrada por Rafá Zouhier, amigo y ex compañero de prisión de Antonio Toro, a su vez cuñado y socio de Trashorras en el tráfico de estupefacientes. Ambos fueron condenados por tráfico de explosivos y drogas por la 'operación Pipol', desarrollada en Asturias en 2001. Pero los dos niegan que hayan proporcionado explosivos a nadie en su vida y no tienen reparos en reconocerse traficantes de drogas como si de una actividad legal se tratase. Mejor estar condenado por drogas que por explosivos que han causado una masacre. "Ya sé que no está bien traficar con hachís, pero prefiero estar en la cárcel por tráfico de drogas, que es lo mío, a estar por explosivo o por asociación con terroristas", reconoció Toro ante el tribunal.

Antonio Toro. (Foto:EFE)

Antonio Toro. (Foto:EFE)

Según dijo Rafá Zouhier en su largo y enmarañado interrogatorio, acudió a aquella reunión del McDonald para proteger a Emilio, de quien estaba informando a la policía por su supuesta actividad de tráfico de explosivos. Mientras que oyendo a Zouhier, se tiene la sensación de que, "por su país", como él dice, quería destapar una gran red de tráfico de explosivos y, por eso, se interesaba tanto por los asturianos, oyendo a Trashorras y Toro, Zouhier era el que, junto a 'El Chino', trataba de conseguir explosivos y por eso había contactado con Toro y Trashorras. El caso es que el procesado marroquí ("fiestero" y "superinocente, señoría") asegura que los procesados asturianos le 'pasaron' una muestra de dinamita y un detonador (que le estalló en una mano una noche en la que estaba con su amigo Rachid Aglif, procesado como mano derecha de 'El Chino') y que esto se lo hizo saber a la Guardia Civil. Toro y Trashorras lo niegan. Por otro lado, mientras Zouhier informaba de la parte asturiana a sus controladores de Guardia Civil, Víctor, Mario y Rafa, Trashorras informaba de la parte de Madrid al comisario Manolón. Dijeran lo que dijeran, ninguno de los dos cuerpos de seguridad intervinieron en ningún sentido. Los dos confidentes se preguntan por qué.

La mina autoservicio

Desde las primeras horas de la investigación, las pistas apuntaron a Mina Conchita, en el Tineo asturiano (a 22 km de Avilés). Lo declaró este jueves el primer testigo que declara en el juicio y que el 11 de marzo de 2004 era responsable de la Unidad Central de Información Exterior de la Policía, en la unidad dedicada al Magreb. Su testimonio sobre la investigación abarcó desde la explosión de los trenes hasta el suicidio de los autores materiales en Leganés, dejando constancia también de todos los comunicados previos a los atentados que amenazaban a España. El caso es que los trozos de cartucho de Goma 2 ECO que había en la furgoneta Renault Kangoo, que la policía encontró el mismo día 11 aparcada cerca de la estación de Cercanías de Alcalá de Henares y atribuida a los terroristas, ya apuntaban a Mina Conchita, según declaró el testigo número 1, policía de la UCIE.

Y resulta que las declaraciones de dos procesados esta semana han sacado a relucir la facilidad con la que se podían robar explosivos de esa explotación minera antes del 11 de marzo. Primero, cualquiera podía acceder a la mina, ya que la barrera que corta el camino de acceso es sólo para coches y se sube y se baja con facilidad. Segundo, porque, según la declaración del artillero Raúl González Peláez, las cajas de 25 kilos de Goma 2 estaban abiertas junto a la entrada de la mina, al aire libre. Los minpolvorines cerrados con llave sólo guardaban detonadores y la llave quedaba cada día sobre una piedra, junto a un árbol. Los detonadores que no usaban los dejaban dentro de las galerías. Tercero, porque, aunque el vigilante de la mina, el procesado Emilio Llano, haya asegurado que él controlaba la entrada y salida de explosivo y vigilaba la zona, también dice que se "fiaba" de los artilleros cuando estos cogían cada día la cantidad de explosivos que decían que iban a utilizar. No sabía a ciencia cierta si la utilizaban toda y si les sobraba; lo que sí sabía es que "normalmente no devolvían".

Rabei Osman el Sayed 'Mohamed el Egipcio'. (Foto: LaOtra)

Rabei Osman el Sayed 'Mohamed el Egipcio'. (Foto: LaOtra)

Esto se une a las frívolas afirmaciones de Suárez Trashorras sobre que en Asturias "todo el mundo sabe" que se trafica con explosivos de las minas, aunque, eso sí, en pequeñas cantidades. Curiosamente, ignorando todo esto, Antonio Toro dijo no saber nada de esto y alegando que "lo único que puede conseguirse en abundancia en Asturias es sidra". Otra frase que sentó como una patada en el estómago de las víctimas.

La grabación de 'El Egipcio'

Si la semana terminó dando la campanada en este aspecto, empezó con otra sonada campanada: Rabei Osman el Sayed 'Mohamed el Egipcio', a quien hemos podido ver rezando en el habitáculo blindado de los procesados, negó el lunes que la voz atribuida a él en una grabación policial realizada en su casa de Milán fuera suya. Es decir, que la persona que se declaraba autor del "hilo de la operación de Madrid, los trenes..." no era él. Además, alegó que la grabación era apenas audible por el ruido que tenía y que la transcripción realizada no es correcta. "En realidad, yo no estuve con ellos el día de la operación, pero el día 4 me puse en contacto con ellos y me enteré de todos los detalles. Ten cuidado y no hables. Ellos se movían juntos mientras yo me muevo solo", decía Rabei Osman según la fiscal (ver escrito de acusación página 65).

Mohamed Moussaten. (Foto: REUTERS)

Mohamed Moussaten. (Foto: REUTERS)

Entre el 11-M y el 13-M

'El Egipcio' fue una de las primeras personas hacia las que derivó la investigación de la UCIE en los días posteriores al atentado, cuando se abrieron todos los archivos policiales y judiciales sobre personas relacionadas con la yihad en Europa, según afirmó el agente que testificó este jueves. Otro nombre que afloró rápidamente fue el de Serhane Ben Abdelmajid Fakhet 'El Tunecino', así como el grupo de Lavapiés, vinculado al entonces encarcelado y procesado 'Abu Dahdah'.

La primera pista que puso a la investigación en una "línea determinada" fue el comunicado reivindicativo de islamistas radicales en el diario británico 'Al Quds al Arabi' el mismo 11 de marzo. Después, el día 13, cuando la tarjeta telefónica hallada en una mochila bomba (la que apareció en la comisaría de Vallecas supuestamente procedente del tren 'El Pozo') condujo a la tienda de Jamal Zougam en Lavapiés, entonces, fue cuando "el porcentaje más alto" de la investigación se centró en la pista islamista. Sin embargo, el resto de hipótesis seguían abiertas. Esto es lo que afirmó en el juicio el agente de la UCIE. También, que España se encontraba en una alerta "crítica" después de los comunicados en su contra lanzados desde el extremismo islámico en los últimos meses de 2003.

Otro de los nombres que pronto surgieron vinculados a la investigación fue el de Youssef Belhadj, que vivía en Bélgica y que ahora está procesado como autor intelectual de los atentados. Esta semana declararon ante el tribunal sus dos sobrinos, también procesados por pertenencia a organización terrorista. Uno de ellos, Mohamed Moussaten, declaró tras ser arrestado que su tío le había dicho que pertenecía a Al Qaeda; también había afirmado que Belhdaj recaudaba dinero en las mezquitas para enviar a Afganistán y que solía hablarle de la necesidad de hacer la yihad. En el juicio, todo eso se ha disuelto en un "mentí por las amenazas de la policía". Vamos, que tanto él como su hermano han negado todos los vínculos a la yihad que le habían atribuido antes.

Quien también apeló a las amenazas policiales para cambiar ahora su declaración fue Mohamed Bouharrat, de quien se encontraron fotos y una huella en el piso de Leganés. Sin embargo, negó haber estado en aquel domicilio. Conoció a 'El Chino' y rechazó una oferta suya de bajar a Algeciras por droga, según su declaración, que prestó nervioso y con afirmaciones confusas. También conoció a dos de los huidos de la masacre, Mohamed Afalah y Said Berraj.

E igual que la semana anterior, también esta semana hubo lágrimas de un procesado ante el tribunal. Fueron las de Mahmoud Slimane, cuando condenó los atentados recordando la guerra que vivió en su país, El Líbano. Reconoció conocer a 'El Chino', pero no pudo justificar los contactos telefónicos que mantuvo con él en las fechas previas a los atentados. Sostiene que le consideraba su "enemigo" porque él es chií y Jamal Ahmidan era suní.

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